Un jueves de julio de 1994 - 1:13 am
Cuando salió de las oficinas ya era noche cerrada. Era una hora en la que ya no circulaban los trenes y las almas inocentes soñaban.
Victor bostezó. Le gustaba estar ocupado, estar quieto sin hacer nada lo agotaba. Las jornadas laborales en el departamento de literatura eran agitadas. Estaban ultimando la edición de las nuevas novelas de varios autores best seller. Esas fechas eran bastante estresantes pues agosto era el mes en el que los japoneses tomaban sus vacaciones de verano y las ventas de libros aumentaban significativamente. En su departamento llevaban trabajando en los libros de agosto desde finales de mayo.
Aquel día había logrado terminar temprano. Con plazos tan ajustados, lo habitual era que Victor trabajase hasta las dos o las tres de la madrugada, y al día siguiente entraba a trabajar una hora más tarde, y aprovechaba para ir al gimnasio antes de entrar a la oficina. Sus superiores se lo permitían. No era por fardar pero Victor era un editor de prestigio. Pese a ser extranjero, algunos autores de renombre pedían que fuese él mismo en persona quien llevase la edición y supervisión del maquetado de sus obras. Confiaban en él.
Al llegar a casa, Makkachin dormía en su cama tamaño king size. Comprobó que su refrigerador estaba prácticamente vacío, solo con unas latas de cerveza y un brick de leche de avena. Torció el gesto. Aprovecharía el domingo para hacer la compra del mes, mínimo. Pero ahora debía salir a comprar algo o desfallecería de hambre. Sus tripas rugían peligrosamente. Los supermercados estaban cerrados a esas horas, por lo que Victor optó por acercarse a un conbini que permanecía las veinticuatro horas del día abierto.
Benditos conbinis que tenían de todo. Victor pudo encontrar envases de sopa de fideos instantáneos de diferentes sabores. Eligió uno de gambas y otro de carne picante. En la tienda sonaba un popurrí con los temas pop más populares del momento. Victor pensaba que aquellas canciones eran aburridas. No acababa de cogerle el gusto a la música pop japonesa, sin embargo admiraba las obras de compositores japoneses, como Joe Hisashi.
Estaba mirando distraído la sección de los alimentos congelados cuando la música cesó de golpe. Se oyó el crujido característico de alguien cambiando la cinta magnetofónica de un radio cassette. Bueno, algún empleado de aquel conbini acababa de leerle el pensamiento. En el ambiente se escuchó un clic y el quejido de la cinta al ser reproducida. Un campanilleo de cascabeles inundó la estancia, seguido de un acompañamiento sinfónico. ¿Aquello era...? Espera. ¿Danny Elfman?
Victor se llevó una grata sorpresa. Estaba escuchando Whats this?, de la película The Nightmare before Christmas. Hacía dos años desde que se estrenó. Sus pies tamborilearon al compás de la canción. Una voz al otro extremo de la tienda empezó a cantar. Victor sintió curiosidad y buscó divertido al emisor de aquel canto, seguramente había sido esa persona la que había cambiado la cinta de reproducción.
Sus pies se quedaron clavados en el suelo. Un joven japonés moviéndose con la gracia de un bailarín del ballet Bolshói, alzando los brazos y ondulando las piernas, creando una danza mientras canturreaba la canción. Era hipnótico. La posición de sus manos, el movimiento de sus pies, la flexibilidad de la columna, la oscilación de su pelo negro. El chico bailaba sin salirse del perímetro de las conservas en lata. Por el uniforme que llevaba, se trataba de un empleado de la tienda. Victor miró a su alrededor y se dio cuenta que aquel lugar era el único en la tienda que no alcanzaba a ser grabado por las cámaras de seguridad. El chico no quería que lo descubrieran. Reprimió una risotada.
La música cesó y el joven hincó un rodilla en el suelo, terminando su improvisada coreografía. Boqueaba, tratando de recuperar el aliento, las mejillas arreboladas y una amplia sonrisa de satisfacción. Victor no se contuvo, silbó, dando aplausos.
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El brillo de tus ojos ✧ (AU) Mpreg
FanfictionAño 1995. Ambientado en el atentado con gas sarín del metro de Tokio. Yuri Katsuki contempló aquel test de embarazo una última vez. La última. Pasó el dedo pulgar encima del sensor, como si esperase que aquellos símbolos que declaraban que el test...