Confidente

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El viaje de vuelta a Tokio se les hizo más corto que el de ida a Hasetsu, debido en gran parte a que partieron temprano en la mañana y el trayecto en autopista era fluido, sin tantas masificaciones.

Mari les prestó un maleta extra para transportar los regalos de la familia y Hiroko preparó obentos con almuerzo para el viaje en autobús. La despedida transcurrió entre abrazos y alguna que otra lagrimita. Después de pasar tanto tiempo juntos, se iban a extrañar. Yuri prometió informarles sobre sus avances en el embarazo y avisarles en cuanto diese a luz.

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—¡Aahhh!— Victor soltó las maletas y se descalzó en el recibidor, estirando brazos y piernas. Yuri se quitó el cardigan que traía y lo colgó en el armario de la entrada. Makkachin empezó a corretear por la casa, ladrando.

Yuri cruzó el largo salón y abrió la puerta de la terraza. Hizo lo mismo con las ventanas de los dormitorios y el despacho, para ventilar la casa.

Tenían un mensaje en el contestador. Sin quitarse la chaqueta, Victor pulsó el botón de reproducción. Yuri se sobresaltó cuando oyó los gritos de un hombre que hablaba en ruso rabioso. Aquella persona parecía despotricar por algo, aunque Victor no parecía trastornado en lo absoluto. Escuchó el pitido del mensaje siendo borrado.

Al voltearse, Victor vio a un impresionado Yuri, paralizado con la vista fija en el teléfono.

—¿Quién...?

—Yakov— el gesto de Yuri se tornó confundido— Llamaba porque acaba de enterarse de que... ¿va a ser abuelo? Tal vez sea eso, sí— Victor se quitó la chaqueta y la colgó doblada en el respaldo del sillón— Está enfadado porque no le conté nada y por enterarse el último, según él — suspiró, descolgando el auricular — Voy a tener que llamar para disculparme.

—Iré deshaciendo las maletas— el japonés dejó a Victor solo al teléfono. Le escuchó hablar en ruso y quiso quedarse a escuchar ese acento que le daba escalofríos de gusto, pero estaba cansado y tenía tarea que no quería posponer para el día siguiente.

Después de guardar su ropa y la de Victor, Yuri se entretuvo ordenando la ropa de bebé que le cedió su madre. Los tamaños variaban, desde tallas cero especiales para recién nacido a los doces meses, e incluso encontró un peto vaquero que utilizaron tanto él como Mari cuando tenían dos años. Estuvo un buen rato mirando y acariciando embobado aquellas prendas.

Victor entró en el dormitorio y encontró a Yuri con toda la ropita de bebé desperdigada en montoncitos sobre la cama. Había dividido la ropa por género y tallas.

—Necesitaremos una cómoda nueva para guardar todo esto— comentó Yuri con timidez.

—Y ya que estamos, una cuna y un cambiador— corroboró Victor, sentándose junto a Yuri. Besó su frente con afecto— Tenemos que elegir cuál será el cuarto del bebé, también— el azabache asintió, pensativo.

—¿Podemos pintar las paredes de verde menta?

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Al igual que el resto de personas trabajadoras del país, Victor se reincorporó al trabajo el lunes, ocho de mayo, tras finalizar la Golden Week.

Antes de conocer a Yuri, Victor no solía hacer nada especial durante la Golden Week. En alguna ocasión hizo un viaje express a Okinawa aprovechando el clima templado de principios de mayo. Le gustaba la isla, era una reminiscencia a Hawai y la personalidad de los okinawenses era más abierta y dicharachera comparada con el japonés medio de Honshu. Más de una vez Victor se había planteado retirarse a la isla cuando se jubilase.

El brillo de tus ojos ✧ (AU) MpregDonde viven las historias. Descúbrelo ahora