Capítulo catorce

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Narradora:

En cuanto amaneció el guardia fue por ella y el pequeño niño, los saco a rastras de la mazmorra.

En ese momento todo estaba listo, era un hecho que su vida acabaría o eso pensaba ella.

Los hicieron subir en el lugar del sacrificio, ella tenía miedo se notaba en su mirada y en sus brazos, que temblaban, él pequeño se aferraba al brazo de ella mientras lloraba, lágrimas cundieron sus mejillas por completo, sus ojitos estaban completamente rojos por las lágrimas, una vez colocados, listos para ser ejecutados, una voz fuerte se hizo presente.

Deténganse—grito alguien, el guardia parecía no haberlo escuchado porque había tomado el hacha dispuesto a volarle la cabeza a Idally pero esta salió volando lejos de ella—He dicho que te detengas, ¿no me has oído?—grito furioso

¿Quién era? No era nada más y nada menos que Iker, él había detenido la ejecución, todos miraban con confusión la escena que estaban presenciando, mientras Idally no sabía si estar agradecida por estar viva o prefería estar muerta en ese instante

—pero, alfa...—Quiso decir más el hombre que la ejecutaría pero, Iker no lo permitió ya que había cogido la mano de Idally jalándola para llevársela, cuando él hizo eso, ella jalo al pequeño tras ella, no planeaba dejarlo por nada del mundo.

Narra Idally:

Creí que moriría, pero cuando todo se detuvo tenía que ser por él y así fue, en ese instante no sabía si estar agradecida o maldecir por lo ocurrido, había salido de una situación que me costaba la cabeza para meterme en una que me costaría la vida entera.

El cogió mi mano y me jaló, yo tomé la de Daniel, no planeaba dejarlo sólo, lo quería conmigo y haría lo que fuera para que así fuera.

—¿Por qué trajiste a ese niño?—Cuestionó enojado mientras miraba mi mano y la del pequeño Daniel entrelazadas.

Estaba furioso no había duda alguna.

Porque, así lo quise—respondí sin siquiera mirarlo

—Lo llevare de vuelta—gruñó intentando separar mi mano de la de Daniel pero no pudo porque me hice para atrás haciendo retroceder a Daniel

No te lo llevaras, Es mío—gruñí, por primera vez no huía de una situación, por primera vez estaba dispuesta a enfrentar a alguien de frente para defender lo que quería

El gruñó con fastidió e intentó acercarse para quitarme al niño pero no se lo permití

—Suéltalo—gritó furioso—Tu eres mía, harás lo que te diga

¿Quién se creía que era para mandarme?

No era nadie... Al menos no para mí... Solo nos unía un lazo lobuno.

No lo haré, él se quedara conmigo—gruñí

Lo quería conmigo y haría lo que fuera por lo que quería, no lo perdería.

Mi cuerpo estaba débil, no podría enfrentarlo, de eso no había duda alguna pero por protegerlo no importaba dañarme a mí misma, por primera ocasión no quería ceder, ni seguir las órdenes de nadie, quería luchar por lo que yo quería.

Él no estaba contento, estaba más que furioso, su lobo tomó el control de su cuerpo y esté se descontrolo, la enorme bestia se tiró sobre mí, me mordió la pierna intentando separarme del niño pero mientras más lo intentaba, más me aferraba a Daniel.

No iba a soltarlo, sabía que si lo soltaba, que si me rendía en ese instante no habría servido de nada a haberme enfrentado a él, porque al final el ganaría y no solo eso probablemente no lo volvería a ver.

Pronto comenzó a brotar la sangre, está manchó la ropa y seguro iba a dejar cicatrices abiertas.

El lobo me miró con lástima y arrepentimiento, esté que había sido cegado por la ira ahora estaba consumido por tristeza de haberme ¿dañado?

Tal vez, si tenía sentimientos o quizás no los tenía. Este volvió a su cuerpo humano, parecía arrepentido mientras que yo poco a poco iba perdiendo la visión de todo.

No te lo lleves—pedí con voz débil-déjalo conmigo—fue lo último que pude decir antes de cerrar los ojos.

Idally [#1]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora