Epílogo

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3 AÑOS DESPUÉS

15 de Noviembre de 1998

El día del shichigosan. Una festividad en el que las familias imploraban a los dioses buena fortuna para sus retoños, y una larga y próspera vida.

Era el día en que los niños y niñas de Japón usaban por primera vez un kimono ceremonial, hakama, en el caso de los hijos varones.

Aquel año el templo albergó la visita de numerosas familias con sus hijos, todos ataviados con indumentarias folclóricas japonesas. Los padres también iban de punta en blanco, emperifollados para la ocasión.

Los niños más mayores se agolpaban en los puestos del dulce tradicional en forma de bastón alargado, el chitoseame. Adornado con dibujos de tortugas y grullas, que simbolizaban longevidad y buena salud. Estos bastones se regalaban a los niños por el día de shichigosan.

Galina estornudó. Yuri se apresuró a cerrarle bien las capas externas del kimono. El pronóstico del tiempo auguraba una bajada sustancial de las temperaturas, por lo que añadieron capas de ropa térmica debajo del kimono de Galina.

—Tal vez no haya sido buena idea venir hoy. Hace mucho frío— el pelinegro arrugó la frente y limpió la nariz de su hija, de la que colgaban algunos mocos— Espero que la ceremonia no se alargue demasiado.

—Galina lleva días queriendo venir. Volvemos a casa en cuanto termine todo esto— Victor llevaba en brazos a la niña, que lo miraba todo con muda expectación.

Yuri agitó el brazo en cuanto fue capaz de vislumbrar la cabeza cobriza de Guang Hong entre el gentío.

—¡Yuri, Victor!— el chino se abrió paso hasta situarse junto a ellos. Hana tiraba de su brazo con insistencia en dirección al puesto de bastones dulces— Hana, ten paciencia. Primero debemos ir a la ceremonia del templo.

El chico ya no era un adolescente. Había crecido y sus facciones se habían endurecido un poco, aunque aún parecía más el hermano mayor de Hana que su madre biológica. Pronto cumpliría la mayoría de edad en Japón y algunas mujeres jóvenes se le quedaban mirando sin disimulo al pasar por su lado.

Para Yuri, seguía siendo aquel muchachito embarazado e indefenso, cuyo único anhelo en la vida era aferrarse a su hijita nonata.

—¡No...!— protestó la niña, negando con la cabeza. La hija de Guang Hong llevaba un kimono rojo carmín con dibujos de flores de hibisco. Un moño con adornos de flores blancas recogía su cabello, aunque el tupido flequillo cobrizo le tapaba las cejas.

Victor bajó a Galina y le dio empujoncitos para que se acercase a Hana. La niña peliplateada agachaba la cabeza, estrujando los cordeles de su bolsita a juego con el kimono que llevaba, de un rosa pastel con motivos circulares de colores en las mangas y la falda. Un ostentoso obi amarillo remataba el conjunto. Era, sin duda, un estilo más moderno.

—Saluda a Hana y a su mamá—la apremió el ruso inclinándose sobre ella.

—¡Hola, Galina!— Guang le hizo cosquillas en el cuello a la niña. La risa de Galina era como el arrullo de un pájaro, grácil y cantarina— ¡Pero qué kimono tan bonito! ¡Mira Hana, qué chula está Galina!— Guang se agachó para que su hija le prestase atención. Cuando Hana vio a Galina, pareció olvidar su berrinche. Sonrió y la cogió de la mano, enseñándole lo que llevaba dentro de su bolsita roja. El chico se irguió de nuevo con una mano en la cadera y una media sonrisa resignada.

—Ese kimono es precioso, ¿dónde lo alquilaste?— se interesó Yuri, apreciando el minucioso bordado artesanal de la tela.

—Es comprado— Victor y Yuri abrieron los ojos como platos. Los kimonos eran excesivamente caros, por eso era costumbre alquilar los trajes para los niños— Se lo ha regalado su madrina— el chico jugueteó con los dedos mechones de su pelo, azorado. Esa madrina debía tener un patrimonio elevado.

El brillo de tus ojos ✧ (AU) MpregDonde viven las historias. Descúbrelo ahora