Me perdí en la sombra de esta noche, tu sombra, la mía y los dolores de rodillas del corazón. Me perdí en la jaula de las neuronas agotadas de dormir entre tus párpados; en las mentiras piadosas que le lanzan tus suspiros a mis ojos. Me fui, creyendo que con marcharme olvidaría el olvido que tatuaste en mi espalda aquella noche de septiembre, cuando entre sollozos nos dijimos adiós sin hablar, un para siempre nunca jamás. Me perdí viendo las fotos que no nos tomamos en alguna estación de París o en la Abadía de Sir Isaac; o quizás fue vivir sin respirarte lo que me mantuvo vivo sin necesitarte. Me perdí haciendo estatuas de sal de tus ojos, llenando de migas de pan el hambre de caricias de mis manos vacías sin las tuyas; no tengo a quien contarle mis mentiras, me perdí escribiendo los cuentos que yo cuento y que Joaquín canta y que Silvio ironiza, y que Serrat romantiza. Me perdí y te perdí entre el humo de los cigarrillos que me acompañan cada madrugada, en forma de una tos seca y molesta, como lo es la cama en la que duermo desde que no estás. Me perdí contándole ovejas al insomnio, entre las dictaduras del tiempo y los libros que no se dejan leer. Me perdí haciéndole el amor a tu ausencia, soñando con el exorcismo que significa saberte feliz sin mí, recreando las promesas que cumpliremos con alguien más y las cuales no sabrán igual que cuando las idealizamos. Me perdí viéndote en mi futuro, llenando la nevera de tu olor, esparciendo serenidad por cada rincón de mi casa. Me perdí entre las llamas de la chimenea que no calienta, entre las solapas de los libros que dejaste para leer tus humedades. Ya no te espero, me perdí entre salir a buscarte y encontrarte por casualidad. Mujer que camina despacio, sin prisa, entre brisas, brumas y truenos. Me perdí siguiéndote el paso, intentando librar la patria infinita que significa tu cuerpo desnudo en pos de mí; me perdí contándole las nubes al cielo, intentando hallarte en los cráteres de los satélites de Júpiter o en la oveja negra que se perdió cuando me dejaste en la vereda de la soledad. Me perdí en la alborada de lo que no esperaba, de lo que no imaginaba. Mujer que llora en la soledad de mi soledad, mujer refugio, mujer espejo. Me perdí entre la belleza que significaba perderte para tenerte, me perdí esperando ser más de lo que merecíamos y te encontré un buen día siendo lo que no imaginé.