El Norteño - POV Meela

26- Mamá

Está hirviendo, gruñendo como loco. Creo que está tratando de evitar lastimarme gravemente.

El grupo nos mira con incredulidad, con los ojos muy abiertos ... temerosos. Acabo de golpear a su Alpha delante de la manada entera y de los miembros de la manada que visitan. Me estremezco, sabiendo que fui demasiado lejos. No tiene otra opción que entregarme a la justicia del Alfa.

Mi cabello sopla alrededor de mi cabeza cuando el viento se levanta, trayendo un escalofrío al aire.

-"Meela, te dije que nunca me avergüenzes de nuevo, pero no me escuchas, no me tomas en serio." Su voz es inestable con rabia reprimida.
-Thomas, coge el látigo.

Puedo escuchar jadeos, mi propio latido acelerandose. No puede hacer eso. He visto a mi madre azotar a una hembra antes, así que entiendo su intención mortal. Pero la gran falta de respeto que le he mostrado tiene que ser castigada. Todos las manadas tienen un látigo sólo para estos tipos de infracciones.

-"Hermano." Thomas está al lado del norteño, susurrándole.

-"!Dije. Coge el látigo!". Era una orden, una demanda gritada.- "Tienes que mostrarme respeto, Meela, tu conducta no es tolerada aquí, tu insolencia es como el cáncer, va a empezar a extenderse hasta que todo el mundo ya no me respete, tiene que ser detenido. Esto será un recordatorio para ti y para todos lo que me desafíen." Agarrándome el brazo, me arrastra de vuelta al palo al que estaba encadenada durante tantos meses.

Trato de alejarme, cavando mis talones en el suelo. -"No hagas esto"

-"No me digas qué hacer." Su aliento golpea mi rostro con una ráfaga de furia caliente.

-"!Arrodíllate, Meela!" Me tira del brazo con fuerza y ​​me pone de rodillas.

Tomando la cadena que está unida al poste, envuelve mis muñecas apretadas alrededor de la madera, así que mis brazos están abrazando el poste viejo y grueso.

La plata atando mis muñecas está caliente contra mi piel, impidiéndome cambiar a mi forma de pelea.

Un profundo temor se ha instalado, sacudiendo mi cuerpo. Puede olerlo en mí.

Se agacha para alcanzar mi oído y susurra, -"Deberías tener miedo."

Mientras miro a los miembros de la manada, veo empatía e incredulidad en sus ojos. Miro fijamente el látigo que Thomas empuja en la mano del norteño. Su hilo plateado contrasta con el viejo cuero gastado manchado de sangre. Sacude la cabeza con asco, y después de lanzarme una mirada de compasión, se aleja de nosotros, manteniendo a Sophie apretada a su lado.

Miro a Sophie mientras las lágrimas caen por su mejilla, y ella se aferra a Thomas. Está tratando de protegerla de la vista que verá.

Siento la camisa de mi espalda romperse. El desgarro de la tela imita mi corazón.

-"Meela, esto es para enseñarte a pensar antes de actuar, que esto sea una dura lección para todos aquí, compañera o no, ¡nadie me desafía!"

Está mirando a todos a los ojos, desafiando a cualquiera a hablar. Nadie hace nada. El silencio es misterioso. Sólo se oye el viento que cruje las hojas morenas del suelo.

Oigo la aguda grieta del látigo antes de golpear mi piel desnuda. Siento su dolor impactante hasta los dedos de los pies.

-"Aprenderás a escuchar."

El sonido crujiente golpea mis oídos antes de que la picadura penetrante de la plata queme mi carne. Me estremezco con la fuerza del golpe. Apretando fuertemente mi mandíbula, me niego a hacer un sonido. Es la terquedad en mí que me hace desafiante hasta el final.