Capítulo 1

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*Tabita*

Dormía tranquilamente cuando un estruendo hizo que me sobresaltara de repente. Me levanté de mi cama apresurada y me acerqué hasta la ventana de mi habitación, descorrí las cortinas y encontré que toda la ciudad estaba totalmente en llamas y no paraban de venir fuegos de cañones desde un barco pirata que había anclado en el puerto.

En ese momento mi padre entró a la habitación, corrió hacia mi y me agarró por los brazos con nerviosismo.

-Hija, tienes que irte ahora mismo. Te espera un carruaje detrás de la casa que te llevará al puerto, allí cogerás un barco y te irás a New Providence -me informó con rapidez y dejándome poco tiempo para asimilarlo todo.

-¿Y tú? -pregunté preocupada no quería irme sin él.

-No te preocupes -respondió mientras me daba una bolsa que tenía en sus manos-. dentro de unos días estaré allí contigo -me aseguró dejándome más tranquila.

-Mira, aquí te he metido un vestido -continuó-. Ya te cambiarás cuando estés dentro del carruaje.

Acto seguido tiró de mi brazo y me llevó corriendo hasta su despacho. Allí se acercó hasta su estantería donde tenía todos sus libros y, sacando uno de ellos accionó un interruptor haciendo que la estantería se abriera dejando paso a unas escaleras.

-¿Por qué nunca me has enseñado esto? -pregunto totalmente alucinada con este descubrimiento.

-Eso no importa, ya habrá tiempo de hablar más tarde. Ahora sígueme.

Mi padre bajó primero, portando una antorcha y caminando casi al trote, yo le seguía todo lo rápido que podía. Aquel lugar era oscuro y frío, parecía una especie de pasadizo secreto. Agarrándome fuerte la mano me condujo por varios túneles los cuáles parecía conocer a la perfección, pero que para mí era como estar dando vueltas en círculos todo el tiempo.

Al cabo de unos minutos llegamos a una puerta y mi padre me pasó la antorcha para que le alumbrara mientras abría la puerta con una llave que sacó de su bolsillo. Después me quitó la antorcha y la tiró al suelo. A continuación salió primero para asegurarse de que no había ningún peligro fuera. Cuando dio el visto bueno, se hizo a un lado para dejarme salir y encontré de frente con el carruaje. Rápidamente abrió la puerta y me metió dentro de un empujón junto con la bolsa. No podía evitar sentir que mi padre no era él en aquel momento. Él siempre era calmado y jamás me había empujado de esa manera, noto su miedo a que pueda pasarme algo con esa actitud. Cuando se disponía a cerrar la puerta puse una mano delante para evitarlo y le miré decidida a pedirle que viniera conmigo, que no me dejara sola, pero una vez más se adelantó a mi:

-Tranquila, hija, nos veremos en unos días, ¿vale?

-¿Me lo prometes? -le pedí sintiendo una sensación de tristeza demasiado profunda en mi pecho, como si no estuviera nada segura de su palabra.

-Te lo prometo -respondió con una triste sonrisa.

No sé si creerlo, pero tampoco podía hacer nada por cambiar su decisión de quedarse aquí ante el peligro.

-Ten cuidado, padre -dije con un hilo de voz.

Asintió con la cabeza sin ser capaz de mirarme a los ojos y cerró la puerta. El carro se puso en movimiento y saqué la cabeza por la ventanilla para verle por última vez. Mi padre volvió a meterse dentro de los pasadizos cerrando la puerta tras de sí. Volví a meter mi cabeza dentro y respiré hondo para relajar mis nervios. A continuación abrí la bolsa que me había dado encontrando dentro un corsé acompañado de un vestido con falda larga hasta los pies y de manga corta, todo de color blanco. En la bolsa había también unos guantes largos hasta el antebrazo de color crema, un peto triangular que cubría mi pecho y por último unos zapatos de tacón negro. Mi padre conocía muy bien mis gustos, a saber desde cuándo tenía esta bolsa preparada, tanta perfección no se consigue en unos segundos de tensión y prisas. Así que me quité el camisón que usaba para dormir y me puse toda esa ropa.

PiratasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora