Miércoles, 22 de Marzo de 1995- 11:30 am
Cuando salió al estacionamiento del hospital, llovía. El cielo estaba oscuro, cubierto de nubes plomizas. Un viento helado recorría las calles. Era un día funesto, de esos que te dejan agotado sin saber cómo ni porqué.
Las llaves del coche se le resbalaron a Victor de las manos cuando cerró el vehículo. Tuvo que recogerlas del asfalto enfangado. No se cuidó de evitar pisar los charcos; corrió lo más rápido que sus largas piernas le permitían.
En su llamada, Yuko no supo decirle en qué estado se encontraba Yuri tras abrir los ojos. La mujer aún no había podido acceder a la sala. La familia de Yuri acababa de llegar de Hasetsu aquella mañana y solo ellos habían podido verle.
—¡Victor!— Yuko esperaba en el pasillo adjunto a la Sala 103. Estaba consolando a una joven morena con las puntas del cabello oxigenadas, sentada en las bancas de plexiglás endurecido del hospital, los codos apoyados en las rodillas y la cara oculta entre las manos. Al escuchar su nombre, la joven levantó el rostro anegado en lágrimas y le lanzó una mirada furibunda.
—¿Cómo está... Yuri?— preguntó Victor recuperando el aliento.
Vio el puño de la chica precipitarse contra su cara, pero Victor no se movió. Ya no le daba tiempo de reaccionar. Recibió el impacto en su mejilla sin inmutarse.
—¡Mari, basta!— Yuko y Takeshi se abalanzaron sobre la hermana de Yuri antes de que le propinase otro guantazo.
Mari Katsuki. No la había reconocido.
—¡Lo has dejado preñado, subnormal!— Mari no dejaba de despotricar, llorando, siendo sujetada por los robustos brazos Takeshi, el marido de Yuko.
—¡Mari, cálmate!— Hiroko, la madre de Yuri, aquella mujer carismática de expresión cordial, apareció de alguna parte y le sujetó los brazos a su hija— ¡No dirijas tu furia contra él! No tiene la culpa de...
—¡CLARO QUE LA TIENE!— explotó la mujer. Señaló con un dedo acusador al peliplateado, su rostro cubierto de lágrimas y mocos, mirándole descompuesta por el dolor y la rabia— Ese ruso idiota tendría que haber llevado a Yuri en coche... ese día... así mi hermano no... estaría ahora... así...— la voz de la mujer se fue apagando hasta convertirse en un quejido penoso. Todo el cuerpo de Mari perdió las fuerzas de golpe.
Victor permaneció inmóvil. La mejilla le ardía pero no le importaba. No era nada comparado con la impotencia que sentía él, o el dolor que había visto en los ojos de Mari. Se sentía miserable. El matrimonio Nishigori acompañó a una hiposa Mari al final del pasillo para tratar de consolarla.
—Victor, querido, estás empapado— la voz cálida de Hiroko estaba empañada por la pena; la pequeña y rolliza mujer sostuvo el rostro de Victor entre sus manos— No hagas caso a las palabras de Mari. Está dolida y furiosa, no sabe cómo afrontar todo esto— Victor asió las manos de la mujer. ¿Por qué era tan dulce con él?
Mari estaba en lo cierto. Si Victor no hubiese huído del piso de Yuri el domingo por la noche, podría haber llevado a Yuri y a Yurio a su cita en el Teatro Nacional y habrían evitado subirse al tren...
Era culpable de la situación de Yuri en cierta medida.
—Lo siento, Hiroko...— Victor no podía mirarla a los ojos.
—Dame tu abrigo, hijo— la mujer hizo caso omiso de la disculpa del peliplateado. Hiroko sacó un pañuelo de algodón del bolsillo de su abrigo polar y le frotó la cara mojada y el flequillo chorreante. De haber conocido a su madre, a Víctor le hubiese gustado que fuese tan candorosa como aquella mujer.
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El brillo de tus ojos ✧ (AU) Mpreg
FanfictionAño 1995. Ambientado en el atentado con gas sarín del metro de Tokio. Yuri Katsuki contempló aquel test de embarazo una última vez. La última. Pasó el dedo pulgar encima del sensor, como si esperase que aquellos símbolos que declaraban que el test...