Después

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20 años después

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20 años después

Aunque han sido seis meses muy apasionantes, también ha sido duro. Separarme de Jacob y de los mellizos, sin saber si iba a volver, no fue fácil. Sin embargo, lo he conseguido. He vuelto de mi primera misión en Iraq. He vuelto cansada, hambrienta y con el uniforme sucio pero, a fin de cuentas, sana y salva.

Cuando las puertas del aeropuerto se abren, nada más verme, los dos pequeños se abalanzan sobre mi. Sujeto en brazos a Rose mientras su hermano se abraza a mis piernas. Siento como mis ojos se cristalizan. Nunca me había alegrado tanto de ver a mis monstruitos.

—Te he hecho un dibujo. Me he esforzado mucho—la niña sonríe, arrugando una nariz llena de pecas. Lágrimas discretas se escapan de mis párpados. Los dos han crecido mucho y, la pequeña Rose, pesa más de lo que recordaba.

—Yo quería hacerte uno en una pared, como los que hace el primo Lucas—el pequeño, mostrando una sonrisa sin paletas, tira de mi pantalón para llamar mi atención y, solo con sus palabras, lo consigue. Tengo un sobrino, de quince años, que se cree el nuevo Banksy. Mi hijo solo tiene siete, es un poco pronto para que empiece a hacer graffitis—Vaya, papá puso la misma cara.

—En realidad, mi cara era más así—Jacob, poniendo una divertida mueca, se acerca a nosotros. Dejo a Rose en el suelo y le miro. Hacía tanto que no le veía que dedico varios segundos, simplemente, a mirarle. Le ha crecido el pelo, se ha dejado barba y sus ojos avellana están escondidos tras unas finas gafas. Está muy guapo, como siempre. Llevo meses queriendo besarle y, ahora que le tengo delante, no lo dudo ni un segundo.

—¡Qué asco!—exclaman los mellizos al mismo tiempo.

Sin embargo, el resto aeropuerto aplaude. Casi sin darnos cuenta, los otros pasajeros nos han rodeado y tienen toda su atención sobre nosotros. Algunos, incluso, hacen fotos, pero a ninguno nos molesta. Porque así somos los Sullivan. Una familia, de esas, a las que te quedas mirando.

—¡Te quiero, Ryan!—grita Jacob aumentando, si es posible, el número de miradas curiosas.

Sonrío. Yo también le quiero, y mucho. Tal vez nunca pueda quererle como White me quiso a mi pero, supongo que, tener su corazón ayuda.

—Vamos a casa—dicen que como en casa, en ningún sitio. Y yo estoy deseando dormir en un algo que no sea un saco.

—¡Rose! ¡Gabriel!—los mellizos, que se han subido a la cinta de las maletas, se ponen en alerta al escuchar su nombre—Carrera hasta el coche. Quien llegue primero elige la cena... ¡Ya!

Corriendo hacia el parking me siento afortunada. Mi familia y la armada son todo lo que necesito para ser feliz. Y sí, lo soy.

—¡Sí!—Gabriel aprieta el puño, con satisfacción, al comprobar que es el ganador— Cenaremos pizza.

***

¡Al fin el epílogo!

Os pido perdón por haber tardado tanto pero, lo importante, es que aquí lo tenéis.

Con este pequeño capítulo se cierra, del todo, la historia ¿Qué os parece?
Espero que hayáis disfrutado de nuestro viaje😉

Si tenéis alguna pregunta sobre la novela-o, si os interesa, sobre mi-podéis comentarla o mandarme un mensaje🤗

Gracias por tanto,

Nos leemos pronto.
-L.

Sentimientos en guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora