Capítulo 50

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Ana

Su uniforme — una policía me entregó lo que sería mi ropa por el resto de mi condena —

Tomé la bolsa y dos policías más me sacaron de la pieza llevándome por otro pasillo.

¡Carne nueva! — Las celdas estaban sobrepobladas — ¡buuu! ¡Mamacita! ¡Déjanos ver tu rostro nueva! — abuchean —

Suficiente — les decían las policías usando su bastón —

Déjenlas — susurré —

Caminamos unos pasillos más hasta llegar a un pabellón más silencioso y oscuro.

— Esta será tu celda de ahora en adelante — me empujaron — y más te vale que no provoques líos, de lo contrario te irá peor.

Cuatro paredes, una puerta de hierro, tres camas de concreto era lo único que me rodeaban de ahora en adelante.

¿Cómo te llamas? — una mujer flaca, pelirroja se me acercó, masticaba un palillo para dientes —

Ana — respondí —

¿Ana, Ana qué?

— Montecillo...

Tú eres la que salió en los noticieros por un atentado contra esta señora bonita... de apellido Mayorga

Alina es una maldita, debí matarla esa vez que la tuve de frente

Me miró de arriba a abajo y siguió mascando su palillo

¿Y a tu semblante que le pasó? — maldita mujer curiosa—

Eso no te incumbe — respondí en voz baja, hablar me provocaba dolor —

Me golpeó, tirándome al suelo para luego pegarme una patada

Mira nueva — amenazó— aquí se hace lo que yo diga; yo pregunto, tú respondes; yo ordeno, tú obedeces y así no tendremos problemas ¿Entendiste?

Asentí

¿Te pregunté que si entendiste? — me tomó del brazo —

Te dije que sí, ahora suéltame

Suficiente Leona — decía un guarda desde afuera, golpeando la puerta — déjala en paz.

~~~

Quiero esas flores en el centro de la mesa y en la sala principal — hoy haremos una cena para familiares y amigos. Diego quiere que conozcan nuestra nueva casa y a Daniel, claramente —

Diego llevó a mi madre y a la suya a comprar los ingredientes de la cena, nunca me hubiese imaginado a los tres juntos en una misma situación, pero eso me hace feliz.

Juan, necesito que las copas estén secas y relucientes ¡por favor! Yo me encargo de poner la mesa

Mientras salía de la cocina, me encontré a mi madre y suegra entrando juntas, parecían las mejores amigas.

¿Y esa felicidad? — le pregunté a Diego quien venía detrás de ellas. Lo besé —

Ya no hay maldad que nos aflija — correspondió mi beso — ¡Estás guapísima, ese vestido te queda fabuloso!

¡Lo sé! — sonreí y seguí caminando —

¿Qué te parece si nos perdemos por un momento? — Diego me siguió, susurrando a mi oído—

El Tiempo Después De Ti ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora