Gas venenoso

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Viernes, 17 de marzo - 12:47

— ¡Yuri!— escuchaba la voz amortiguada de Pichit detrás de la puerta— ¿Cómo te encuentras? ¿Puedo pasar?— oyó al chico trastabillar con el pomo, sin éxito.

Sentado sobre la tapa del inodoro, Yuri estaba congelado, con la vista perdida en el linóleo que recubria el suelo del baño. Tenía las manos sudadas y notaba que estaba a punto de ahogarse.

Contempló aquel test de embarazo una última vez. La última. Sus manos temblaban. Había estado sujetando aquel artilugio en forma de palito, del tamaño de una lima de uñas, con tanto ímpetu que se había doblado un poco. Pasó el dedo pulgar encima del sensor, como si de alguna forma esperase que al hacer esto aquellos símbolos, que declaraban que el test había dado positivo, se esfumasen.

Un sollozo escapó de los más profundo de su garganta.

Pensaba que el aumento de peso se debía a que estaba pasando por una nueva etapa de ansiedad, por la presión de los ensayos para la próxima audición y las primeras críticas que Yuri había recibido tras su debut en el Teatro Tokio Takarazuka. No todas habían sido agradables y eso a veces mermaba su autoconfianza, ya de por sí frágil. Sin embargo, empezó a sospechar que algo no iba bien cuando se desvaneció el día anterior en medio de la clase, después del ensayo grupal. Creyó que se trataba de un resfriado, por el cambio de estación.

Fue su amiga Yuko Nishigori quien esa misma mañana, al verle decaído, más gordito y ojeroso, pidió explicaciones. Al explicar sus síntomas, Yuko se quedó pensativa. Acompáñame, Yuri, le había dicho ella, siendo arrastrado hasta una farmacia, en la que Yuko pidió algunas cosas en el mostrador que Yuri no llegó a entender. Tras pagar el importe y salir de la farmacia, Yuko rebuscó en la bolsita de plástico que acababan de darle por la compra y puso una cajita en su mano. Yuri tragó cuando supo lo que era. Un test de embarazo.

Sobre aquel inodoro, se llevó las manos a la boca para mitigar el llanto descontrolado que no cesaba y que hacía que todo su cuerpo temblase. Gruesas lágrimas caían sobre la tela de sus zapatillas.

¿Qué iba a hacer ahora?

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Lunes, 20 de marzo - 12:45

En la recepción de urgencias del hospital, atestada de heridos, imperaba la anarquía. Victor era capaz de compararlo con el infierno, sin sutilezas. Personas tendidas en el suelo sobre lonas a falta de camillas, enfermeros desplazándose de un lado a otro, mujeres y hombres llorando, voces indignadas ante la falta de recursos e información... En aquel momento, Victor tomó conciencia de la gravedad de lo que había pasado. Las palabras "atentado terrorista" y "gas venenoso" llegaban a él de todas direcciones desde que había salido de casa, tras escuchar el último mensaje guardado en su contestadora. El personal hospitalario estaba visiblemente saturado por la situación, repartiendo mascarillas sanitarias y guantes profilácticos entre los heridos y allegados de las víctimas. Un médico tuvo que alzar la voz con un familiar que exigía saber la situación de un paciente.

— ¡Señor, ¿qué síntomas tiene?!— le preguntó nerviosa una enfermera ataviada con mascarilla y guantes— ¡¿Le han hecho los análisis?!

— No, yo...¡No soy una víctima!— aclaró Victor, saliendo de su estupor; tanto él como la enfermera se vieron obligados a alzar la voz para escucharse entre el bullicio— ¡Estoy buscando a un herido, su nombre es Yuri Katsu...!

— ¡Lo siento, los familiares deben esperar en recepción para ser informados!- la enfermera, al comprobar que no era un herido, se retiró a toda prisa.

— ¡¡Victor!!— la figura de una mujer alta de cabello castaño se abrió paso entre el gentío y corrió hacia Victor, que la reconoció al instante como la profesora de ballet de Yuri, Minako Okukawa— ¡Victor, gracias a Dios!— lo agarró del brazo para llevarlo hacia un pasillo menos transitado. La mujer tenía surcos de haber llorado en sus mejillas.

El brillo de tus ojos ✧ (AU) MpregDonde viven las historias. Descúbrelo ahora