Después de la muerte del coronel Meléndez, la relación de Bárbara y Santos se empieza a complicar, como todos saben el quién terminó la relación entre ellos, pero en esta historia el quién termina la relación es Bárbara al descubrir a Santos con Mar...
La tarde llegó para el Arauca, los trabajadores en el campo bajo el sol marcaban reces nuevas, las aves volaban en una misma dirección.
Hoy se hacía mucho el calor, a prueba a los peones que sudaban como puercos por el Sol tan caliente, las aguas de sus botellas no duraban mucho tiempo frescas. Y la tomaban casi hervidas.
La patrona por fin sale de su hacienda, ya había desayunado y almorzado. Era hora de trabajar, había mucho por hacer y...
Qué día no había tanto por hacer?
-Doña! - la llamó un peón.
Bárbara: ¿Qué pasa Tigre? - lo ve muy agitado.
Tigre: Mi Doña, hay una buena cantidad de plumas en las tierras, valdrían oro - le informó.
Bárbara: Plumas...- dijo pensante.
En San Fernando le darían una buena suma de dinero por ellas, sonrió por eso y enseguida da la orden.
Bárbara: Pos ora, a recogerlas no debemos perder tiempo. Se hará un buen negocio con ellas.- ordenó al mejor estilo de la Doña.
Tomó su caballo y partió con sus peones hacia el lindero sur.
Mientras cabalgaban por el otro lado de las tierras, los hombres de Altamira estaban marcando reces.
Pajarote: Pos, alguien sabe cuándo regresa el patrón? - preguntó a sus compadres mientras pasaba su mano por la frente, secando su sudor.
Carmelito: Eso si, quien sabe compadre Pajarote... solo se sabe que se iría a la capital con la niña Marisela por un buen tiempo - dijo mientras marcaba una res con el hierro de Altamira.
Pajarote: Y eso que ya ha pasado casi un Mes - dijo bebiendo.
Carmelito: ¿Casi? Hoy ya hace un mes que está en la capital - corrigió.
Pajarote: Shh... escucharon eso? sonó como una rama quebrarse.
Los compadres quitaron sus armas, revólvers y machetes. Mirando por el lugar, fijando en quién pudo haber sido el del ruido.
Después de un silencio de varios minutos, los muchachos guardaron sus armas y volvieron al trabajo.
Carmelo: Esto raro - dijo extrañado.
Pajarote: ¿Raro? Rarísimo - corrigió.
Maria Nieves: Malo... malo, malo - dijo subiendo y bajando su cabeza a cada palabra que decía.
Pajarote: Mejor le seguimos, quizás era un animalito por ahí y nosotros preocupándonos por nada
Carmelito: Sí debe ser - asintió.
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