Capítulo 10 - Ángel Dulce

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Bárbara... ¿estás bien?le pregunté detrás de ella.

Sii...- me dijo mirando hacia otro lado sin que el llanto se le corte la voz . —Noo... — su voz finalmente se quebró y rompió en un llanto dándome un abrazo.

Abrazo que correspondo, la rodeo con mis brazos dándole seguridad ella llora en mi pecho, yo la consuelo acariciando su cabeza para tranquilizarla y luego comienza a calmarse poco a poco, hasta finalmente queda calma y nos quedamos unos minutos más abrazados es todo lo que necesita ¡¡¡protección de un hombre que verdad la quiere, la valora y que la respeta!!!

Bárbara después de aquel abrazo necesitaba aire fresco, salió afuera y se sentó en una de las hamacas que estaban allí en aquel pasillo.

En las afueras de la hacienda se aventaba una noche tranquila y cálida, un buen momento para pensar tranquilamente sin remordimientos.
Estar a solas un momento era lo que ella necesitaba, hasta que en un costado estaba Sergio que también estaba admirando la noche; ambos allí mirando las estrellas en silencio hasta que uno de ellos rompió el silencio.

—¿Quieres sentarte? — le dijo mientras le hacia un lugar en aquella hamaca.

—Sí, ¡gracias! — agradeció él y sentó al lado de ella.

Sergio pasó su brazo detrás de la espalda de Bárbara, ella se recostó en su pecho escuchando los latidos de su corazón que parecía salir de su pecho. Ella sólo sonrió y se acomodó más en su pecho.
Estaban en paz era lo que ella necesitaba, PAZ! después de que se pasó buscándolo lo encontró con él y es justamente lo que necesitaba.

—¿Sabes? — interrumpió nuevamente ella el silencio —Contigo siento alegría, paz... cada vez me siento más a gusto contigo — sonrió.

—¿Y sabes qué? cuando estuve los primeros días aquí, me han dicho muchas cosas de ti, malas y... otras aún peores, ¿pero sabes una cosa? descubrí que sólo eran solo chismes y que todo lo que han dicho de ti no interesa. Lo que me importa es lo que yo sé, lo que yo veo, lo demás no importa — le sonrió igual pero, con mucha serenidad en sus palabras.

A Bárbara le gustó que hable así y que no hiciera caso a lo que decían.

—Pero... lo que te han dicho es cierto. — bajó la mirada.

 — bajó la mirada

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—No me importa.— ella levantó la vista hacia él. —Lo que importa es lo que sé, pueden decir misa pero, yo sé que eres un verdadero encanto, un ángel... un ÁNGEL DULCE — le habló con ternura, una sonrisa y un brillo especial había en sus ojos.

—¿De verdad crees que soy eso para ti? — pregunta ella casi quebrandose la voz y sus ojos se llenan de lágrimas.

—¡Claro que sí, Bárbara! - asegura él sonriente.

Ella comenzó a llorar.

—Hey... ¡no llores Bárbara! - dijo limpiándole las lágrimas con sus dedos pulgares.

—Es que nadie me había dicho algo tan... tan bonito, a mí siempre me han dicho: bruja, diabla, devoradora, mala madre, asesina y... Monstruo. —lloró más a ese último al recordar cuando él la llamó así — Pero nunca Ángel Dulce. — sonrió como pudo, no quería seguir llorando y secó sus lágrimas.

—¡Ya, ya! no llores más. — la abrazó y ella se dejó abrazar.

Aún estaban sentados en esa hamaca

Quedaron así abrazados en silencio, escuchando los grillos y bajo de una hermosa luna brillosa que hacía que se viera aún más bello el lugar.

Al borde de unos minutos ya se habían separado y seguían disfrutando de la hermosa noche.

Sergio quería decirle algo no sabía como decírselo y Bárbara lo notó.

—¿Pasa algo? - se anima a preguntarle al ver que estaba un tanto nervioso.

—Bárbara yo... — hizo una pausa, no podía controlar sus nervios y no podía articular palabra. Se estaba sientiendo como un adolescente que se enamora por primera vez y que está a punto de confesarse. —yo...— tomó aire y continúo. —Desde el día en que te vi, yo no pude dejar pensar en ti, desde ese instante me gustaste y bueno yo...yo quería . — ella estaba sorprendida no lo dejaba de mirar y esperaba a que contiuara.

Respiró hondo, soltó el aire lentamente, le tomo sus manos con delicadeza y le depositó un beso a ambas manos.

Respiró hondo, soltó el aire lentamente, le tomo sus manos con delicadeza y le depositó un beso a ambas manos

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—Bárbara, ¿quieres ser mi novia? — dijo, soltando la pregunta que se había quedado en su pecho. Ahora mirándole a los ojos y esperando su respuesta.

Mientras tanto en la hacienda vecina Altamira,
Santos estaba decaído, molesto consigo mismo; lamentaba lo que había sucedido aquel día en la poza. No podía dejar de sentirse culpable por haberla lastimado de esa manera. Quería volver el tiempo atrás sólo para evitar ese dolor a Bárbara, a su fiera ... pero, ya no podía hacer nada todo acabó, no había tal manera de arreglar el dolor de ella que él mismo había causado.

¿Qué clase de hombre se había convertido ahora?

¿Estar con la madre y luego besar a su propia hija?

Juró ser un "Luzardo distinto" pero, resultó ser peor, ni él se aguantaba y sentía asco consigo mismo.

¿Qué ejemplo daría a lo demás?

Si él mismo es un "miserable", nadie creería en él y menos Bárbara.

Con mal estar, Santos subió a su cuarto y vio que Marisela estaba dormida allí en la cama.

«Yo tengo la culpa de haberte ilusionado de esa manera, no debí besarte ese día y muchos menos pedirte que fueras mi... novia» pensó Santos, se retiró de ahí y se fue a uno de los cuartos de huéspedes.

Entro al cuarto, caminó hasta llegar a la cama y se lanzó en ella e intento dormir.

Luego de unos minutos daba miles de vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño, no podía dejar de pensar en las palabras, gritos, en los llantos de Bárbara que retumbaba en su mente sin dejarlo tranquilo y se incorporó en la cama.

Ahora sí que comprendía las actitudes de ella cada mañana en esos últimos días juntos, él hablaba en sueños.

¿Acaso no podía dormir con la boca cerrada?

No, era imposible.

Y ahora ya era tarde, lo de ellos todo acabó.

Pero lo que no comprendía ahora era, ¿cómo es que soñaba con Marisela si ahora no la puede ni tocar? ¿qué era lo que realmente sentía antes de aquel rompimiento con Bárbara?

¿Sólo era una clase de fantasía tal vez? ¿deseo? ¿qué?

No estaba seguro de que tan enamorado estaba de Bárbara y ahora que ya no eran nada, ¿sabe que ella es el amor de su vida?

No, no tenía respuesta alguna y eso lo volvía intranquilo.

Doña Bárbara: Otra Vida (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora