Dieciséis

4.4K 427 90
                                    

—Gabriel yo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Gabriel yo... Yo no quería contártelo así. Bueno, en realidad,  no quería contártelo...—de pronto mi cerebro se acciona y recurre a su única opción para cambiar de tema—¿Desde cuando me espías?

—No te estaba espiando— cruzo los brazos bajo mi pecho mientras mis pupilas se enfrentan a sus dos esferas azules—Iba al baño y os escuché.

—Que oportuna es tu vejiga

—Vamos Ryan, ¡ni que la puerta estuviera blindada! La madera deja traspasar el sonido ¿sabes?

Estoy cabreada. No, estoy más que cabreada. Estoy furiosa. Sin embargo, todavía no sé que me enfada más: que Gabriel se haya enterado de mis problemas cardiacos o que sea un chismoso que mete el oído en mi vida.

—Tienes que irte.

—Hasta que no hablemos, no.

La novia de Gabriel está en el piso de abajo y mi padre está sentado sobre mi cama. La verdad, no es que me parezca el mejor ambiente para dar explicaciones. Pero Gabriel White no va a darse por vencido tan fácilmente. Con un atrevido movimiento de cabeza le indica a mi padre que se marche y, para mi sorpresa, este le obedece. Cuando nos quedamos solos en la habitación, White cierra la puerta.

—¿Esto podría considerarse un secuestro?—una de mis cejas se arquea con rabia.

¿Por qué Gabriel White siempre tiene que salirse con la suya?

—Tenemos que hablar y lo sabes.

—Tú eres el que quiere hablar—digo exasperada— Pues habla—con alguien tan insistente como él es imposible ganar, así que me dejo caer en la cama en señal de rendición.

—Que estés enferma no implica que tengas que dejar de vivir—ya empezamos.

—Es complicado

«Complicado» es una buena palabra. Cuando algo es complicado la gente, simplemente, asume que es complicado y no hace preguntas. Yo necesito que Gabriel no las haga. No sé si estoy preparada para una de sus lecciones de cómo vivir.

—La vida es sencilla. Somos nosotros quiénes la complicamos— ¿A demás de psicólogo, White se volvió filósofo?

—Tu presencia en mi habitación me lo está complicando. Y bastante— sonrío irónica con la esperanza de que Gabriel se canse de ayudar a alguien que no quiere ser ayudado.

—Deja de esforzarte Ryan. No vas a conseguirlo.

—¿De qué hablas?

—No vas a lograr que me aleje de ti.

Al parecer, el tipo no solo es psicólogo y filósofo, también es un pelín testarudo.

—¡Joder Gabriel! No entiendes nada...

—Ryan Brown—Gabriel agarra mis muñecas y, con un simple movimiento, me levanta y me atrae hacia él—Tú y yo, a centímetros nos entendemos mejor.

Gabriel White parece estar dispuesto demostrarme su teoría, ya que su rostro está cada vez más cerca del mío. Incluso puedo sentir el roce de las pestañas que protegen ese trozo de mar que tiene dentro de los ojos.

Su cercanía me pone nerviosa y consigue adormilar a mi parte racional. Ya a penas hay distancia entre nosotros y Gabriel, despacio, se acerca más a mi hasta que sus labios se funden con los míos en un apasionado pero suave beso.
Supongo que lo normal es sentir mariposas en el estómago, pero yo, más bien, siento todo un zoológico en mi vientre. Mi corazón golpea con fuerza mi pecho, superando el límite de velocidad. Cuando se separa de mi, sus manos me acarician con delicadeza. Gabriel me toca como si fuera una especie de joya: única, elegante y frágil.

Su beso me ha confundido. Siento que debo hacer caso a la razón y a la vez creo que es lo más racional que he hecho en las últimas semanas.

Pero, como se suele decir, las cosas buenas no duran mucho y mi mente recuerda a la pelirroja que está el salón. Aquella pieza roja impide que haga mi jugada y, lo más irónico, yo la he colocado ahí.

—Esto no tenía que haber pasado...— reacciono, al cabo de unos segundos.

—Pero ha pasado—Gabriel se encoje de hombros, luciendo una enorme sonrisa burlona.

—No tendrías que haberme besado.

—Tampoco se puede decir que te resistieras.

—Hablo enserio, Gabriel. Has besado a dos chicas en el mismo día.

—Pero solo me importa una de ellas.

Gabriel sonríe y empieza a acercarse a mi. Está a punto de capturar mis labios por segunda vez. Yo cierro los ojos pero, al ver como mi momento no llega, vuelvo a abrirlos. Gabriel ni siquiera me está mirando. Su mirada está fija en la puerta y, cuando me giro, entiendo el motivo.

—¿Por qué paras, Gabriel? Ay, no me digais que os he interrumpido...— la pelirroja suelta una risa... terrorífica.

**
Hola a todos!!! Al fin puedo subirlo. Les debo una disculpa por no haber actualizado antes.

¿Mereció la pena la espera? Cuéntenme que opinan en los comentarios.

No olvides darle a la estrellita si te gusta!!

Muchas gracias.
L.

Sentimientos en guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora