—Mmm, pulgas, no quiero presionarte ni nada, pero ¿No querías hablar? —Sira se removió nerviosa en su lugar ante la mirada fija de Kaled. A pesar de eso, se preocupó porque su voz sonara juguetona y despreocupada, en serio no quería enfadarlo.
—No puedo pensar contigo oliendo a otro hombre —Gruñó, y ella esperó que él se lanzara sobre ella o saliera disparado a arrancarle la cabeza a Sean.
—Pulgas... —Era lo único que se le ocurría decir en aquellos momentos, la torpeza de Sira era sorprendente cuando tenía que usar las palabras y no el encanto de ninfa.
—¡Deja de llamarme así! Soy un alfa, respétame —Si bien Kaled gritó aquello, no se levantó de su asiento, siquiera se movió, pero sus distintos irises escupían fuego. Sus manos de apretaron sobre sus propias rodillas, probablemente eso era lo único que denotaba su lucha interna— No tienes idea de lo diferente que esto está siendo de cómo lo tenía planeado. Me estoy aburriendo de siempre verte asustada, corriendo, temiéndome como si fuera una especie de bestia...
—¿Y no lo eres? —Lo increpó, molesta porque él cuestionara su accionar. Si tan sólo supiera la mitad de las cosas que Sira había soportado en su vida, cerraría ésa maldita boca.
—¡No! Es decir, si, pero no contigo... nunca contigo —Murmuró rápidamente. Sira observó a su compañero con las cejas profundamente alzadas.
—¿Sabes lo que decía mi madre cuando era pequeña? Que antes de fijarme en alguien, debía ver cómo era con los demás, no conmigo, porque ahí está la verdadera esencia —Sira se odió a si misma por contarle algo sobre su madre, por abrir la puerta al sector de la información personal, pero no pudo evitarlo. Su boca estaba muy fuera de los dominios de su cerebro desde hace años— Y lo que tú muestras, Kaled, es alguien pretencioso, sin límites, egocéntrico y egoísta. Y sólo te conozco hace un par de días, nene. Pero te vi intentando atacar a tu propia hermana, pasando por encima de todo el mundo y usando tu poder como alfa para doblegar a todos a tu voluntad en la cafetería. Observé cómo fuiste capaz de querer destruir y hacer un escándalo en una casa familiar, con una niña adentro. Todo para lograr tu cometido ¿Tienes idea de la mala imagen que me deja eso?
—Es la primera vez que hablas tanto en mi presencia —Murmuró Kaled, y ella quiso golpearlo con la charola de plata que decoraba la mesa ratona frente a ellos ¿Eso era todo lo que tenía para decir sobre lo sucedido? No es que no fuera cierto pero...— Soy egoísta, egocéntrico quizás, sé cómo usar mi poder, y no sé cómo controlar a mi lobo. Pero son justamente esas razones las que deberían hacer que a tu pequeña cabeza de ninfa le entre que jamás —Kaled sonrió, los dientes blancos saludando a la cara de estupefacción de Sira, ésa maldita sonrisa era moja-bragas. Era para debilitarla— Pero jamás, escaparás de mí, nena. Nunca, eres mía, y es tiempo de dejar de correr.
—Soy un ser vivo, Pulgas, ni siquiera los perros tienen verdaderos dueños ¿Por qué yo lo tendría? —Sira se encontraba de pie sobre sus temblorosas piernas, lista para huir a la cocina en busca de paz, hasta que las cosas se calmaran un poco— No te pertenezco, Kaled. Ni a ti, ni a nadie.
Ella se volteó, lista para darle fin a ese tipo de charla; pero Kaled la detuvo al tirar con fuerza de su brazo. Él se encontraba de pie ahora; por lo que ella cayó contra su pecho, siendo él su único sostén.
El hijo de puta la lanzó contra el sofá, dejando caer su cuerpo contra el de ella. Tenía sus muñecas agarradas sobre su cabeza, y el aliento de Kaled golpeando su rostro, su nariz rozando la suya, sus ojos sobre los de ella ¿Cómo podía ser tan cliché? Sira maldijo toda su descendencia mientras él se acomodaba entre sus piernas.
—Mmm, esto es mucho más cómodo que estar sentando en el sofá ¿No lo crees? —Ahí estaba la maldita sonrisa burlona de nuevo, justo a unas pulgadas de su rostro. Sira no pudo evitar ver sus carnosos labios, no eran híper gruesos, pero su color era tan rojo y se veían tan hinchados que no pudo evitar imaginarse besándolo. Mordisqueando su labio inferior... Mmm...
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Sweet Decadence
WerewolfPara un licántropo, el imprimarse de un humano es todo problema, pero ¿De una Ninfa? Diablos, Kaled Cox jamás imaginó que su compañera sería Sira, la bella morena asustadiza que se deslizó tan rápido en su pueblo y vida que jamás la vio venir. Él ja...