*Carmen*
Cuando llegó la noche me crucé con Rata que ya iba derecho a hacer su turno en el "carajo". Nada más verme se colocó delante de mi y me saludó rascándose la cabeza gesto típico en él.
-Buenas noches, Carmen.
-Hola, Rata.
-La estás jodiendo bien, ¿eh? -dijo señalando con la cabeza a la joven.
Me fijé en ella, en cómo su rostro dejaba latente el cansancio de todo un día y cómo se abrazaba a sí misma intentando calentarse. Sé muy bien el frío que hace ahí arriba cuando llega la noche. Pero nada de eso hizo que me bajara del burro.
-Se lo merece -respondí con cierto punto de maldad que había heredado de mi padre.
-Pues la chica es simpática -comentó amigable.
-¿Qué dices? -repliqué en seguida.
Cómo se nota que él no ha tenido que lidiar con su carácter arrogante y de niña pija.
-En serio, se la ve una buena chica. Al menos a mi me ha caído bien.
-A ti te cae todo el mundo bien -le interrumpo.
-Y pienso que no deberías ser tan dura con ella -continúa él obviando mi comentario-. Deberías conocerla antes de juzgarla.
-Rata, no me interesa lo más mínimo conocerla. Ella es mi criada y la pienso tratar como tal.
-Bueno, allá tú. Solo te digo que tengo la impresión de que esta chica va a cambiar nuestras vidas, y sabes que no me suelo equivocar en mis predicciones. Dale una oportunidad al menos.
-Le daré la oportunidad cuando esté completamente segura de que me puedo fiar de ella, ya sabes lo desconfiada que soy con todo el mundo.
-Está bien, pero no te pases con ella, ¿vale? -me pide con una sonrisa.
Él no lo entiende. Su naturaleza es el de un chico confiado y amigable con todo el mundo. No sé cómo ha llegado a ser pirata si ni si quiera le gusta la violencia ni robar ni nada de lo que hace un pirata. Aún así confío en su criterio, y si él dice que debería darle una oportunidad me lo plantearé, aunque no pienso dar mi brazo a torcer tan rápido.
-Adiós, hermano -le dejo marcharse dándole un golpe cariñoso en el brazo.
Rata era mi mejor amigo, nos conocemos desde la adolescencia, cuando él llegó al barco yo solo llevaba unos meses. Querían arrojarlo por la borda tras abordar el barco en el que él era marinero, sin embargo yo vi algo en él que me dio confianza y le pedí a mi padre que lo dejara como tripulante en nuestro barco. En parte creo que me vi reflejada en él por la juventud que compartíamos. Aquí yo era la una chica y joven y quise tener al menos un compañero con quien pasar bien los días en alta mar. Lo considero como como mi hermano mayor, y aunque seamos diferentes en muchas cosas, nos llevábamos como las mil maravillas.
Mis pensamientos los interrumpió la pisaverde cuando la vi bajar del mástil. En seguida le ordené que me siguiera hasta la cocina donde le esperaba otra tarea. Ella ni si quiera rechistó y cuando entramos se limitó a preguntar dónde estaban las patatas que tenía que pelar durante toda la noche.
-En aquel saco -le señalé un rincón al fondo.
Después me acerqué hasta nuestro cocinero desde hacía un par de años.
-Este es Tragabuche, pero no creas que va a ser tan hablador como Rata. Éste gordo solo sabe comer hasta reventar -comenté de forma divertida, aunque sin querer pretenderlo.
Ella se sentó en el suelo, apoyando la espalda contra la pared, y sin perder tiempo se puso a pelar todas las patatas que había en el saco. Entonces me senté al lado de Tragabuche que no dejaba de bostezar.
-Buche, ¿por qué no te vas a dormir? -le sugerí dándole una palmada en la espalda- Ya hará ella todo el trabajo.
-¡¿Qué?! ¿Voy a pasarme aquí toda la noche? -replicó ella al instante.
Pensaba que tendría ayuda de Tragabuche y en menos de una hora tendría todo el trabajo hecho, pero no. No pensaba ponérselo tan fácil.
-¿Tienes algún problema, pisaverde? -la miré desafiante.
La chica agachó la cabeza refunfuñando como un niño pequeño cuando su madre le castiga, y continuó pelando papas. Reconozco que aquello me hizo gracia, era demasiado fácil hacerla enfadar.
Tragabuche me hizo caso y se fue a dormir acompañado de un largo bostezo. Sin embargo, yo permanecí allí, comiendo una manzana mientras la observaba trabajar.
No puede evitar fijarme detenidamente en su rostro pálido, redondeado, y con una expresión dulce. Supongo que su gesto suele ser siempre alegre, pero el que ahora mostraba era de total cansancio y hasta tristeza en sus verdosos ojos. Por otro lado, sus mejillas parecen suaves al tacto, al igual que el resto de su piel. Y por último su cuerpo que es un poco escuálido está bien definido.
Creo que era la primera vez que me fijaba tanto en ella, en sus rasgos y en ese gesto de enfado que tiene siempre que la mando a hacer una tarea. En ese momento me sorprendo ver como da un par de cabezadas con cara somnolienta, y sin saber por qué me embarga una sensación de que por hoy ya ha tenido suficiente.
Así que, guiada por un impulso, me levanto de mi asiento y cojo un plato de patatas fritas que había sobrado de nuestra cena. La chica estaba tan centrada en no quedarse dormida que ni si quiera se dio cuenta de que había empezado a caminar hacia ella.
-Deja ya eso y cena. Como sigas y te duermas te vas a dar un buen tajo.
Intenté que mi tono se alejara lo máximo posible de algo amistoso y se pareciera más a un "te perdono la vida porque todavía me queda algo de compasión", y le tiendo una mano para ayudar a levantarse. La chica me miró sorprendida y con desconfianza cogió mi mano y se levantó. Acto seguido la acompañé a la mesa y me senté a su lado para terminarme la manzana que había empezado a comerme. La chica comenzó a comer con los modales que una familia de bien le había enseñado.
-No tienes que demostrar tus buenos modales. Tienes que estar hambrienta, así que devora de una vez esas patatas o te quedas sin cenar -le ordené casi enfadada.
La joven me miró con el ceño fruncido por un momento, y sin mediar palabra me hizo caso, comiendo las patatas con una desesperación que me hizo reír. Es extraño, pero en las pocas horas que he compartido con ella, este creo que es el mejor momento que hemos pasado. No noto que haya tensión entre nosotras y al menos me hace reír con sus modales refinados que tan raro se me hace de ver. Quizás las palabras de Rata tenían la culpa de mi cambio de comportamiento para con ella.
*Tabita*
Durante la cena no volvió de dirigirme la palabra, simplemente se limitó a observarme comer, con una divertida sonrisa que no supe bien cómo descifrar. Tras la cena me mandó a la bodega para dormir. Lo que ha pasado en el día de hoy ha sido demasiado extraño. Después de tenerme explotada durante horas ha decidido dejarme cenar tranquila y finalmente mandarme a descansar. Está claro que el comportamiento de esta mujer es totalmente impredecible.
ESTÁS LEYENDO
Piratas
RomanceCarmen, una joven de 27 años, hija de uno de los piratas más temidos de la época. Tras pasar toda su infancia en un convento, un día su padre va en su busca y la convierte en una pirata. Por otro lado, Tabita, una chica refinada, que siempre ha viv...