Luz de esperanza

30 7 12
                                    


El una vez comandante de los muertos se trasladaba por la parte más brillante de la ciudad.

La particularidad más resaltable del Barrio de los Luceros era, definitivamente, la cantidad de marchas que en sus calles se producían. Magos de luz de diferentes ideas políticas, variadas brújulas morales y demasiadas intenciones homicidas pedían por la censura y destrucción de sus adversarios. Y a nadie le importaba. Eran así, por algo tenían su propio lugarcito en la ciudad. Cuando se descontrolaban y empezaban a montar fabricas de objetos de aseo personal, el gobierno intervenía. Animales, así eran considerados por la mayor parte de la sociedad. Y ellos se creían reyes. La misma sensación de superioridad que colmaba a los manipuladores de sombras actuaba en ellos, solo que unida a la rabia y el odio irracional. No eran fríos, no eran calculadores. Incluso tenían prohibido votar.

No obstante, recibían a la gente que venía desde fuera con una amabilidad imposible de creer. Sabían que no tenían que atacar a quienes les dejaban mantener su estilo de vida.

Un caballero de brillante armadura llenade simbolos de odio se acercó a su automovil mientras él esperaba a que cambiara el color del semaforo. S equitó su casco protector y miró al nigromante con interés.

—Eres del color de piel correcto, hazme el favor de comprar una mujer en nuestro mercado y tener bellos hijos.

Entonces se escuchó un balazo y el tipo cayó muerto, con un lindo orificio en su cabeza. Grasnel no se inmutó, no era la primera vez que transitaba por aquél lugar.

Con presura otro individuo se acercó a su ventanilla. Este no se preocupó por dejar su cerebro desprotegido

—No creas que esta sabandija nos representa, nosotros creemos que hombres y mujeres son iguales. Si eres homosexual o necesitas esclavos, también tenemos machos disponibles.

Entregó una tarjeta de presentación y continuó con su propaganda en el siguiente vehículo.

Grasnel observó el papelito. Hasta tenía fotos de algunas niñas en oferta. No le causaba asco, repulsión. No, le causaba asombro. ¿Cómo podían mantener una red de trata de personas con precios tan bajos? Las niñas debían comer, vestir ropa presentable... no era mucha diferencia con administrar un negocio de venta de cadáveres, en el que se reemplaza el gasto en comida por inversiones en métodos de conservación. El tráfico humano requiere una cuota de mantenimiento elevada, que no coincidía con los precios de esas esclavas.

Salió de su trance cuando el semáforo se puso en verde: estaba a unas pocas cuadras de la Escuela De Supremos Amos De Las Artes Taumaturgicolumínicas. Deseaba que pudieran ayudarlo a encontrar a su hijo. La posibilidad lo hacía sonreír. Sentía que la perdida necromancia estaba a milímetros de distancia.

El universo quería reír. En parte porque en los lugares más oscuros de internet había un nuevo video de gatos errando cálculos de distancia.

La universidad era... magna. La gente llena de odio suele construir cosas hermosas, porque deben ser mejores que las del enemigo.

Las rejas marfiladas, las paredes similares a un sol... todo se armonizaba para decirles a las sombras que no eran bienvenidas en tal lugar.

Un viejo estaba junto a la reja de entrada, esperando a alguien.

Grasnel estacionó y se acercó al sujeto con cautela. No cerró el automovil con llave, los magos de luz no eran ladrones. No tiene gracia robar lo que puedes vandalizar para empujar tu agenda.

Esperando a Grasnel.

—Me informaron que un nigromante quería visitar nuestras instalaciones. Sea bienvenido, pase, quédese un rato. Si gusta , elija un enemigo y quédese toda la vida.

Lo que uno hallaba en la mirada del anciano no era malicia. Era más bien un interés a medio filtrar. Veía a Grasnel como un potencial aliado. Como un hombre disimulado puede ver a una soltera en edad reproductiva cuyos genes son los adecuados.

—Mi único interés es encontrar a alguien. Sospecho que pudo haber estudiado aquí.

El semblante del viejo se llenó de amargura. Estaba obligado a ofrecer ayuda, negársela a un practicante de la disciplina que hace girar el mundo no es correcto. El hombre era capaz de odiar a la mismísima existencia. Mas, cuando fuera a dormir, la vocecilla de la consciencia le taladraría la cabeza si actuaba en contra de sus valores morales.

—Si estudió en nuestras instalaciones, está en los archivos. Si está en los archivos, puedo, con el poder que me confiere ser rector, pedirle a alguien que los consulte desde aquí. Pero debo insistir en que recorra nuestra universidad, lo peor que encontrará es una secta de fanáticos extremistas de Nightwish que juraron matar a todo el que ose decir que existe la banda luego de la partida de Tarja. —Bajó la cabeza y la movió con ligereza de lado a lado— . Los jóvenes de hoy no saben por qué luchar...

Grasnel asintió. En sus días de juventud, recordaba que la contienda era entre fanáticos de diferentes bandas, no de la misma. Cada tanto se leía en los diarios cómo una guerra entre seguidores de Lilapichopteridae y de Ascuas de una pasión causaba muertos en cantidad. Y él aprovechaba la baja en precios de material de trabajo.

—Me encantaría tomar el tour, pero me temo que tengo el tiempo en contra. Si algún día vuelvo a pasar y estoy disponible, me encantaría.

El rector gruñó con ligereza, sacando su celular del bolsillo. Sin despegar la vista del aparato, preguntó el nombre de la persona a buscar.

—Mi hijo, Jasdu Cyan. Escapó de casa hace años y...

El rector le indicó que se callara. Realizó la llamada y, luego de entregar los datos, hubo silencio.

El universo quería reír. Y esta vez el desgraciado no era un gato.

Sin mediar palabra Grasnel volvió a su vehículo. Otra vez la esperanza se moría en sus brazos. Estaba a milímetros de la felicidad, pero había olvidado que él era el equivalente a una bacteria. 

La obligada felicidad del nigromanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora