Prólogo

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Sira observó lo que solía ser la camilla de su madre, preguntándose cuándo todo se fue al carajo ¿Cuándo su vida se había tornado tan extraña? Supo el momento en el que todo cambió al instante. Las imágenes de su madre llorando en el suelo, rogándole a su padre que se quedara, con sus manos acunando su abultado vientre. Intentando proteger a su pequeño hermano, sin perder toda su vida al mismo tiempo. Sira recordó los profundos y azulados ojos de su madre ahogados en lágrimas, mientras rogaba por su amor.

No funcionó. Su padre se fue, junto a su joven y extrañamente multimillonaria secretaria, y nunca más volvió. Nunca más supo nada más de él... excepto la postal que había enviado hace dos días "Siento mucho su pérdida , volveré pronto" Eso era todo, Sira recordó la ira, la frustración que sintió mientras observaba cada milímetro del papel, buscando algo más que tan sólo esa frialdad. No lo encontró ¿Él volvería pronto? Ya no lo necesitaba. 

Sira no necesitaba de nadie, nunca más.

Pero había alguien que sí la necesitaba a ella. Su pequeño hermano. 

Alix Wellington, él también llevaba el apellido de su padre, a pesar que él no dio señales de vida cuando nació. Su madre había tenido la decencia de darle el apellido a la cosa más hermosa e inocente que ambas tuvieron en sus vidas. El último rayo de luz en sus vidas antes de que todo se tornara negro.

Si la falta de su padre le había ensombrecido la vida, entonces la enfermedad y muerte de su madre la había vuelto de un lúgubre y tétrico negro. Un negro tan intenso y profundo que, Sira sospechaba, jamás dejaría de cubrir a su vida. No había luz que pudiera penetrar semejante dolor. 

Las células de su madre habían estado muriendo desde el momento en el cual dio a luz a su pequeño hermano. No había explicación lógica, médica o siquiera mágica sobre semejante desgaste. Algo tan rápido, tan duro, que cada vez que los médicos lograban estabilizar el pobre cuerpo de su madre, la extraña enfermedad daba un golpe aún más duro. Siempre un paso adelante. Se había llevado la vida, la energía y toda su vitalidad, poco a poco, como si de un parásito se tratara.

Hace días, Sira había luchado contra los médicos, para que se detuvieran, no quería que siguieran tratando a su madre como su conejillo de indias. No quería que hicieran ninguna investigación con su cuerpo. Lo había logrado a duras penas, pero estaba satisfecha.

Los profundos ojos de Sira escanearon la habitación, buscando alguna pista, algo que le hiciera pensar que su madre seguía allí con ella. Algo como en las películas, un pequeño guiño de la luz, un jarrón volando sobre su cabeza, algo. Después de todo, ellas no eran normales, sus vidas no podían desencontrarse así.

Pero los minutos pasaban, y la realidad se extendía sobre ella como una manta, mientras el profundo silencio se prolongaba. El silencio del vacío, de la muerte. Un silencio tan eterno como doloroso. 

Suspiró, pensando en todo lo que debía hacer. Iba a retomar su vida, había dejado la escuela para poder hacerse cargo del bufete de abogados de su madre, para cuidarla y cuidar a su hermanito. Pero, ahora, sabía que debía seguir. Debía formarse, prepararse para darle un futuro a aquel bebé que la esperaba junto a su niñera.

La resignación la cubrió cuando se acercó a la mesita de luz, tomando las últimas pertenencias de su madre, una foto de ellas y Alix, su teléfono, y un sobre... ¿De dónde había salido aquel sobre? De pronto, su corazón se estrujó ¿Ella había dejado una carta? 

Se sentó en la camilla y, con las manos temblando, abrió el sobre, leyendo atentamente cada una de las palabras temblorosamente escritas por su madre.

"Sira:

Quizás ésta no sea la mejor forma de decirte esto, mi bebé, sé que todo ha sido difícil. Y lo que viene lo será aun más. No tengo tiempo para explicaciones, o narrarte la historia perfecta. Sé que cuando te dije la verdad sobre ustedes,
prometí que ya no habrían sorpresas. Sé que dije que todo estaría bien, pero mentí.

Sira, tu sangre, y la de tu hermano, tienen un gran valor. Su genética, lo que son, vale mucho. Y tanto tu padre, como mi familia, irán a buscarlos tan pronto como mi tumba esté cubierta de tierra. Jesús, gente peor que ellos te acechan. Debes correr, escapar, salvar a tu hermano.

Por favor, espero que entiendas que no tenía la fuerza para decirte esto en persona. Espero que sepas perdonar, pero debes correr.

Cuida a Alix por mí ¿Sí? Y cuídate. Corre lejos, el tiempo se acaba, y temo que ninguno de los dos podrá sobrevivir a lo que viene si no te apuras.

Vives en mí, Sira, y en mi corazón.

Te ama, tu madre"

Una sola cosa se le cruzó en la cabeza en aquel momento 《Corre

***

Espero que les haya gustado, la verdad es que esta es la primera vez que escribo algo así, por lo que espero que sea de su gusto.

Sweet DecadenceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora