Capitulo 19

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-Primero de todo necesitamos la muñeca, no podemos hacer el conjuro sin el Alma de Anna-dijo Nathifa mientra servia té-.

-Va a ser complicado pero puedo decirle a Cecile que venga, lo más probable es que me mande a la mierda, pero puedo intentarlo.

-No se trata de intentarlo señor, se trata de hacerlo, a no ser que quiera ver a su hija dentro de una muñeca el resto de su vida-Ben estaba muy serio, no le caía nada bien Albert por lo que habia echo, la verdad es que a mi tampoco me agradaba-.

Albert e puso rojo y se fue del salón para llamar a Cecile, Nathifa se quedó con nosotros mirándonos.

-¿Como es posible que la veas muchacho?¿tienes algún antepasado brujo?

-Que yo sepa no-dijo Ben riéndose- quizá es mera casualidad.

-En la magia nada es casualidad-se quedo un rato pensando mordiéndose el interior de la mejilla- cuando era pequeña mi madre siempre me contaba cuentos de dioses y seres magicos antes de dormir, mi favorito era siempre el de la hada y el plebeyo. 

Y así empezó a contarlo.

Era se una vez una pobre hadita no mas grande que una flor, con melena echa de rayos de sol y piel translucida para el que no tuviera corazón. 

La pobre hadita vivía en el linde del bosque, en el interior de un árbol hueco, en él solo tenia unas hojas de cama y un agujero de ventana. 

La pobre hadita siempre se sentía desdichada, no tenia nadie con quien hablar. Había intentando hablar con las ardillas, pero cada vez que se acercaba a ellas le tiraban bellotas a la cabeza. También intentó hablar con los peces del río, pero todas las pompas le sonaban igual, una vez intento hablar hasta con los polluelos de los nidos, pero sus mámas siempre la perseguían para intentar arrancarle las alas.

La pobre hadita vivía aburrida y triste, hasta que un día entre los arboles escucho gritos.

Salió volando de su casa y se posó en la rama mas próxima del ruido. 

En el suelo se encontraba un plebeyo del pueblo, un muchacho con ropas raídas y piel blanquecina. 

El plebeyo parecía muy enfadado, pues lo único que hacia era arrancar las flores del suelo y destrozar sus pétalos.

La hadita enfadada, por que le estaba estropeando su bosque se acercó a él volando y le gritó.

-¡Eh plebeyo, deja las flores de mi bosque, ellas no tienen la culpa de tus males!

El plebeyo sorprendido por tener un hada delante de él dejó de inmediato de arrancar flores, se sentó de golpe en el suelo y empezó a hablar.

-Pensé que las hadas no existían, que eran un cuento para los niños del pueblo,¿eres buena y cándida como algunos dicen?¿o mala y sangrienta como otros creen?

-Solo soy un hada, una hadita preocupada por su bosque. Seré buena si tu lo eres, y la más malvada si me enfadas.

El plebeyo empezó a reírse y eso a la hadita no le sentó bien.

-¿Y por qué os reís plebeyo?

-Por como algo tan pequeño puede tener tanto corazón y tanta valía.

Desde ese día el plebeyo y la hadita se encontraban todos los días.

El primer día lo llevó al río a presentarle a sus amigos peces, he intentar enseñarle a hablar con ellos como tantas veces ella había echo sin resultado.

El segundo día lo llevo a los arboles mas altos donde vivían las ardillas y el plebeyo, como grande y fuerte que era, se comió todas las bellotas que nos lanzaban las ardillas.

El tercer día lo llevó a los nidos de los polluelos, y por sorpresa de la hadita, el plebeyo supo dominar a la máma pájaro para que ella pudiera abrazar a los polluelos.

El cuarto día la hadita quiso hablar del pueblo.

-¿Podré ir algún día contigo al pueblo?

-Claro, puedo esconderte en el bolsillo y mostrarte los rincones mas bellos.

Y así lo hicieron al día siguiente, solo que a la hadita no le pareció nada bello.

La gente gritaba y olía mal, no había plantas ni flores por ninguna parte y tampoco se escuchaban a los pájaros cantar.

Al día siguiente cuando se encontraron en el bosque el plebeyo quiso hablar.

-Hadita, creo que quiero vivir contigo para siempre.

La hadita muy dichosa le respondió que ella también quería estar con él para siempre, pero él era humano, y ella Hada y eso no podría ser.

-Entonces vayámonos a una bruja y que te conviertan en humana.

La hadita notaba la felicidad de plebeyo, pero ella no quería ser humana, a ella le gustaba su casita, el río y las ardillas.

Aun así fueron a ver a la bruja para que la convirtieran en humana para estar siempre con el plebeyo.

Cuando la bruja hizo el conjuro ella no sintió nada, pero en cambio el plebeyo ya no era plebeyo, era  una hada como ella. De cabello oscuro como la tierra y cuerpo diminuto como una flor.

-¿Por qué te convertiste en hadita como yo?

La bruja habló.

-Tu cuerpo era translucido para los que no tuvieran corazón, y este plebeyo lo tenia, tan vivo como el tuyo. Pero los humanos se lo estaban quitando de poco a poco. Por eso, cuando he echo el conjuro y habéis deseado lo que mas queréis él se ha vuelto hadita, con el corazón puro, y tu ya no eres translucida, por que tu corazón solitario ya tiene amor.

Y así los dos volando se marcharon a su casita, donde con el corazón feliz, estarían siempre juntos.

Nos quedamos en silencio cuando termino de contarnos el cuento.

-No entiendo que tiene que ver esa historia con nosotros-dijo Ben agarrándome de la mano-.

-Quizá tu eres el plebeyo que necesitaba pureza en su corazón, y Ann la hadita que simplemente quería un poco de amor-se levantó para llevar las tazas a la cocina- tranquilos muchachos, los cuentos cuentos son, pero si existe una chica invisible,¿por que no un plebeyo y una hada pueden enamorarse?

Y así, simplemente se machó, dejándonos con el sueño de que en otra  vida, como hada y plebeyo, habíamos tenido un futuro juntos.


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