Creer que se puede vivir sin amar, que soñar es gratis, que los números son perfectos, que nada vale si no estás, que los domingos son de fiesta, que llorar purifica, que sonreír magnifica el alma y que no hay nada mejor que vivir sin problemas. Somos utopía y nada más...
Utopía de pensar que podemos, de extrañar lo que no valoramos, utopía de sentir lo que no existe y añorar lo que ha pasado y ya no vuelve.
Somos utopía de jugar con el tiempo, de perder el espacio creando más espacio, de llenar vacíos despojando otros y quedar siempre en el mismo lugar, en la misma posición; de mentir sin reparar que las mentiras son verdades disfrazadas.
Somos utopía de soñar un mundo bueno, de querer ser optimistas, de trabajar incansables y descuidar lo importante. Utopía del café por la mañana, el abrazo de los padres, los abuelos que se fueron y los niños en la calle. De soñar el porvenir y destruírlo a cada instante, de morir sin reparar, cada segundo en cualquier parte.
Utopía, de vivir sin dejar huellas y seguir las huellas equivocadas, de creer en lo que no vemos e ignorar lo que precisamos. Utopía de soñar despiertos, de amar a ciegas, de comer lo no debido y llenarnos al extremo. Utopía de ignorar al sediento, de adorar los excesos, de pescar malos hábitos y extrañar las malas compañías. Somos utopía en constante evolución, despreciamos lo necesario, mentimos, somos deshonestos y manifestamos lo que debemos callar, oímos mucho y escuchamos poco, construímos muchas casas, pero hay pocos hogares. Somos el modelo ideal de la irrealidad y soñamos con ser escuchados. Vivimos en la burbuja del qué dirán e ignoramos el sentir del alma. Odiamos sin medir, destruímos, salvamos al que nos conviene y desterramos al humilde. Alimentamos más el ego que los valores y no damos el brazo a torcer. Traicionamos y descuidamos lo que decimos amar. Somos menos de lo que creemos ser y nos sentimos más de lo que somos. El poder nos embriaga más que el vino y su resaca nos duele más. Lastimamos, lloramos, somos victimarios de la inocencia y nos quejamos de lo que nos ganamos.
Somos utopía en constante movimiento, somos reloj de arena, utopía y sentimiento y olvidamos que amar es una gota que no se debe agotar.