Bello...

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Advertencia: smut.

Lunes, 1 de mayo de 1995 - 11:27 am

—¿Qué estará buscando tu madre?

Hiroko llevaba hurgando dentro de los armarios de la casa desde bien temprano. Cada vez que preguntaba qué estaba haciendo, la mujer le daba largas con una mano y una sonrisa concentrada. Toshiya y su Mari se encogían de hombros cuando trataba de indagar sobre el tema.

Él y Yuri estaban en la despensa buscando ingredientes para el almuerzo de aquel día. Aunque era algo que al azabache le daba mucha curiosidad, tampoco estaba impaciente por descubrirlo.

—Sea lo que sea, en cuanto lo encuentre lo vas a saber— sonrió Yuri bajando las botellas de salsa de soja y los frascos de condimentos de un estante— Mamá puede ser muy entusiasta cuando se le mete algo en la cabeza. Ah, Victor— se acercó al ruso—, esas son algas wakame, necesitamos kombu.

—¡Traed repollo también!— escucharon a Mari desde la cocina.

No era lunes festivo, pero la mayoría de compañías y negocios daban el día libre a sus empleados coincidiendo con la Golden Week. Hasetsu cada vez recibía más turistas y el resort estaba completo. Victor estaba complacido de poder ayudar a los Katsuki, se sentía parte de aquella familia y exceptuando la indiferencia que manifestaba Mari hacia él, tanto Hiroko como Toshiya le tenían en alta estima.

En la cocina, Mari estaba graduando la temperatura del horno. Al ver llegar a Víctor con la cesta más grande, llena de repollos y verduras, y a Yuri con una pequeña, dibujó una mueca, algo así como una media sonrisa.

—Yuri, ve preparando el arroz. Victor, acompáñame a por las bebidas — Mari salió de la cocina y el ruso miró a Yuri, pero el menor estaba llenando la arrocera con agua y pedazos de alga kombu.

Las bebidas, tales como las botellas de agua, de refrescos o el alcohol, se almacenaban en el porche de la parte de atrás de la vivienda, al aire libre. Con las bajas temperaturas, se mantenían frescas y así liberaban espacio del refrigerador. Mari se dedicó a amontonar en columnas de tres los canastos con botellas de cerveza, sobre una carretilla. Victor la imitó.

-Oye, Victor- resopló Mari, terminando de apilar- Quiero... pedirte perdón. Por lo que hice en el hospital. Me pasé- Victor alzó el rostro; la chica parecía contrariada- No es que crea que tú tienes la culpa de lo que pasó.

—Estabas disgustada, preocupada por Yuri— Victor se sacudió las manos cuando terminó con el último canasto— Todos los estábamos. No te lo tengo en cuenta— sonrió afable— Estos días he estado creyendo que me odiabas, me diste un buen guantazo.

—No te odio— Mari agrandó los ojos, mirándole perpleja— Es que era incómodo para mi. Quería disculparme pero no encontraba el momento ni las palabras.

Empujaron las carretillas hacia el interior de la cocina y descargaron los canastos en un rincón. Yuri ya no estaba. Victor salió a buscarle. Lo encontró jugando animadamente con Makkachin y una pelota en el patio. La risa del chico era vistosa, llena de matices, todos ellos agradables.

Desde la mañana del día anterior, Yuri estaba radiante. Sus ojos brillaban de aquella forma que tanto le gustaba a Victor. Hacía días que no disfrutaba verlo tan contento. Makkachin ladró y corrió con Victor, estampando sus patas llenas de tierra sobre su camisa. Abrazó la cabeza del can, rascándole detrás de las orejas.

—Perdón, Yuri. Lo he distraído.

—No importa— Yuri entró en la casa y se descalzó— Hoy no hace tanto frío, creo que la playa se va a llenar, ¿vamos después de comer?— propuso el azabache.

El brillo de tus ojos ✧ (AU) MpregDonde viven las historias. Descúbrelo ahora