Capítulo 27

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No tienes porque tener miedo Amelia

Yo nunca he matado a nadie — decía temerosa —

Para todo hay una primera vez mi amorcito — respondí convencida —

¿Cómo quieres que la mate?

— Mira... este es el plan

Alina

Me aleje de Diego rápidamente, caí en cuenta que no estaba bien lo que estaba haciendo

Diego perdóname ¡perdóname de verdad! No debí hacerlo

Sus dedos se postraron suavemente en mi boca callándome

No tienes porque disculparte — me besó amorosamente abrazándome por la cintura —

Diego por favor — decía en voz baja, sin fuerzas estaba domada por sus besos —

Él me soltó alejándose un poco de mí

¿Por qué te niegas a lo que sentimos Alina? — dijo en voz baja —

Diego yo no... — no sabía qué decirle —

Tú nada Alina. Ya no puedes engañarte más

— Debo irme Diego, se me hizo tarde — le dije saliendo de la cocina. Cogí mi cartera y me fui del edificio lo más rápido posible —

Entré a mi coche, muy agitada y me apoye en el volante con las dos manos poniendo mi cabeza encima de ellas.

Encendí mi auto y salí lo más pronto posible de ese lugar. Vi por el retrovisor como Diego venía en busca de mí, pero llegó demasiado tarde.

No logró dormir absolutamente nada, algo estaba mal además de la penosa situación de hace una hora con Diego.

Me sentía en peligro y aunque nunca he sido una persona creyente de los presentimientos; hoy algo malo pasaría.

Mientras esperaba que el sueño llegará, miraba por la ventana toda la soledad que había en la calle.
De repente apareció una camioneta negra muy extraña, nunca la había visto por este lugar. Pasó lentamente y se detuvo unas cuantas casas más adelante.

Alcancé a ver como una persona encapuchada se bajó del auto rápidamente con un arma en su mano.
Mientras la camioneta se iba, la persona desconocida venía en dirección hacia... ¿mi casa?

¡Dios mío viene a matarme! — pensé alejándome de la ventana —

Mi corazón se agitó y los nervios no se hicieron esperar.
Estaba completamente sola y no sabía qué hacer; recordé entonces que, entre las pocas cosas que quedaban de Oscar había un arma entre ellas guardada en el armario.

La busqué rápidamente y la cargué sin darme cuenta. Escuché como la puerta de la cocina se abría lentamente y poco a poco el ladrón subía las escaleras.
Entre más cerca estaba de llegar a la habitación más nerviosa me ponía, el corazón se me quería salir del pecho y mi mente solo sabía pedirle auxilio a Dios.

La puerta se abrió y el ladrón entró lentamente. Todo estaba completamente oscuro por lo que no se percató que yo estaba detrás de la puerta escondida.
En mi cama yacía la falsa forma de una persona dormida que no eran más que almohadas cubiertas por la sábana.

No podía ver claramente pero sabía que le estaba apuntando a mi supuesto cuerpo dormido.

Con todo el miedo del mundo me acerqué y coloque mi pistola en su cabeza haciéndome la valiente

El Tiempo Después De Ti ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora