Cuatro

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Un golpe de Estado es la toma del poder vulnerando las normas ya establecidas y el derecho al voto

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Un golpe de Estado es la toma del poder vulnerando las normas ya establecidas y el derecho al voto. Un golpe de Estado en el mundo del voleibol es que Saray haya reunido a todo el equipo para autoproclamarse capitana, sin preguntarle a nadie y rechazando cualquier opinión contraria.

—¿De verdad vas a quedarte ahí callada?—susurra Gabriel en mi oído. ¿Olvidé mencionar que White ha insistido en acompañarme?

—¿Qué quieres que haga?

—Confiar en mi.

Mi pregunta era retórica. No esperaba una contestación ni una sonrisa burlona. Y, mucho menos, que Gabriel se subiera a las gradas. White, por lo que más quieras, no hagas ninguna tontería.

—Es una pena pero, nadie te ha elegido. Ryan sigue siendo la capitana.

Lo ha vuelto a hacer. Ha vuelto a sorprenderme. Gabriel White acaba de unirse a la resistencia haciendo, exactamente, lo que me temía: una tontería. Aunque Saray ríe a carcajada limpia, la conozco lo suficiente como para saber que las palabras de White la han puesto nerviosa.

—¿Y quien eres tú para opinar? ¿Acaso eres mujer o estas en el equipo de voleibol?

—Mujer creo que no—Gabriel mira hacia su «zona sur» para después regalarle una sonrisa burlona a Saray—Pero si que juego al voleibol. En el equipo masculino, claro.

—Este es un asunto del equipo femenino—masculla ella.

—Este es un asunto del voleibol—corrige él—Hace 10 minutos que soy jugador y debo defender mi deporte.

—Ryan está lesionada, no puede dirigir un equipo en muletas.

Saray mastica cada palabra. La nueva capitana nota como su liderazgo se tambalea y empieza a estresarse. Yo, sin embargo, empiezo a disfrutar con la situación.

—Claro que puede y eso es, exactamente, lo que vamos a hacer—Gabriel hace una pausa consiguiendo, así, un efecto dramático—Tú quieres ser la capitana del equipo femenino pero ya hay una—prosigue—Podrías ser del equipo masculino.

—Está claro que yo sí soy una mujer—Saray, ofendida, pone los brazos en jarras. Por desgracia su generosa anatomía, sus enormes escotes y sus minifaldas lo dejan más que claro—No puedo jugar en el equipo masculino.

—No es necesario que juegues. Una verdadera capitana no solo juega los partidos, también tiene visión estratégica, planea las jugadas y dirige a su equipo. Eso es lo que vas a hacer tú durante tres días con el equipo masculino—sigo con la mirada a Gabriel quien, mientras habla, camina de un lado a otro de la grada—Ryan hará lo mismo con el equipo femenino. Dentro de cuatro días habrá un partido chicos contra chicas. La capitana del equipo que gane, será la capitana del equipo femenino ¿Qué me dices?

Los ojos de Saray adquieren un brillo tenebroso. Como a toda bruja, le encantan los retos. Probablemente sea la persona más competitiva que conozco y Gabriel ha sabido captar su atención. Lo que dudo mucho, es que Saray juegue limpio.

—Preparate para la guerra, soldadito.

A pesar de los metros que nos separan puedo notar como sus ojos me atraviesan. Saray no está acostumbrada a que le lleven la contraria y, mucho menos, a que la desafíen. Salvo yo, todo el instituto la teme. Probablemente, Saray contaba con pelear contra mi pero lo que, seguro, no esperaba era que el chico nuevo se fuera a poner de mi parte. Cuando se cansa de sostenerme la mirada se marcha y, poco a poco, las gradas se van despejando.

—Tranquila. Yo me encargaré de jugar mal y que perdamos el partido—Bang. Gabriel ha lanzado sus dardos y ha conseguido 180 puntos.

—Soy una buena capitana. No necesito que tu ayuda para ganar un partido—respondo malhumorada.

Realmente, no entiendo la obsesión de White con ayudarme. Tal vez me ve como alguien débil. Quizás me infravalora. O puede que, simplemente, le divierta cabrearme.

—Hagámoslo más interesante—su sonrisa burlona me impide preveer algo bueno—Si tu equipo gana el partido, te dejaré en paz

—¿Y si ganas tú?

—Entonces me dejarás conocerte—arqueo una ceja. No entiendo su propuesta—Con que respondas a cinco preguntas me vale.

Analizo la propuesta. Si acepto tengo la oportunidad de librarme de White y de su petulancia pero también el riesgo de que mi coraza se agriete. ¿Conocerme? ¿Cinco preguntas? Realmente, a White le ha picado el mosquito de la curiosidad

—Está bien, acepto—arriesgarse es de valientes pero yo prefiero arriesgarme con cierta seguridad—Solo si puedo vetar una de las preguntas.

Gabriel White es un chico muy impredecible. No estoy segura que tipo de preguntas pretende hacerme pero no creo que le interese saber cual es mi color favorito. No pasa nada. Puedo ganar ese partido, soy una buena capitana. La cuestión es, ¿de verdad quiero ganar? ¿De verdad quiero que Gabriel me deje en paz?

—Buena suerte Ryan.

***

Aquí les dejo el cuarto capitulo. No saben lo contenta que estoy con todo el apoyo que estoy recibiendo.

Te adoro

Muchas gracias por tanto, por todo

L.

Sentimientos en guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora