Secuelas

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Después de dejar las cajas de la mudanza en su piso, Victor fue a recoger a Yuri del hospital, que estaba ansioso por salir al exterior, tras dos semanas ingresado. Ese día hacía frío, y todo Japón estaba impaciente a que un cambio en el clima se hiciese presente.

—¡Makkachin!— exclamó el azabache cuando el caniche grande Victor hizo amago de abalanzarse sobre él, pero Victor lo tironeó suave de la correa. El can ya había derrumbado a Yuri contra el suelo en otras ocasiones y no quería que lo hiciese ahora dado el estado de embarazo de Yuri— ¡Hola, amigo! ¿Me has echado de menos?— Yuri se inclinó para acariciar la cabeza y el lomo del perro, que daba vueltas a su alrededor moviendo la cola y ladrando contento.

—Está inquieto desde esta mañana— Victor rascó detrás de la oreja del caniche. Yuri cerró la boca con fuerza cuando el perro empezó a lamerle la cara— Te extrañaba.

Un vez dentro del coche, Makkachin jadeaba sacando la lengua apoyando el hocico sobre el hombro de Yuri.

—¿Podemos ir a comer algo?— propuso Yuri acariciando la redondez de su vientre. Llevaba puesta una camisa a cuadros larga y unos vaqueros azules elásticos en la cintura que le prestó Yuko— Desayuné temprano y tengo ganas de algo dulce.

—Qué lástima que no puedas comerte a ti mismo, Yuri— bromeó Victor, dando un toque con el dedo índice bajo el mentón de Yuri, que se sonrojó bruscamente— Conozco una
pâtisserie a la que nunca he ido pero de la que me han hablado muy bien, y aceptan mascotas.

—Vayamos a comer allí entonces.

—Y después tenemos cita en la Clínica Nekola— añadió mirando por el rabillo del ojo al pelinegro, que sonrió complacido.

Victor encendió el motor y condujo atravesando Roppongi hasta el cosmopolita distrito de Ginza. Estacionaron el auto en el parking de un centro comercial y caminaron algunas cuadras hasta llegar al lugar que indicaba Victor. El tintineo de una campanita alertó de su llegada y un adolescente vestido con camisa blanca y chaleco gris les dio la bienvenida. Se sentaron en una mesa redonda junto a la ventana. Yuri advirtió que al pasar del mediodía, ya no servían desayunos, pero sí ofrecían la carta de almuerzos. A Yuri se le hizo la boca agua al ver el apartado de postres. 

Victor observaba a Yuri complacido por su salida del hospital, deleitándose con las expresiones del pelinegro. Los ojos de Yuri brillaban con alborozo y estaba más atractivo que nunca. Rodeo la mesa con su silla para situarse junto a Yuri y abrazarle la cintura, acariciando la curvatura de la panza del japonés con mimo. Su barbilla descansaba en el hombro de su amado.

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Durante el viaje a la clínica en coche, Victor le contó que el doctor Emil Nekola era un afamado médico especialista en obstetricia. Victor había ejercido de editor de su último libro, una guía sobre los tóxicos que influyen en el embarazo, la época más vulnerable para el ser humano. La familia de Nekola llevaba una clínica privada, ubicada en el distrito de Shinagawa especializada en ginecología, obstetricia y neonatología, de las mejores de Tokio. Dado el carácter culto y sociable de los dos hombres, no tardaron en hacerse amigos.

—A ti también te caerá bien— Victor aparcó en el estacionamiento adyacente a la clínica. Dejaron a Makkachin durmiendo en el asiento trasero del coche, era habitual que el can se cansase más que antes.

La clínica era un edificio de tres plantas rodeada de árboles y matorrales cuya entrada daba a pie de calle. Un camino adoquinado unía la verja de acceso con el porche de la clínica.

—Disculpen...— una vocecita delicada los sobresaltó al cruzar la cancela. Al girarse vieron a un chico de cabello castaño cobrizo agachado en medio del camino, mirándolos desde abajo con cara de circunstancias, sujetando su voluminosa barriga de embarazo; el bajo de su chubasquero rozando el suelo— ¿Podríais...este...ayudarme a ponerme de pie, por favor?— hablaba cortado, con las mejillas ruborizadas. Yuri se apresuró a tomarle del brazo para levantarlo del pavimento.

El brillo de tus ojos ✧ (AU) MpregDonde viven las historias. Descúbrelo ahora