Capítulo 20 "¿Verdades?"

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Sira mantuvo sus ojos cerrados cuando los labios del licántropo abandonaron su boca. Joder, se sentía en llamas, podía sentir el sudor lamer su piel, el calor de sus cuerpos la sofocaba. El ambiente a su alrededor era casi eléctrico. Los ojos de Kaled la observaban de una forma tan hermosa, la belleza en ellos reflejada en pasión y lujuria, mientras la comía con la mirada.

—Amo tus labios —El largo y grueso dedo índice del licántropo acarició ligeramente su labio inferior. Ambos se encontraban con sus labios hinchados, rojos, casi irritados por la cantidad de tiempo en la cual se mantuvieron ocupados. Sira podía sentir un ligero cosquilleo en ellos, probablemente porque la sangre comenzaba a circular en ellos normalmente después de mucho tiempo— Adoro besarte.

—A mí también me gusta, Pulgas. Quizás demasiado —Sira deseó, por décima vez en el día, el tener sus manos libres, pero Kaled había sido firme con la idea de mantenerla atada al cabezal de la cama. Para él, era la mejor manera de que ambos obtuvieran lo que quisieran. Ella, sus besos; él, sus respuestas.

—Te di tus besos, te di tu tiempo... ahora quiero mis respuestas —Kaled se mantuvo en la posición que estaba antes, a tan sólo centímetros de su rostro, sosteniendo su peso a unos centímetros de su cuerpo. Toda su atención fija en ella— ¿Qué haces en un pueblo como este, Sira? Estás sola con tu tía y un bebé, del cual nunca hablaste, pero ¿Dónde están tus padres? ¿Tu familia? ¿Por qué venir a un lugar como este?

Sira tragó, cerrando sus ojos. Demonios, no quería mentirle, pero tampoco podía decirle la verdad. Estaba en una encrucijada. Verdaderamente daría todo por volver el tiempo atrás, si ella hubiera sabido lo dulce y bueno que podría ser el licántropo, jamás se hubiera comportado así. Sí, él era un animal, un imbécil y a veces podía ser un dolor de culo... bueno, casi siempre, pero no era como su madre le había enseñado. No era una bestia sedienta de sangre, no era alguien violento, Kaled jamás había intentado tocarle un pelo. Kaled jamás intentó dañarla, nunca, no importaba cuánto tirara de la cuerda.

Sira se había dejado llevar por las viejas leyendas, por las viejas historias que su propia madre le había narrado. La habían preparado para escapar de cualquier cosa que se interpusiera en su camino, su madre le había hablado sobre los compañeros, sobre el día que ella encontrara el suyo. Le había dicho que no debía acercarse, le había advertido sobre perder su libertad, su esencia.

Pero Sira no sentía aquello con Kaled, al menos no en aquellos momentos. Sabía que Kaled no le haría daño, no adrede... Pero, aquello no aseguraba la vida de su hermano. Sí, estaba confiando en Nox, pero aquello no era una puta opción, no era algo que ella hubiera podido evitar.

Sira suponía que era por esas razones, que ella pronunció las siguientes palabras.

—Mi madre está muerta, Kaled, murió dos días antes que yo viniera aquí. Mi padre, me abandonó, nos abandonó, cuando mamá más lo necesitaba —Ella cerró sus ojos, asustada de seguir hablando, de darle demasiada información. Hoy no le daría toda la verdad, pero no mentiría tampoco. Sólo cuidaría la cantidad de información que le daría— Creo... que mi padre me busca, o eso pensaba. Por eso estoy aquí, no quiero ser encontrada, Kaled. No quiero que nadie sepa que estoy aquí, quiero empezar de nuevo. Y este pueblo fue la cosa más perfecta que encontré.

El guapo rostro de Kaled se arrugó en comprensión, su guapo rostro se mantuvo en calma mientras procesaba la información.

—¿Por qué siempre corres lejos de mí, Sira? —Algo le decía que él había mantenido esas preguntas en el fondo de su mente durante muchísimo tiempo. Probablemente, recién encontró el momento para expresar cada duda en aquel momento.

Sweet DecadenceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora