Veintinueve

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¿Alguna vez habeis sido testigos de una carrera ilegal de motos? Tal vez sí o, quizás, no estéis tan locos

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¿Alguna vez habeis sido testigos de una carrera ilegal de motos? Tal vez sí o, quizás, no estéis tan locos. Pero, me apuesto lo que queráis, a que nunca habéis sido el trofeo del vencedor.

Pues yo sí.

Soy una especie de «premio para el más rápido» y no es algo de lo que me sienta orgullosa. Ni siquiera estoy de acuerdo con esto. Pero, por supuesto, mi opinión no cuenta.

—¡Empieza la carrera!

Aunque la mayoría de la gente ya está amontonada en la línea de salida, un chico, subido al capo de un coche, con la ayuda de un megáfono se encarga de avisar a los más despistados.

Gabriel me da la mano al ver mi expresión de horror. Estoy enfadada, sí, pero no dudo en acomodar mi cabeza en su pecho. Supongo que puedo darle una tregua. Al menos esta noche.

Mientras tanto, Scott y Shane se dirigen a sus posiciones. Aunque apenas hay distancia entre el rubio y su moto, Shane consigue hacerle caer. Shane ha empujado a Scott quien, en el suelo, se agarra el brazo sin dejar de soltar maldiciones no aptas para menores de dieciocho años.

—¡Eres un tramposo!—le espeta Scott, haciendo verdaderos esfuerzos por levantarse—¿Tanto miedo tenías de perder?

—¿Miedo?—Parker suelta una carcajada—Yo no sé que es eso.

Yo podría explicarle lo que es el miedo. Una buena definición sería: lo que siento ahora mismo.

—Sabía que lo tuyo no eran las motos pero no sabía que sería tan fácil ganarte— Shane, que se lo está pasando realmente bien, no pierde la oportunidad de burlarse de su rival.

Mierda. La carrera ha terminado antes de empezar y, al darse cuenta, alguien grita. Todos los presentes me miran fijamente. La dueña del grito soy yo.

—Aún no has ganado—Gabriel aprieta mi mano con suavidad antes de alejarse—Yo correré en su lugar.

Voy a partir mi lengua en dos pero, si no me la muerdo, volveré a gritar. Esta es la prueba de que las cosas, siempre, pueden empeorar.

—Deberías despedirte de tu chico, caramelito.

Por primera vez, Shane Parker y yo estamos de acuerdo en algo. Corro hacia White y rodeo su cuello con mis brazos. No tengo ni idea de como acabará esta carrera pero va empezar con un abrazo digno de película americana.

—Ten cuidado

Gabriel besa mi frente antes de acomodarse en una enorme moto negra.

Una chica baja un pañuelo blanco y ambas motos salen disparadas. No sé cual es la velocidad que llevan las ruedas pero, puedo asegurar que, la de mi corazón es mayor.

Me tapo los ojos con las manos. No quiero ver esto. Bueno, en realidad, sí. Hago un hueco entre mis dedos para tener algo de visión. Gabriel toma la primera vuelta con una rapidez exquisita. Avanza a gran velocidad dejando atrás a Shane. En la segunda curva Gabriel pierde el control sobre la moto y, también, la ventaja. Shane le ha adelantado y va en cabeza. Mierda. Va a ganar y yo vuelvo a taparme los ojos.

—Tranquila, princesita—alguien pasa su mano por mi cuello—Gabriel vuelve a ir primero.

Miro a la chica que acaba de invadir mi espacio personal. Sus rizos dorados caen como cascadas, protegiendo su piel pálida, y sus ojos claros me sonríen.

—Soy Sydney, la melliza de Scott—no hace falta la aclaración para saberlo. Se parecen muchísimo.

—Yo soy Ryan.

—¡Lo sé! Todo el mundo te conoce—ella alza el brazo, como si la copa que sujeta fuera Simba en El Rey León— ¡Estoy hablando con la estrella de la noche!

—Yo no soy...

—¿Sabes?—me interrumpe—La mitad de las presentes te envidia. A ellas los tíos de aquí ni las miran y, en cambio, a ti te apuestan en una carrera—las chicas que "me envidien" deberían tener cuidado con el tinte de pelo. Les afecta a las neuronas—El resto, solo nos compadecemos de ti.

Compadecerse tiene connotaciones negativas. ¿Por qué compadecerse si todo va a salir bien?

—¡Última vuelta!

Todo mi cuerpo se pone en alerta. Busco a Gabriel con la mirada. Los dos participantes van igualados y llevan varios metros corriendo sobre una sola rueda. Parker se acerca mucho a White. Demasiado. Tanto como para que ambas motos choquen. Al parecer, la estrategia de Shane es derribar a Gabriel para, así, ganar por descarte. Él se resiste hasta que consigue esquivarlo. En la última recta acelera, cruzando la línea de meta con varios metros de ventaja. Lo ha conseguido. Gabriel White ha ganado la carrera.

—Lo siento yo... debería...—intenta decir el castaño cuando llego a su lado.

—Besarme. Y deberías hacerlo ya—sin pensarlo, acorto la distancia entre nosotros. Nuestros labios se unen, como dos piezas de un mismo puzzle. Puede que, ahora mismo, mis sentimientos estén en guerra pero, aún así, deberíamos hacer más cosas sin pensar.

—¡Si no eres mía, no serás de nadie!—me giro al escuchar el grito de Shane. Sus ojos me miran, llenos de rabia, y, en sus manos, sostiene una pistola. Un revólver que me apunta directamente.

Y, entonces, todo sucede muy rápido.

Shane aprieta el gatillo.

Gabriel se abalanza sobre mi.

La bala sigue su camino y su trayectoria termina en el abdomen de Gabriel White.

***
Soy mala pero me encanta dejaros con intriga jejeje. Espero que disfrutéis del capítulo. ¡Se acerca el final! ¿Tenéis ganas?

Cuéntame todo en comentarios y, si te gusta, no olvides darle a la estrellita :)

Mil veces gracias,

L.

Sentimientos en guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora