Sentado en el sillón hablando con mi mamá, que al parecer había llegado temprano como nunca, estaba Matt. No podía creer lo que estaba viendo así que cerré los ojos tratando de pensar que solo era mi imaginación pero al volverlos a abrir él seguía ahí. Muy cómodo en mi sillón tomando un té con mi mamá. Genial. Alguien va a morir hoy y se sortean dos por uno.
Matt es mi ex novio, el único que tuve. Aunque nuestra relación duró solamente tres meses él me hizo la vida imposible durante ese poco tiempo. Todo porque no quería tener relaciones con él. Es dos años más grande que yo, tiene ojos color miel es apenas cinco centímetros más alto que yo y tiene el pelo rubio oscuro. No puedo creer que es lo que le vi a este imbécil.
-Hola Emem.- Ese apodo estúpido que me puso el idiota sin cerebro este. Lo vuelvo a escuchar y juro que lo prendo fuego.- ¿Cómo estás? Tanto tiempo.- La miré a mi mamá en busca de una explicación que yo sabía que no me iba a dar. Lo fulminé con la mirada y contesté sin mover los dientes porque los estaba apretando.
-¿Qué haces acá?- Su sonrisa se ensanchó, quería escupirlo.
-Soy el nuevo socio de tu mamá, así que me vas a ver seguido por acá Emem.- Lo único que podía imaginarme era su cuerpo prendido fuego. El fuego empezó a ser lo único en lo que pensaba mientras lo miraba fijamente. No podía salir de mis pensamientos porque tenía mucha ira encima. Cuando mi mamá empezó a gritar ahí pude salir de mi estado de shock y ver que se le había empezado a prender fuego la remera. Me asusté inmediatamente, salí corriendo, subí las escaleras y me encerré en mi habitación. Sentía algo tibio salir por mi nariz, me toqué y cuando me miré la mano tenía sangre. Fui al baño, puse la cabeza hacia arriba mientras intentaba buscar algodón para ponerme. Sonó mi celular que estaba en mi campera pero no le di importancia, encontré el algodón, al fin pude ponérmelo en la nariz mientras iba a sentarme a la cama porque me sentía un poco mareada. Después de un rato saqué mi celular, tenía diez llamadas perdidas de Thomas. Le mandé un whatsapp para ver qué había pasado y a los cinco minutos me llamó.
-Emma. ¿Estás bien?- Sonaba preocupado, pero yo sabía que si le mentía se iba a dar cuenta.
-Thom...- Hice una pausa para suspirar.- No, no estoy bien. ¿Podes venir?- No sé si era una buena idea pero fue lo único que pude decir.
-En veinte minutos estoy ahí.- Cortó, ese era tiempo suficiente para poder darme una ducha mientras intentaba no pensar en nada. Cumplió con su palabra y a los veinte minutos exactos tocó el timbre. Escuché la voz de mamá interrogando quién era, subió las escaleras y golpeó mi puerta.
-Emma te busca un chico.- Habló detrás de la puerta sin abrirla. Sabía que era una lucha interna en ella por saber cómo estaba pero no quería ni escucharla.
-Decile que suba.- Mi tonó de voz era neutro, porque no quería que me escuchara débil. Pasaron unos cinco minutos hasta que escuche pasos en el pasillo y después llamó en la puerta.-Pasá.- No tenía ánimos de levantarme así que simplemente me quedaba esperar a que entrara.
Thomas entró a mi habitación mirando cada parte de ella buscándome porque no estaba en mi cama. Cuando me encontró frunció el seño al verme sentada abajo del escritorio.
-¿Qué haces ahí Em?- Sabía que en algún momento le iba a tener que contar esto, pero no pensé que iba a ser tan rápido. Fue un día lleno de emociones y sustos, me sentía aturdida por todo lo que estaba pasando.
-Es mi lugar seguro.- Susurré mientras levantaba los hombros.- Acá nadie puede encontrarme, es algo así como un lugar de refugio cuando tengo miedo.- Sonrió de lado negando con la cabeza hasta que se sentó enfrente mío.
-¿Qué pasó?- Puso sus manos en mis rodillas esperando mi respuesta. Suspiré dispuesta a hablar.
-El idiota que estaba abajo con mi mamá es mi ex novio.- Sus ojos se volvieron oscuros mientras apretaba mis rodillas.- Hace como dos meses que no lo veía y...- dudé en seguir hablando así que cerré los ojos en busca de calma. Suspiré y continúe.- Me imaginaba su cuerpo prendido fuego... hasta que eso pasó. Su remera empezó a largar humo Thomas.- Me miraba fijamente, pasó sus dedos por mis mejillas limpiándome las lagrimas que caían solas.- Mis pesadillas se están haciendo realidad.- Estaba confundido buscando alguna explicación lógica para lo que le estaba contando.- Sé que debes pensar que estoy loca, pero yo lo hice. Yo lo quise incendiar.- Dije lo último en un susurro casi inaudible. Él se levantó y me dio su mano para que yo haga lo mismo, cuando estuve parada me abrazó acariciando mi cabeza.
-Vamos que te quiero mostrar un lugar.- Dijo luego de estar unos minutos abrazados. Salimos de mi habitación, no se escuchaba ni un ruido así que supuse que mi mamá se había ido. Cuando llegamos a la cocina había una nota pegada en la heladera, la ignoré y salimos a la calle donde el viento me impactó, ya estaba anunciando la proximidad del otoño. Caminamos hasta una casa bastante grande, ubicada en uno de los mejores barrios del conurbano.-Llegamos, esta es mi casa.- Me puse nerviosa inmediatamente, él se dio cuenta y me regaló una de sus sonrisas de lado mientras abría el portón para que pasemos. Cuando entré a la casa sentí que mi garganta se secaba por tantos lujos que tenía, las paredes de un color blanco impecable, sin una mancha. Los cuadros con lunas y paisajes hermosos. El piso de madera que rechinaba mientras nos adentrábamos más y las increíbles estatuas que adornaban algunos rincones dejando todo a la perfección. No podía evitar mirar todo con detalle, caminaba cuidadosamente mientras Thomas me guiaba a lo que suponía que era el living, cuando pasamos levanté las cejas asombrada, era dos veces más grande que el mío. Tenían un smart tv de cuarenta pulgadas con parlantes enormes y un sillón para dos personas color negro con una mesita en el medio de éstos.
-Wow... es increíble.- Fue lo único que pude decir mientras el miraba mi reacción divertido.
-¿Querés algo para tomar?- Asentí porque tenía la garganta seca. Él se fue por otra puerta y aproveche para mirar los cuadros que estaban en un estante con detenimiento. En uno se encontraban dos nenes casi idénticos con una mujer de al menos treinta años de edad en una playa, la felicidad que desprendían sus sonrisas hicieron que yo también sonría. En otro cuadro estaban los mismos nenes con una nena un poco más grande que ellos, mirando con detalle su pelo rubio y sus ojos azules me di cuenta de que era idéntica a la chica que vi con Thomas en el shopping. Escuche sus pasos asomándose hacía mi pero no le di importancia, seguí mirando las demás fotos donde aparecían tres nenes y una nena abrazados con trajes de baño. Sonreí por lo tierna que era esa imagen aunque no lograba distinguir cual era Thom en ninguna de ellas.
-Son fotos de mis hermanos.- Dijo cuando llegó a mi lado ofreciéndome un vaso con gaseosa.- En las que aparezco yo están en otro lado.- Susurró tranquilamente. Escuchamos un carraspeo que nos hizo dar vuelta rápidamente, un hombre de unos cincuenta años aproximadamente nos miraba serio. Sus ojos verdes como los de Thomas eran completamente oscuros, daba miedo.
-Hola hijo.- Me ignoró totalmente haciéndome sentir incomoda inmediatamente. Bajé la mirada mientras Thomas nos guiaba hasta estar más cerca de su papá.
-Hola papá, ella es Emma una amiga.- Los ojos del hombre se posaron en mi aunque en ningún momento suavizó su rostro.- Em, él es Alexander, mi papá.- Sonreí tratando de parecer amable y le tendí mi mano.
-Mucho gusto señor, espero que no le moleste que haya venido.- Susurré esperando que el estreche mi mano, lo que no hizo y la bajé lentamente avergonzada.
-Thomas sabes que no podes traer extraños a casa.- Su tono autoritario me erizó la piel.
-Papá, ella es de confianza no te preocupes.- Si las miradas mataran Thom ya hubiera asesinado a su papá por la forma en que lo miraba.- Vamos a mi habitación Em, te quiero mostrar algo.- Dijo luego de una guerra de miradas con su papá que él termino cediendo mirando hacía mi.
-Mucho gusto señor, permiso.- Dije mientras me daba la vuelta para seguirlo a su hijo escaleras arriba. Había muchas puertas en el pasillo donde las escaleras nos llevaban. Caminamos hasta el final de éste y él abrió la puerta de la derecha con una llave que sacó del bolsillo de sus jeans negros. Quede totalmente asombrada por lo que vi apenas se abrió la puerta.
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No es lo que parece.
FantasyTodo parecía ir normal en la vida de Emma. Hasta que un día se ve obligada a reconocer que su vida no era para nada normal comparada con la de otras adolescentes. Al conocer a Thomas su historia dio un giro de ciento ochentas grados iniciando así la...