*Carmen*
Llevaba toda la semana nerviosa ante la idea de que tenía mi padre de casarme con un hombre al que no conocía de nada, ni si quiera sabía aún su nombre. No dejaba de dar vueltas en mi camarote ante la atenta mirada de Pepa que trataba de encontrar una solución a este nuevo problema que se había interpuesto en nuestro camino. Y a ese problema teníamos que añadirle la herencia de Tabita, la dichosa firma, la manera de que mi padre no pueda hacerle daño, la manera de que podamos salirnos con la nuestra. Era el momento de ser una verdadera pirata, amotinarme contra mi Capitán y quedarme con toda la herencia para que ambas podamos huir y vivir apaciblemente. Pero no se me ocurría absolutamente nada y empezaba a sentir que la cabeza me iba a estallar en cualquier momento de la misma frustración.
-Carmen, por dios, para de dar vueltas y siéntate -me pedía mi amiga, aunque yo hacía oídos sordos.
Al final acabó parándose frente a mi y agarrando mis hombros me miró muy seriamente.
-No puedes dejar que esto se te vaya de las manos -habló contundente.
-Pero es que no sé qué hacer, Pepa -respondí desanimada.
-Algo se nos ocurrirá.
-¿Pero cuando?
-Cuando llegue el momento.
Resoplé con una mezcla de resignación y cansancio.
-Mira, las cosas no siempre salen como se planean, así que mejor es que esperamos a que llegue el momento y ya después sabremos qué hacer.
Su intento de animarme no sirvieron de mucho, seguía sin estar mu convencida con la idea de esperar, pero no tenía otra opción, así que asentí desganada y mi amiga sonrió en respuesta.
De pronto escuché jaleo en la cubierta e imaginé que ya habíamos llegado a Port Royal por lo que, Pepa y yo salimos del camarote para confirmarlo. Allí estaban la mayoría de los tripulante, entre ellos, Tabita. Ella estaba mirando la ciudad con expresión triste, como si estuviera viajando a través de sus recuerdos. Me acerqué a ella y cogí su mano para que se percatara de mi presencia. Tabita me miró, y en sus ojos pude ver emoción, sin embargo forzó una leve sonrisa para mi. Volvió de nuevo la mirada a la ciudad y comenzó a hablar, pero su voz sonaba lejana.
-No parece haber cambiado mucho desde la última vez -comienza a contar-. Recuerdo aquella noche como si fuera ayer, dormía tranquilamente cuando unos cañones empezaron a dispararse por toda la ciudad. Mi padre me sacó de la casa con la intención de protegerme, pero su plan salió mal, y ahora estoy aquí.
-Bueno, estás aquí conmigo.
Pero Tabita obvió mi comentario y prefirió guardar silencio, algo que no me gustó del todo.
-¿El cuerpo de mi padre sigue en la casa? -preguntó entonces.
-No lo sé -respondí siendo sincera.
Tabita volvió a callar. La miré y me fijé en como se estaba mordiendo el labio. Tras un segundo de duda me devolvió la mirada.
-Creo que sé dónde está el dinero.
El corazón me dio un vuelco. No lo puedo remediar, esa palabra me gustaba demasiado.
-¿Dónde? -quise saber en seguida.
-En los pasadizos donde mi padre me metió para sacarme de la casa- su rostro se mostraba impasible mientras hablaba-. Quizás en alguno de los túneles puede estar escondido.
-¡Eso es fantástico! -exclamé emocionada.
-Pero son muchos túneles. Podemos tardar días, incluso semanas en encontrarlo, si es que de verdad está ahí.
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Piratas
RomanceCarmen, una joven de 27 años, hija de uno de los piratas más temidos de la época. Tras pasar toda su infancia en un convento, un día su padre va en su busca y la convierte en una pirata. Por otro lado, Tabita, una chica refinada, que siempre ha viv...