Veintidós

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Una luz me deslumbra

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Una luz me deslumbra. Aunque mis párpados se entrecierran, me esfuerzo en abrir bien los ojos. Lo he conseguido. He salido de ese agujero negro con vida pero la luz del sol me está dejando ciega. Miro a mi alrededor y, entonces, lo veo. No es la luz de la libertad la que molesta a mis ojos. Más bien, es una luz que puede matarme.

Ante mi, el fuego se hace paso a una velocidad de vértigo. Yo, con esta cosa en el tobillo, lo único que puedo hacer es observar las llamas. Su color anaranjado me hace pensar en Gabriel. En sus raros gustos cromáticos y en que, quizás, el naranja, no sea un color tan feo.

Por un momento dudo de si el fuego es real. Llevo tantas horas sin comer que, tal vez, solo me estoy imaginando una parrilla en la que yo soy el plato principal. Pero enseguida siento el calor. Puedo oler el humo e, incluso, escucho las sirenas de fondo. Una sonrisa se forma en mi rostro. Ha llegado la policía.

—Siento tener que hacerte esto, princesa—escucho decir a Mason que, a diferencia de mi, está detrás de las llamas—Pero no puedo volver a la cárcel.

Tal vez Mason sea un gran estafador pero cometió un error de cálculo al llamar a mi madre y, ahora que policía ha rastreado la llamada, yo estoy pagando las consecuencias. Al parecer su estrategia es prenderme fuego y aprovechar el caos para escaparse.

Ni siquiera tengo fuerzas para gritarle palabras malsonantes. Estoy mareada y el peso de mis párpados se ha elevado considerablemente. A pesar de que no paro de toser, no consigo respirar con normalidad. Mis ojos se cierran y yo no me resisto. No puedo hacer nada y la policía me encontrará aunque esté dormida...

Gabriel

Hace más de un año que no fumo y, sin embargo, este es el cuarto cigarrillo que me llevo a la boca. Desesperación. Impotencia. Miedo. Esas son las tres palabras que elegiría para describir como me siento.

Apoyado en el coche, puedo ver el humo elevándose al cielo. Aún no puedo creer que Ryan esté dentro de ese viejo almacén. Ese viejo almacén que se está quemando. ¡Se está quemando, joder! Y yo no puedo estar aquí, sin hacer nada.

Por supuesto, los policías no nos dejan ni mirar demasiado cerca. «No debéis pasar el perímetro de seguridad» me ha repetido el inspector Parker.

«Los bomberos llegarán enseguida» había dicho otro de los inspectores. La policía no parece querer hacer nada hasta que lleguen estos. Sin embargo, ni al coronel ni a mí nos gusta la idea. En el aspecto de Ben podría leerse la definición de preocupación: sus ojos están rojos, su rostro blanco como el papel y la vena de su cuello va a explotar en cualquier momento. Parece haberse convertido en un neandertal cuando comienza a gritar cosas sin sentido a los inspectores. Nunca había visto a Ben Brown tan nervioso.

A mi, el retroceso evolutivo del coronel, no puede hacer más que beneficiarme. Todos los polis están centrados en tranquilizarle. Ninguno está pendiente de mis movimientos y yo puedo ir a por Ryan.

Las llamas empiezan a dejarse ver por la entrada del almacén. Son lo suficientemente altas como para querer salir corriendo en dirección contraria pero yo corro hacia ellas. Cojo el máximo oxígeno posible antes de taparme el rostro con la manga. Varios policías gritan mi nombre y yo, simplemente, los ignoro.

Una vez dentro recorro toda la plataforma hasta dar con ella. Ryan está inconsciente con las llamas cada vez más cerca. No puedo evitar mirarla durante unos segundos. Sus rizos castaños tapan parte de su rostro, dejando ver sus sonrosadas mejillas. Se la ve frágil, como si fuera de cristal, y, a la vez, indestructible, como si durmiera ajena al fuego de su alredor. Preciosa, entre las llamas y fuera de ellas.

Sin embargo, las cosas no serían tan fáciles para nosotros. No bastará con que la levante en volandas y salga con ella en brazos, como en el final de una peli americana. Esto es la vida real y, en la vida real, la chica tiene una cadena enganchada al tobillo.

Espero que hayan llegado ya los bomberos

Antes de huir como un cobarde, a Mason se le olvidó darme las llaves de la estúpida cadena. Las busco por los alrededores pero, si las dejó en el almacén, ya estarán chamuscadas.

Pruebo a tensar la cadena y después lanzar algo pesado. Nada. Intento forzar la cerradura con una de las horquillas de su pelo. Nada. Incluso intento romperla con mis propias manos y, como es lógico, no puedo.

Me apoyo sobre mis rodillas para recuperar el aliento. He tenido que usar las dos manos y no he podido evitar respirar. El humo empieza a afectarme más de lo que pensaba y la luz de las llamas ocultan cualquier rayo de esperanza.

Me siento junto a Ryan.

—Todo va a salir bien, tranquila— afirmo como si pudiera escucharme.

Ni todo va a salir bien ni era el mejor momento para estar tranquilos. Solo es una horrible frase hecha.

La he fallado. No lo he conseguido y este estúpido humo va a dejarme inconsciente...

**
Holaaaa!!
Disfruté mucho escribiendo este capítulo, es uno de mis favoritos. ¡Estoy deseando escuchar vuestras opiniones!

Muchas gracias por seguir conmigo en esto.

Un beso,

L.

Sentimientos en guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora