Voy a representar mi idea de tu querido mundo, sus efectos, sus acciones y lo que dichas significan en un descampado que te decidió recibir al visitar mis lares. Diría que esto será algo como una alegoría y bien no sé mucho del tema intentaré ser lo mas claro que pueda.
Entraste en esta colina, pisaste el césped verde y esponjoso nutrido por una lluvia que a pesar de no ser seguida es constante, por rayos de sol que intercambian turno con esas nubes y caminaste por mis tierras como una doncella inocente. Inocente pero no fuiste, porque mi mirada al instante sedujiste, tus pisadas huellas dejaron en ese césped que de no ser tu ni se habrían inmutado. Pero joder si se inmutaron que tu tacto de tan fuerte y repentino jamás olvidaron. Temblaron ese día los árboles, temblaron ese día el sol y las nubes pero un temblor como ese no habría sido si no provocado por un sentimiento como el de quererte. Las costas se callaron, el viento te temía, a tus pasos empezaron a acogerte mil veranos, el césped ofreció su comodidad a tu tacto, el viento empezó a rozarte con leves gestos jugando con tu pelo. El sol tímido de tu mirada, medio asomó su cuerpo, tras una nube para deleitarte con algún rayo y así acompañar al viento en sus caricias sobre tu piel de tal suave tacto. No es sin embargo esto lo que mi mente más honró. Mas bien se honra tu constancia, que a pesar de llover o nevar, en ventiscas o en frío tajante te sigo teniendo en mi reino como el primer día que lo pisaste. Valiente permaneces en un sitio cuya pertenencia es ahora de dudable procedencia y yo a mi vez quieto contemplando como creces en mi ser a lo largo de todo momento sin atreverme a pestañear no vaya a ser que me pierda una de tus sonrisas. Y yo, una vez caído por tu hechizo poco puedo hacer si no me entregase por completo a tu destino. Y yo, una vez entregado a ti como en este momento poco puedo hacer si no dedicarte todos mis "te quiero"s.