Camino de un lado a otro de la cancha. Estoy tan nerviosa que ya ni siquiera me quedan uñas que morder. Hoy el cielo está nublado y hace más frío de lo normal. Sin embargo, esa no es la causa por la que mis piernas parecen dos flanes. Hemos jugado ya dos sets del "partido definitivo". El primer set lo ha ganado el equipo de White, con el segundo set mi equipo a demostrado estar a la altura y ahora está apunto de producirse el desempate.
En el lado izquierdo de mi torso hay una balanza invisible. A un lado está la posibilidad de ganar el partido, recuperar mi posición de capitana y despedirme de Gabriel. Al otro lado están sus estúpidas preguntas y perder mi puesto en el equipo. Y, aunque no os lo creáis, aún no sé que lado tiene más peso. En las dos opciones pierdo algo...
...Mientras pienso en mi estrategia, una gota de lluvia resbala por mi frente. Pero, de pronto, esa gota se convierte en una lluvia torrencial. El partido no puede acabarse mientras cae el diluvio universal, lo que significa que no habrá desempate. La balanza se ha equilibrado. Gracias, madre naturaleza.
Todos los jugadores corren hacia los vestuarios. Yo, en cambio, apenas consigo avanzar. La lluvia, además de calar cada uno de mis huesos, hace que mis muletas resbalen. Entonces, sin darme tiempo de reacción, alguien me agarra por detrás y me sostiene en el aire. Señores, Gabriel White acaba de levantarme en volandas.
—Ni se te ocurra quejarte—dice, aunque, por primera vez, no pensaba hacerlo—Por una vez, si necesitas mi ayuda.
Camina todo lo rápido que mi peso le permite hasta que nos refugiamos bajo el techo de los vestuarios. Despacio, agarrandome de la cintura, me devuelve al suelo para luego entregarme las muletas.
—¿Y ahora que va a pasar?
Gabriel me ignora por completo y se adentra hacia los vestuarios masculinos. No lo entiendo. ¿Habría decidido ya dejarme en paz? Me quedo mirando la puerta, como si mirarla fijamente fuese hacerle aparecer de nuevo. Y lo consigo. White vuelve con una toalla en la mano.
—¿A qué te refieres?—Gabriel me coloca la toalla por encima de los hombros—Tranquila, es mía y está limpia
—Hemos empatado el partido. Nadie ha ganado la propuesta
—La hemos ganado los dos, pesimista— replica él. Supongo que esa es otra manera de verlo—Te haré las cinco preguntas y luego te dejaré en paz. Es justo, ¿no?
—Es justo.
—¿Cuál es tu mayor miedo?—dice tras unos segundos. Lo suelta así, sin más, como si me hubiera preguntado la hora.
Vaya, si que empieza fuerte.
Dudo si vetar o no la pregunta pero, si no contesto a la primera, me arriesgo a tener que responder a algo peor.—Decepcionar a la gente—en realidad, la gente me da igual. A la única persona a la que temo decepcionar es a mi padre pero no hace falta entrar en detalles.
—¿Por qué entrenas todos los días?
Gabriel White acabas de desaprovechar una preciosa pregunta.
—Ya no entreno—siento ganas de pegarle en el otro pómulo al recordar mi caída—Pero lo hacía para poder entrar en la U.S. Army. Mi padre quiere que siga sus pasos.
—¿Y tú qué quieres?
Mis ojos se abren como platos. Todo el mundo asume que el mundo militar es lo mío. Incluso yo misma lo he asumido. Nunca he visto otra opción ni me he planteado otro tipo de vida. ¿Yo que quiero? No tengo ni idea.
—No lo sé.
—¿Crees que puedes ocultar tus sentimientos para siempre?
¿Qué clase de pregunta es esa? Y, lo más importante, ¿qué se supone que debo responder a eso? Esta vez Gabriel, además de sorprenderme, me ha descolocado. ¿Veto la pregunta? No. Aún le queda una y sería demasiado arriesgado tener que contestarla obligatoriamente.
—Yo no oculto nada—contesto a la defensiva. Eso siempre funciona.
—Claro que lo haces—Gabriel, no es buen momento para tu sonrisa burlona—Detrás de ese muro hay una chica a la que nadie conoce. Ni siquiera tú.
¿Qué clase de psicoanalista se cree este tío? ¿Por qué habla de mi como si me conociese? Gabriel White no tiene ni idea de quien soy o de porque soy así.
Al parecer, al castaño de ojos azules le gusta pensar que lo tiene todo controlado pero yo prefiero que no me juzguen en mis narices.—Última pregunta, aprovéchala—estoy enfadada pero un acuerdo es un acuerdo.
—¿De verdad quieres que te deje en paz?
—Veto la pregunta.
No puedo responder a algo para lo que no tengo respuesta. Mis sentimientos hacia Gabriel son contradictorios y, a fin de cuentas, yo tenía derecho a vetar una de las preguntas...
***
¡Ya el quinto capítulo! Empieza a ponerse interesante... :)
Vosotros que pensáis? (Indirecta para que me dejes tu voto y tu comentario jejeje)
Muchas gracias. Eres increíble
L.
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Sentimientos en guerra
Novela JuvenilMe he esforzado. He entrenado durante años para convertirme en una chica fuerte. Me ha costado mucho construir la coraza que impide que accedan a mis sentimientos. Lo siento, Gabriel White, pero no vas a conseguirlo. No es tan fácil llegar hasta la...