Capítulo 24 - ¿Decirle la verdad?

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Ambos quedaron como estatua al verlo, ella no lo podía creer y si pudiera ahora mismo se desmayaría pero como no era una mujer dramática eso jamás sucedería.

Bárbara: Sergio, no... no es, esto no es... – no podía terminar la frase, tenía un nudo en la garganta. 

Sergio: No es, ¿qué Bárbara? – preguntó sin levantar tanto su voz, aunque estaba molesto.

Bárbara: No es... lo que parece...- dijo en un tartamudeo.

Sergio: Entonces, ¿cómo explicas lo que vi?

Santos: Lo que viste cursito, se llama beso. – intervino él.

Bárbara: ¡Santos! – reprochó.

Sergio: Ya lo creo, esperaste el momento justo para ir detrás de ella. ¿No te cansas verdad Luzardo? – se acercó a él.

Santos no se quedó atrás, se levantó de su asiento y se acercó peligrosamente a él.

Santos: Jamás, mientras se trate de Bárbara la mujer que amo, ¡jamás! – lo desafío con la mirada.

Sergio: Pues, resulta que Bárbara es la mujer que yo amo y es con ella, con quién quiero a hablar, no contigo.

Santos: Fíjate que eso no va a poder ser.

Sergio: ¿Y eso por qué?

Santos: Porque lo digo yo. – lo desafió con la mirada.

Sergio: Pero, ¿quién te crees que eres para decidir por ella? – preguntó enojado.

Santos: Su hombre. – respondió casi orgulloso.

Bárbara al oírlo, abrió más los ojos sorprendida.

Sergio: ¡Ja! ¿su hombre? ¿A caso te estás oyendo Luzardo? – su tono sonaba a burla. – Por favor, Bárbara no tiene dueño no es un objeto para tratarla como si fuera de tu propiedad. – negó enojado.

Santos: Bárbara es mía y no quiero que te le acerques. – dijo Santos para luego empujarlo.

Sergio da unos pasos hacia atrás, negó con la cabeza, se acercó a él y repitió la misma acción.

A mí, no me empujas idiota. – dijo Sergio enfadado.

Santos: Pues yo no voy a dejar que te le acerques imbécil – le gritó fuera de sí.

Sergio: ¿Y cómo lo vas a impedir? – lo enfrentó.

Santos: ¡Así! – dándole un puñetazo en la cara.

Le dio con tal fuerza que Sergio se tambaleo dando unos pasos hacia atrás, se llevó una mano al rostro, negó con la cabeza y le devolvió el golpe. Armando así un revuelo, Bárbara los veía sorprendida no creyendo lo que sucedía y sabiendo que ella era la causante de esa pelea.

Bárbara: ¡Sergio! ¡Santos! ¡Basta ya! gritaba ella tratando que dejaran de golpearse.

En cambio nada los detenía, Bárbara no lo soportaba y sin embargo se estaba siendo daño.

 –¡¡¡Ya basta!!! – gritó Bárbara con todas sus fuerzas.

Ambos se detuvieron al instante al oírla gritar de esa manera, voltearon a verla preocupados, estaba más alterada que antes y más pálida.

Doña Bárbara: Otra Vida (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora