—Por favor, Alix, déjame dormir aunque sea dos minutos —Una cansada, desordenada y ojerosa Sira se encontraba meciendo suavemente la cuna de su pequeño hermano, Alix. Habían pasado dos días desde que llegaron a Isle La Motte, un pequeño pueblo playero, y desde entonces Alix no había permitido que su hermana durmiera más de una hora seguida.
Sira sabía que debía entender la situación, había cambiado la vida del pequeño bebé, lo había sometido a varias horas de viaje en un pequeño avión, pero nada de aquello era su culpa. Ella había hecho lo mejor que una adolescente de dieciocho años podía hacer con un caso como aquel, sin ninguna persona en la cual poder confiar en absolutamente nadie.
Ella sola, sin ayuda de nadie, había conseguido vender todas las pertenencias de valor que tenía a mano y las acciones de su madre en varias empresas, todo para generarse un buen colchón económico, y así poder vivir en paz con su hermano durante una buena temporada sin salir corriendo por dinero en el proceso.
Eran aproximadamente las ocho de la mañana, el sol había chocado con las persianas de su nuevo hogar alrededor de las seis; y desde que las pequeñas motas de luz se filtraron a través de las rendijas de las persianas, Alix no había parado de llorar, acompañando al canto de las aves con sus gritos.
Sabía que hoy sería un día difícil, tenía que dejar al pequeño niño de un año y medio en la guardería del pueblo, el único lugar medianamente confiable en el cual cuidarían a Alix mientras ella terminaba su último año de escolaridad, el mismo que no había podido cursar el año anterior gracias a la enfermedad de su madre.
—Eres completamente odioso —Sira apretó sus dientes mientras, cansada de tanto escándalo, tomaba al niño en sus brazos. Al instante, la pequeña fábrica de gritos quedó sumida en silencio, mientras un par de enormes ojos de un profundo verde la observaba fijamente, una sonrisa infantil cubría los labios de su hermano, mostrando el solitario diente que había comenzado a crecer en sus encías— No vas a comprarme con la mirada de príncipe, bestia, sigo enojada contigo ¡No puedo vivir teniéndote en brazos! —A pesar del reproche, Sira se encontraba devolviéndole la sonrisa al pequeño niño inconscientemente, mientras le susurraba aquellas palabras suavemente.
Sira comenzó a mirar a su alrededor, en busca del bolso que había preparado la noche anterior para Alix y sus cuidados; pero terminó deteniéndose en la habitación en sí, observando la hermosura de su nuevo hogar. La habitación de Alix era una de sus cosas favoritas, desde las paredes revestidas de un suave y profundo azul, la silueta del árbol de la vida sobre su cuna, de la cual colgaban pequeñas hojas y pájaros a su alrededor, hasta los muebles de color crema. Todo era increíblemente adorable y suave... le recordaba a su madre, y eso la hacía feliz, porque había sido una completa casualidad la decoración del lugar, ya que había comprado aquella casa amueblada gracias al poco tiempo con el que contaba.
Con su cuerpo flojo gracias al cansancio, S
se acercó hasta el cambiador de bebés en donde había apoyado anteriormente y lo colgó sobre su brazo, intercambiando el bolso por el bebé.—Veamos cómo te vestiremos, bestia —Sira hizo un par de muecas hacia Alix, quien alzó sus labios mostrando sus bonitas encías de la forma más tierna existente para un bebé— Hoy será un gran día ¿A que no?
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Miró por última vez su la puerta frente a ella, completamente insegura sobre entrar a su primera clase o salir corriendo en busca de su hermano y vivir el resto de su vida como una inadaptada y analfabeta paria social... Sonaba tan tentador en aquellos momentos, que no le importó gastar parte de su tiempo divagando sobre cómo sería aquello.
—Señorita ¿Va a entrar o espera invitación? —Los enormes ojos de Sira rápidamente abandonaron el punto fijo en el que se encontraban para subir hacia la puerta frente a ella, la cual estaba abierta y dejaba ver a un muy enfadado hombre de aproximadamente treinta años. Sin poder evitarlo, sonrió hacia el hombre, pensando lo gracioso que había sonado sus palabras en aquella situación. El alto hombre de cabello castaño observaba fijamente a Sira, casi tratando de comprender por qué sonreía tan felizmente.
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Sweet Decadence
WerewolfPara un licántropo, el imprimarse de un humano es todo problema, pero ¿De una Ninfa? Diablos, Kaled Cox jamás imaginó que su compañera sería Sira, la bella morena asustadiza que se deslizó tan rápido en su pueblo y vida que jamás la vio venir. Él ja...