De nuevo en su casa, el maestro de nigromantes se dejó caer en su silla preferida. Adolorido y con espinas clavadas en los brazos, lamentaba no haber acatado las órdenes del puteapastos. Desobedecer a alguien capaz de comandar las plantas mientras uno se encuentra en medio de un bosque es una idea tan brillante como un trozo de carbón en el fondo del mar. Más si no se está dispuesto a matar gente.
Lloraba mientras con dificultad se arrancaba una espina de la muñeca. Sanarían, las lastimaduras sanarían. Es lo bueno de las heridas de la carne: siempre sanan a tiempo. O, si te matan, se ahorran la necesidad. Como decía un gran curandero: no es la bala la que te mata, sino el agujero. Murió intoxicado debido al plomo en sangre luego de demostrar su teoría por milésima vez.
Encendió la radio para prestarle menos atención a sus dolores. La hermosa voz de una mujer angloparlante sonaba en esta, hilando una historia sobre oscuros y profundos pecados, deseos internos y novias de velos ardientes.
Supuso que la banda provenía de algún lugar recóndito de Europa, de esos que nadie quiere visitar sin tres traductores y el quíntuple de abrigos. Seis meses sin luz solar le dan ideas raras a la gente.
Cuando se curara, retomaría la recolección de vida. De noche, esta vez lo haría de noche. Que no lo vieran, que no lo enzarzaran. Las caricias de la madre tierra no le agradaban en lo más mínimo. Tal vez la corona de espinas de Jesús no fue acto de los romanos. Casi tenía la certeza de que el hereje se había embriagado y tallado obscenidades en el árbol equivocado.
Entonces, una idea. Una chispa de ingenio que captó toda su atención, cual si un ataque terrorista hubiera ocurrido en su cerebro. Teorías heridas morían por montones y eran descartadas, con la evidencia deshaciéndose de ellas por medio de los lanzallamas del razonamiento. Su cabeza era totalitaria. Las pocas mentes que son una democracia existen dentro de habitaciones acolchadas.
El contenido de aquel pensamiento era (exceptuando las complicadas mecánicas de transferencia de vida, los cálculos de energía necesaria y otros detalles técnicos que ningún mago tiene en cuenta a la hora de la práctica) simple. La vida para hacer crecer las plantas debía venir de algún lado. Al ser un nigromante, había estudiado la vida como fuerza básica de la magia.
Tenía muy claro a quién recurrir para despejar sus dudas al respecto, así que, con dificultad, se levantó y preparó su mente para realizar una llamada de esas que se desea posponer hasta el propio funeral.
El cielo estaba despejado. El sol mañanero le daba en la vieja cara, burlándose de su corta vida. Y tentando al cáncer de piel. La susodicha estrella es un jefe cruel, y sabe que , en lo que a la mayor parte de la vida terrestre respecta, irse a buscar el calor y al luz de otro cuerpo celeste similar no es una opción. Tampoco es como si hubiera asociaciones intergalácticas defendiendo los derechos de los seres basados en carbono. No. La tiranía solar podía continuar hasta el fin del planeta sin preocuparse por activistas pesados bloqueando vías alienígenas de comercio.
La casa a la que había acudido estaba plagada de enredaderas florecientes. Asumió que eran femeninas: invadiendo cada espacio libre de la fachada, haciendo que la vacía pared se viera bien. ¿No era eso lo que su esposa le había hecho a su vida? dejar solo la cáscara vacía, llevarse las flores y la felicidad. Él incluso recordaba haber revivido un par de rosas en remojo para que durarán más tiempo. A ella le encantaban las rosas.
Sus pensamientos comenzaban a ir a un terreno que no le agradaba, de modo que extendió su brazo vendado y tocó el timbre.
Desde el interior de la casa se escucharon pasos apresurados. Las plantas comenzaron a sacudirse, excitadas como un perro cuando recibe a su dueño luego de un largo día de trabajo.
La puerta se abrió sin mediar palabra. Una cuarentona de baja estatura y cabellos alborotados abrió la puerta. Sus ojeras y movimientos espasmódicos revelaban que, cualquiera fuera la sustancia que su corazón bombeaba, estaba plagada de cafeína.
—HolacómoestástantotiempoPasatomaasiento— soltó con tal velocidad que sus palabras eran casi ininteligibles.
—Buenos días, Minerva, veo que sigues tan... jovial como de costumbre.
—Algunosdoloresyunpocodedepresiónnopodríanconmigonienunputomillóndeaños.
—¿Podrías hablar un poco más lento? Ya no soy tan joven como para seguirte el ritmo.
—Eltiemponosjodeatodosesegranhijodeputa.
—¿Cuántos cafés llevas hoy?
—Tres.Trece.
No se encontraba impresionado. El día que Minerva muriera, pensaba, el cadáver seguiría parpadeando y los dedos tamborileando sobre el ataúd. De hecho, es probable que se levantara a servirse un par de cortados antes de poder descansar eternamente.
—Medijistequequieressaberalgosobremagia.
—Fuentes de vida. Quiero saber si se puede transformar magia en energía vital estable.
Ella lo guió al interior de la casa. Era un espectáculo verde y marrón. Techo y paredes estaban cubiertas por plantas trepadoras de café. Si los hipertensos tenían pesadillas recurrentes, la morada de Minerva era la más aterradora.
—Elprocesoinversoexiste.
—¿Transformación de energía vital en magia?
Entre guiños y tics nerviosos, el maestro nigromante pudo notar un brillo en los ojos de Minerva.
—HeescritolibrossobreeltemaYatealcanzouno.
Corriendo con espasmos y movimientos bruscos e inesperados, ella salió de la sala de estar. El hombre la esperó tranquilo, contemplando las... viñas de café, o lo que fuera aquella abominación.
Retornó de su épica jornada más temblorosa que antes y con un libro entre los brazos, presionado contra su busto (que, a diferencia de las horas de sueño, no le faltaba).
Tomó el libro de las manos de su conocida y leyó el título:
Seres mágicos: un análisis ex... ex...ex...exha... profundo de los medios que utilizan para conjurar.
—TeinteresalapartedelosdragonesAhorafuerademimoradanecesitootrocafé.
Dragones, notas iniciales:
No tengo la más puta idea de dónde carajo salieron ni tampoco es como que me importe. Voy a ir al punto porque las alimañas que escupen fuego me causan jaqueca.
Los dragones, parientes lejanos de otros reptiles mágicos, como las hidras de mar y las temidas ( y extintas) prostitutas camaleón, utilizan dos métodos principales para conjurar .
Al igual que los humanos, pueden extraer poderes de sus emociones. Esto hace que la mayoría de los dragones sean eficientes al extremo en el uso de magia curativa. Sin embargo, durante siglos los eruditos se preguntaron a qué le temían los dragones, buscando la fuente de su avanzada piromancia.
Se hacían la pregunta equivocada. Como otros seres que puedo contar con ... que podría contar si la mano no me temblara tanto ,los dragones usan un recurso hasta hace pocas décadas desconocido: bioenergía bacteriana. Su tracto digestivo es un campo de cultivo para una especie de microorganismos cuya vida puede, con los estímulos adecuados, descomponerse en cantidades increíbles de potencial taumatúrgico. Sacrificando unos miles de bacterias, una lagartija alada puede incendiar toda una ciudad, de ser esa su voluntad.
Si se quiere hacer una equivalencia con un proceso físico, la magia surgida de los sentimientos puede considerarse fisión, y la bioenergía bacteriana fusión nuclear. A cualquiera que no entienda el paralelo, le pido por favor que se eduque un poco antes de volver a mancillar mis escritos con su mirada. O que me invite a un café. Ambos sirven.
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La obligada felicidad del nigromante
FantasyLa magia es una damisela caprichosa. Si se la quiere usar para levantar un muerto, esta solo obedecerá a una persona feliz. Ese simple hecho lleva a Jeuff, un nigromante de clase media, a preocuparse ante la depresión de su maestro, causada por un c...