Catorce

4.4K 443 127
                                    

No me siento cómoda con esta falda, a la que le faltan varios palmos de tela, ni con esta camiseta apretada que se encarga de realzar el hemisferio norte de mi cuerpo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

No me siento cómoda con esta falda, a la que le faltan varios palmos de tela, ni con esta camiseta apretada que se encarga de realzar el hemisferio norte de mi cuerpo. Tampoco se como debería coger los pompones y no entiendo nada acerca de fútbol americano. Sin embargo aquí estoy, en el vestuario, esperando el inicio del partido y leyendo acerca de los San Francisco 49ers. 

He conseguido acercarme a Caleb, sí, pero también voy a conseguir hacer el ridículo. Solo he ensayado la rutina una vez y a este partido asistirá todo el instituto. Lo que incluye a White y, probablemente, a Doble Hache, que estará sentada a su lado, abrazada a él para resguardarse del frío.

Contra todo pronóstico mi plan va viento en popa. Aunque vivimos en la misma casa, Gabriel lleva 7 días, 168 horas y 604.800 segundos sin dirigirme la palabra. A penas me mira desde el día que decidí irme del equipo de voley. Y, según los rumores, a Harley y a White les queda poco tiempo como amigos. Y yo tendría que alegrarme porque eso era lo que quería, ¿verdad?

Unos minutos antes de que comience el partido, salimos nosotras para avivar la fiesta. Mi rutina es de las más sencillas. Yo no hago acrobacias ni saltos. Simplemente agito los pompones con una emoción que no siento.

Mientras bailo, mis ojos están fijos sobre la pareja, que gracias a mi, está a punto de formarse. En la primera parte del partido Gabriel hace reír, una y otra vez, a la pelirroja. En el descanso se dan un par de abrazos.
Y finalmente, el partido termina con un touchdown de Caleb y un touchdown de Gabriel en los labios de Doble Hache.

Al terminar el partido, las animadoras se acercan a los jugadores para felicitarles por su victoria. Me armo de valor y me dirijo hacia Caleb. Es mi oportunidad.

—¡Caleb!— grito acercándome a él. Está tan contento que incluso me sonríe— Felicidades por la jugada.

—No sabía que te gustara el fútbol americano—sus cejas se arquean hacia arriba, interrogantes.

—Hay muchas cosas que no sabes de mi.

—Y es mejor que siga siendo así—la dureza de sus palabras es, hasta, impresionante. Parece que se esfuerza en afilar cada cosa que dice.

—Está bien. No te caigo bien, lo pillo—Caleb trata de alejarse pero yo se lo impido. Lo único que necesito es que Gabriel vea una muestra de cariño— ¿Un abrazo de despedida, al menos? 

—¿Si mis brazos te aprietan medio minuto, me dejarás en paz?

—Lo juro.

Caleb cumple su parte del trato, rodeandome con sus fuertes brazos. Me estoy abrazando con el capitán del equipo de fútbol. Me estoy abrazando con el chico que ha marcado el touchdown que nos ha hecho ganar. Y nos estamos abrazando en medio de la pista. Estoy segura de que White, y toda la gente de las gradas, nos están mirando.

Entro de nuevo en el vestuario y me dejo caer hasta sentarme en el suelo. La cabeza me da vueltas y el beso de Harley y White se repite una y otra vez en mi mente. He perdido al único chico que se ha interesado de verdad por mi y yo soy la única culpable. Bueno y mi corazón que ahora, a demás de enfermo, está roto.

—¿Tienes como volver a casa?—su voz grave me devuelve al mundo real— He quedado con Harley y necesito el coche.

Gabriel sabe que yo no tengo permiso para conducir. Tambien sabe que no tengo amigos y que nadie va a llevarme a casa. ¿Por qué me dice esto? ¿Simplemente para restregarme su cita?

—Caleb puede llevarme— miento. Yo también se jugar a este juego White.

—Vale.

—Diviértete...—digo en un susurro apenas audible.

Él hace ademán de irse pero, de pronto se gira, y pronuncia sus últimas palabras.

—Me alegra que alguien haya podido llegar hasta ti. Yo ya me cansé de intentarlo.

Entonces  se aleja, sin más. Sin titubear y sin ningún intento de echar la vista atrás.

Al parecer Gabriel White no solo ha pasado de página, Gabriel White ha cambiado de libro.

No tengo ni idea de como voy a volver a casa, pero, por el momento, permanezco sentada en el suelo con la cabeza apoyada en la pared. Siento pinchazos en el cerebro a la vez que mi estómago se va encogiendo, poco a poco, hasta formar un nudo. Mi vista se nubla y las lágrimas, incontrolables, resbalan despacio por mis mejillas.

Todo ha salido como yo quería pero, entonces ¿por qué me siento vacía? ¿por qué me duele tanto mi propio golpe?

**

¡Aquí tienen el capítulo!

Se que esta vez tardé más en subir pero espero que este capítulo lo compense.

¿Qué piensan ustedes?

Ya sabes lo que disfruto al leer tu comentario.

Si te gusta no olvides darle a la estrellita.

Gracias
L.

Sentimientos en guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora