Capítulo 10 "¿Libre?"

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El corazón de Sira latió alocadamente en su pecho mientras escuchaba como un reloj imaginario marcaba los segundos que pasaba Kaled en la espera de una respuesta. Sus manos temblaron, casi fallando contra el peso del pequeño bebé que llevaba encima.

Cerró sus ojos ¿Le creería si le decía la verdad? No tenía otra arma, no tenía otra opción que desnudar su secreto, decirle que Alix era su hermano. Contarle que ellos eran híbridos, y esperar que él no los entregue o lo entregue a ningún sitio. Esperar que él crea aquello, que no sintiera celos e hiciera una locura.

Sira abrió su boca, dispuesta a confiar, casi obligada a hacerlo.

—¡¿Qué diablos significa esto, Sira?! —Kaled volvió a gritar, haciéndola pegar un pequeño saltito, y profundizando el llanto del pequeño bebé, el cual ahora comenzaba a sacudirse entre sus brazos, como si intentara escapar. A penas y sabía gatear el malnacido.

—¡No le grites a mi hijo, sabandija peluda! —El grito de Kayla la sorprendió casi al punto de dejarla boquiabierta y balbuceando. Kayla se encontraba de pie, casi lista para lazarse encima de Kaled en cualquier instante. Sira observó la forma en la cual el rostro de Kaled se volvía una mueca sorprendida—. Retrocede, lobito.

Estaba jodidamente salvada.

—Ella... ella es Kay... Kayla, mi... ¿tía? —Tartamudeó Sira, sin saber muy bien qué más inventar. Sí, sonaba creíble, suponía. Meció nerviosamente a Alix en sus brazos, intentando calmar los quejidos nerviosos del bebé, sin éxito... como todo en su vida, claramente— Sí, este... ¡Eso! Kayla es mi tía, lejana...

Los ojos ahora verdes del licántropo la observaban enmarcados por un ceño de confusión. Su cara gritaba "¿Qué demonios, Sira?" Y ella, en cierto punto, lo entendió.

—Sira, sé que le tienes pánico a los bebés pero me cansa que tartamudees cada vez que el bodoque llora —Kayla nuevamente salvó el día, tanto Meghan como Sira la observaron sorprendidas por la calma que aparentaba mantener. Kayla no había movido un cabello desde que el lobo entró, y ahora se encontraba observándolo con sus cejas arqueadas, casi retándolo.

—Sí, tienes razón, sé que es mi primo, pero no me gustan los bebés —Habló por encima del llanto del bebé. Su consciencia no paraba de gritar la palabra "mentirosa", pero ella lo ignoró. Era tiempo de sacar a relucir sus paupérrimos dotes actorales y hacer de cuenta que aquella cosa en sus brazos era lo que la ponía incómoda verdaderamente.

Cuando Kayla tomó a Alix, quien comenzaba a largar lágrimas por alguna razón, bajo la atenta mirada lobuna de Kal. Sira se sentía como una presa, siendo medida y leída por él, no tenía ni la más puta idea de qué pasaría.

—¿Es tu primo? —Preguntó, mirándola a los ojos fijamente sin ninguna expresión. Sira asintió, tragándose la culpa por mentirle. Extrañamente, la expresión de Kaled sólo se relajó un poco, pero permaneció con sus facciones ligeramente agudizadas, como si estuviera el borde la transformación— ¿Por qué no me dijiste que tu familia vendría...?

—Sí, es mi primo, Alix —Murmuró en voz suave y baja, como si eso lo mantuviera tranquilo— Te conozco hace una semana, puedes seguir soñando con que voy a dejarte controlar mi vida o darte mis horarios. Kayla vino a visitarme para saber cómo estoy con todo esto de la mudanza, pero ya se iba, junto a Meg.

De pronto la seguridad volvió a su voz, haciéndola sonar más convincente.

—Sí, yo debo irme, ustedes parecen tener de qué hablar y Amber debe estar hambrienta —Meghan fue la primera en levantarse, temblando bajo la inspección del alfa. Tomó la bandeja en donde trajo sus galletas y observó a Kayla silenciosamente. Ésta no movió un músculo.

Sweet DecadenceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora