Después de ese episodio en mi casa no volví a ver a Thomas hasta el lunes en el colegio en donde lo vi como nuevo sin un rasguño, como era de esperar ni siquiera me miró, ni mucho menos me dirigió la palabra. Empezaba a sospechar que me ocultaba algo, pero como no era nada más que su compañera de colegio no podía pretender que me dé explicaciones.
El miércoles salimos temprano del colegio porque el profesor de artes faltó, Elise se quedó dormida y me mandó un whatsapp avisándome que no iba a ir por dos horas miserables, como todos eramos mayores de dieciocho años nos pudimos retirar sin problemas. Cuando llegué a la parada no lo vi a Thomas hasta después de unos minutos que pasó por enfrente mío con Milo, el chico de tatuajes. Me miró mal y siguió su camino sin volver a mirar atrás. Me puse a pensar si los seguía o mejor no, la intriga me mataba así que los seguí. Los chicos no eran estúpidos, se daban vuelta cada dos segundos para ver si alguien venía detrás de ellos, caminaron hasta la entrada del bosque. Dude en si debería seguirlos hasta ahí o meterme en el bosque para seguir investigando, mi lado aventurero se activó así que los seguí hasta que los perdí de vista.
Eran las once de la mañana cuando intentaba salir del bosque pero parecía que con cada metro que daba más me adentraba en el, los ruidos de los insectos me daban terror y no podía encontrar la maldita salida. ¿Quién me mandó a meterme en esto? Empecé a correr desesperada porque me sentía encerrada por más que esté al aire libre hasta que me tropecé con una rama y me caí raspándome las palmas de las manos, el dolor hizo que pegue un grito del cual me arrepentí a los segundos. Un lobo de ojos negros con el pelo blanco, impecable, me miraba a unos dos metros de distancia quieto, mis manos empezaron a temblar y comencé a ir hacia atrás haciendo que se me claven más ramitas en las manos, tenía tanto miedo que el dolor no me importaba. El lobo caminaba lentamente hasta mi lugar, las lágrimas caían de mis ojos como cascadas.
-Shhhh, quédate quieta Emma.- Susurró una voz a mi costado, que hizo que mire rápidamente hacia él. Me tranquilicé al ver que era Thomas, vio el terror en mis ojos y para tranquilizarme sonrió. Cuando volví a mirar en la dirección donde estaba el lobo me sorprendí al ver que ya no estaba más. Me levanté rápido, corriendo me acerqué a mi compañero y lo abracé con todas mis fuerzas posibles.
-Thomy ya sé quien...- Habló una voz masculina a mis espaldas, me giré con miedo pero suspiré cuando reconocí los interminables tatuajes de Milo. Él me miró sonriendo, Thomas carraspeó creando un ambiente de incomodidad.
-Sí yo también ya sé quien nos seguía.- Dijo con una notable molestia en su voz. Me miraron los dos a mí y sonreí nerviosa.
-Es que...- Traté de explicarme aunque no sabía que decir.- Quería hablar con vos pero me ignorabas.- Al fin logré modular después de unos minutos mirando a Thomas echándole la culpa de todo. Milo largó una carcajada que sonó haciendo eco en todo el bosque.-¿De qué te reis?- Pregunté molesta.
-No de nada, es que sos increíble. Vos sola te animas a seguir a Thomas.- Miré a Thomas en busca de una respuesta y él solamente levantó los hombros negando con la cabeza.
Ellos empezaron a caminar sin mirarme, lo único que hice fue seguirlos. Cuando salimos del bosque mi compañero se decidió por hablar.
-Milo acompáñala a la casa, yo tengo unas cosas que hacer.- Sonó un poco brusco, su amigo sonrió y pasó su brazo por mis hombros.- Espacio personal O'Brien.- Thomas lo miro serio, pero su amigo se rio provocando mi risa también.- Nada de contacto físico. Emma vigílalo.- Estaba muy serio pero con Milo no podíamos dejar de reír.
-¿Sin contacto visual tampoco?- Preguntó su amigo haciendo que yo vuelva a reír.
-Por favor.- Dijo Thomas dándose la vuelta y yéndose por el lado contrario al que nosotros debíamos ir. Empezamos a caminar en silencio sin mirarnos, hasta que él se rió por algo que vio en su celular, lo guardó y al final se decidió por hablar.
-Justo él te tuvo que tocar como compañero.- Negó con la cabeza metiendo sus manos en los bolsillos de su jean azul oscuro. Lo miré confundida a lo que él respondió.- De clases Emma.-
Seguimos caminando por un largo rato, todo iba normal hasta que me tropecé con la vereda y antes de llegar a tocar el piso, Milo, con una velocidad inhumana, me levantó como si no pesara ni dos kilos. Lo miré sorprendida, me dejó en mis dos pies de nuevo, doblamos y llegamos a mi casa. Después de despedirnos entré, mire el reloj de mi celular, ya eran las doce del medio día así que me puse a cocinar porque dentro de poco llegaba Elise. Mi mejor amiga llegó media hora después sin dejar de lado lo que la caracteriza: la impuntualidad, lo que me sorprendió fue que con ella trajera dos potes de helado así que me prepare mentalmente para escuchar sus problemas amorosos.
Nos pasamos toda la tarde hablando de chicos, le conté que conocí al amigo de Thomas y resulta que Milo ya se había encargado de pasarle su número el día de la plaza, ella no lo pensaba llamar porque seguía enamorada de Brandon. Cuando le hablé de los comportamientos extraños, tanto físicos como personales, de los dos chicos Lise me ignoró por completo diciéndome que estaba loca y veía cosas donde no las había. A las nueve de la noche llegó a casa Lucas así que pedimos una pizza para jugar a la play, Lise, él y yo. Después de estar dos horas sin movernos del sillón, me levanté para irme a dormir. Estaba cansada por haber caminado tanto en el bosque. Me bañé, me puse el pijama y trate de dormir lográndolo a los diez minutos con éxito.
Estaba en una habitación casi oscura de no ser por los destellos de luz que entraban por las ranuras de la ventana, quise levantarme pero era imposible, no podía moverme. Estaba paralizada, literalmente, no podía ni hablar. La puerta se abrió y escuche pasos viniendo hacia mi dirección, quise levantarme pero como dije antes: era imposible. Una mano acaricio mi rostro mientras yo tenía los ojos cerrados para tratar de desaparecer de allí, los abrí bruscamente encontrándome con el rostro de un hombre un poco anciano con ojos negros que me miraba con deseo. La repulsión que sentí en ese instante logró que la bilis subiera por mi garganta, aquel hombre no dejaba de tocarme y yo internamente gritaba pidiendo ayuda en mis pensamientos.
-No recordaba que fueras tan hermosa Abigaíl.- quedé impactada al escuchar que dijera mi segundo nombre porque nadie, excepto mi familia y Lise, lo sabía.-Tu olor me embriaga.- Se acercó para poner su nariz sobre mi cuello, olió mi aroma, ese comportamiento asqueroso que este viejo estaba teniendo conmigo me estaba desesperando. Giré los ojos para todos lados intentando ver qué es lo que me tenía paralizada pero no hubo caso.-Te dejó sola un minuto y yo pude aprovecharme de vos rápidamente hermosa.- Volvió a hablar el bastardo. Cerré los ojos con fuerza cuando él comenzaba a desabrochar los botones de mi jeans.
Me levanté sobre saltada de mi cama, Lucas me miraba confundido y preocupado desde el costado de mi cama, lo abracé. Puso sus manos en mi cabeza mientras intentaba calmarme pero no era suficiente, estaba muerta de miedo, no puedo explicar el miedo que sentí mientras estaba en esa terrible pesadilla.
-Tranquila Emma, solo fue un mal sueño. No dejabas de gritar, me asustaste.- Dijo él tratando de consolarme.- Shhhh, tranquila fea.- Ese comentario me hizo sonreír. Miré mi celular después de que mi hermano me soltó, las tres y media de la mañana.
-¿Te acostas conmigo hasta que me duerma?- Supliqué al engendro que tengo como hermano poniendo cara de perrito.- Por fis.- Dije alargando la i.
-Está bien, como en los viejos tiempos. ¿Te canto una canción también?- Sonreí por el recuerdo de cuando éramos niños y teníamos miedo, dormíamos juntos mientras cantábamos canciones que la abuela nos enseñaba. Me quedé dormida enseguida, cuando me levanté mi hermano ya no estaba así que aproveche para bañarme y prepararme para ir a la escuela.
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No es lo que parece.
FantasyTodo parecía ir normal en la vida de Emma. Hasta que un día se ve obligada a reconocer que su vida no era para nada normal comparada con la de otras adolescentes. Al conocer a Thomas su historia dio un giro de ciento ochentas grados iniciando así la...