Ryu-du-mi-ru

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Un tarde, cuando Victor volvió del trabajo, atrapó a Yuri mirando unos documentos en el despacho. Supo que era algo que Yuri no quería que viese por la forma en que ocultaba celosamente los folios debajo de él.

—¡Yuuriiii!— tras forcejear animadamente un rato, Victor consiguió que el azabache cediese y le mostrase los documentos, molesto por su insistencia pero con las mejillas arreboladas— ¿Eh?

Era una lista con nombres rusos y sus significados. Parpadeó varias veces. Yuri se sonrojó con brío.

—Le pedí a Mila que me enviase por fax una lista con los nombres rusos más populares de la última década— Yuri entrelazaba sus dedos— Quisiera que nuestro hijo tuviese un nombre ruso.

—Eso lo hará destacar del resto— sonrió, besando la frente de Yuri— Sabes cómo es la gente de Japón, Yuri.

—Lo sé, lo sé. "Al clavo que sobresale, martillazo que le toca"— el menor repitió aburrido ese refrán habitual japonés que había escuchado hasta la saciedad. Cambió su expresión por una sonrisa y las mejillas arreboladas. Acarició su vientre con ternura— Pero el bebé será hafu y de por sí eso le hará sobresalir. Quiero que tenga un nombre especial.

En Japón había una creencia extendida de que los niños y niñas hafu, es decir, con sangre mestiza, eran más hermosos que un japonés medio. En la mayoría de los casos era cierto, sin embargo a veces la genética era algo traicionera.

La lista tenía algunos nombres subrayados con rotuladores de colores. Había nombres rusos tanto de niño como de niña, y alguno que otro unisex.

—¿Me aconsejas?— pidió Yuri señalando el documento. Se le notaba ilusionado con el tema— De los nombres subrrayados para niña, ¿cuál te gusta más?

Victor tomó asiento en el sillón del despacho. Yuri se sentó en el brazo del sillón, jugueteando con sus pulgares. Yuri había escogido nombres fáciles de pronunciar para un japonés. Victor descartó mentalmente nombres como Darya, Ivana, Irina, Galina, Tanya o Sonya, que estaban muy manidos en Rusia.

—Me quedo con Vera, Milena y...— se le escapó una sonrisa. Alzó el rostro para mirar a Yuri, divertido— Victoriya. Si es niña, nuestra hija será un tributo a mi persona— dictaminó con fingida altanería.

Yuri rio con ganas.

—Ahora de niños, va.

Tenía que admitir que aquello era entretenido. En la lista de los nombres masculinos Yuri había subrayado algunos demasiado clásicos. Antes de que pudiese decantarse por uno, Yuri indicó con el dedo un nombre de la lista.

—¿Lyudmil?— el ruso alzó una ceja. No era exactamente un nombre ruso, sino eslavo, y muy antiguo. Pero si estaba en la lista de Mila sería porque habría vuelto a ponerse moda.

—Me gusta. Ryu-du-mi-ru— pronunció Yuri separando las sílabas y escribiéndolas con el dedo en katakana sobre la palma de la mano— Para abreviar, puede usarse Ryu.

—Lyudmil. Ryu-chan— probó Victor. Se sorprendió de lo bien que sonaba. Besó a Yuri acariciando su tripa redondeada, allí donde estaba su pequeño bebé.

Sus compañeros del departamento de literatura ya estaban enterados de que iba a convertirse en padre en pocos meses. Las mujeres de la oficina le dejaban tarjetas de felicitación con dedicatorias todos los días, sin exagerar, algunos con chistes sobre la paternidad y otros traían dibujos de cigüeñas. Estos eran los más abundantes.

—Ah, Yuri— se acordó, haciendo una mueca— En junio tengo que viajar a New York por trabajo, a una Expo Literaria. Le empresa quiere cerrar nuevos contratos de traducción con escritores norteamericanos.

El brillo de tus ojos ✧ (AU) MpregDonde viven las historias. Descúbrelo ahora