*Carmen*
Como cada día me levanté temprano y subí a la cubierta donde estaban algunos de los ciudadanos que apresamos la anterior noche ayudando a los tripulantes en las tareas del manejo del barco, mientras que otros se encontraban limpiando. Entre todos encontré a mi criada que estaba en un sitio apartado de los demás, junto al mástil de proa, con la mirada perdida en el mar.
-¡Eh, pisaverde! -la llamo acercándome a ella- ¿Qué haces ahí parada? Ponte a trabajar.
Al escucharme se sobresaltó, parece que estaba bien metida en sus pensamientos.
-Ahora voy -dijo con dejadez.
-Ahora no, ya -respondo autoritaria-. Y háblame con respeto, o ¿es que tu mami no te enseñó modales? -le hablo en tono burlón, dando varios pasos hacia ella.
-Pues no, mi madre no. Pero sí mi padre -respondió cruzándose de brazos.
-Me da igual quién demonios fuera ¡Ponte a trabajar ya!
Sin darle opción a replicar me marché y subí hasta el timón donde estaba Puñales al mando. Éste al verme me saludó y me pasó su petaca para que bebiera ron. Lo cogí sin dudar y me lo bebí de un trago devolviéndoselo vacío.
-Joder, te gusta más que a mi -comentó volcando la petaca para comprobar que ya no quedaba nada.
-Lo necesitaba.
-¿No te entiendes con tu nueva amiga? -preguntó con toda la intención de hacerme rabiar.
-¡No es mi amiga! -contesté enfadada- Es mi criada, y la muy imbécil se cree que puede hacer lo que le de la gana.
-Una pisaverde te está poniendo a prueba -rompió en una escandalosa risotada.
-No la voy a dejar ni a sol ni a sombra. La voy a tener trabajando todo el día -digo fijándome de nuevo en ella.
-¡Esa es la Carmen que conozco!
Sus carcajadas me contagian lo suficiente como para sonreír a medias y hacerme pasar el enfado.
*Tabita*
Uno de los piratas me llevó a lo alto del mástil mayor donde siempre está subido. La verdad es que es un tipo divertido. Se llama Rata, es flacucho, pero con un torso definido. Es bajito, con el pelo corto y de color negro. Tiene un poco de barba y siempre va descalzo. Es bastante ágil a la hora de subir al "carajo" como le llamaban al mástil central donde hacen la guardia. Me ha contado muchas historias graciosas, me ha enseñado a trepar por el mástil, que por cierto tuve que descalzarme y recogerme el vestido en un nudo que él mismo me enseñó a hacer. Realmente ha sido una mañana divertida.
Cuando llegó la hora de comer bajamos a la cubierta y allí me aconsejó que descansara para acompañarle a hacer la guardia esta noche. Tras eso nos despedimos y yo me dispuse a ir a la bodega a por mi comida, pero entonces una voz detrás de mi me detuvo:
-Tú, pisaverde, ¿dónde vas?
Reconocí en seguida la aterciopelada y a la vez dura voz de Carmen. Me volví para verla y la encontré con su plato de comida en las manos.
-A comer -le dije señalando la bodega.
-De eso nada -contestó con la boca llena de comida, algo que me resultó asqueroso-.Todavía no has terminado de trabajar.
-Pero Rata me ha dicho que...
-No te lo dice Rata -me interrumpe elevando un poco la voz-. Te lo digo yo. Recuerda que soy tu jefa y me tienes que obedecer solamente a mi.
De verdad ¿esta mujer no tiene otra cosa que hacer que fastidiarme siempre? Cogió un cepillo y un cubo con agua que tenía a su lado.
-Ponte a limpiar -me ordenó lanzándome el cepillo.
Lo atrapo en el aire antes de reprocharle.
-Pero es la hora de comer.
Carmen frunció el ceño y dios varios pasos hasta ponerse a mi altura. No me moví de mi sitio, quizá por miedo, quizá por valentía. Le sostuve la mirada, desafiante, con la barbilla en alto. Cuando me tuvo lo suficientemente cerca, alargó su mano y presionó mi labio, donde la noche anterior me había golpeado. Guiada por una leve punzada de dolor aparté mi cara con brusquedad.
-Si no quieres una segunda lección será mejor que hayas aprendido con la primera. Aquí no importa tu raza, no importan tus bienes, ni tu casa ni tu linaje. Aquí eres una prisionera más. Una pisaverde que debe acatar mis órdenes te guste o no. ¿Lo has entendido?
Sin pronunciar una sola palabra recojo el cubo de agua y me dispongo a limpiar, pero cuando intento marcharme me atrapa por el brazo apretando tan fuerte que me hace revolverme para soltarme.
-No me has respondido, pisaverde.
Odio que me llame pisaverde. Me muerdo la lengua resignada.
-Lo he entendido -digo apretando los dientes enfadada.
Carmen sonrió victoriosa, cosa que aumentó aún más mi enfado. Me soltó del agarre y me puse en seguida a hacer el trabajo que me había encomendado. Sin embargo, ella no estaba dispuesta a marcharse, así que se sentó sobre un barril para verme trabajar mientras comía un pescado frito que habían tenido la suerte de pescar esta mañana. Hacía un calor sofocante y estaba hambrienta, y el olor tan rico que me llegaba de su comida no ayudaba para concentrarme en lo que tenía que hacer, que era dejar como la patena el suelo de la cubierta para que Carmen me dejara irme a comer de una vez.
Aquí el sentido del tiempo se perdía por completo, pero pasó el suficiente como para que Carmen comiera sin prisas y se pusiera a limpiar su pistola y afilar su espada y cuchillos. De hecho, cuando por fin terminé de limpiar todo a fondo ella estaba ensimismada afilando la punta del último cuchillo. Cuando me levanté del suelo y tiré por la borda el agua sucia me miré las manos, arrugadas por el agua, rojas por el esfuerzo y con varios callos que empezaban a asomarse en mis dedos.
Y al parecer, Carmen se dio cuenta de esto y no tardó en hacer uno de esos comentarios tan cansinos a los que ya me había acostumbrado:
-¿Qué pasa, esas manos nunca han trabajo?
Preferí obviar su comentario.
-Lo he limpiado todo, de arriba abajo, sin dejar un solo rincón. ¿Puedo irme ya a comer?
-No -contestó con rotundidad, bajando del barril.
La miré incrédula, esta mujer es toda una tirana.
-Vas a subir al mástil a sustituir a Rata -continuó-. Esta noche le toca hacer guardia y ahora necesita descansar, por lo que vas a subir tú hacer la guardia hasta que su turno llegue.
-Pero si me dijo que la guardia la haría esta noche con él -repliqué enfadada y lanzando el paño con el que había estado limpiando al suelo.
Carmen endureció el gesto al ver mi reacción y en dos zancadas se puso frente a mi con los brazos en jarra.
-Ha habido un cambio de planes, esta noche vas a pelar patatas para el almuerzo de mañana.
En su rostro apareció una sonrisa de lo más maliciosa. Estaba disfrutando con todo esto.
-¿Me voy a pasar toda la noche pelando patatas?
-¿Tienes algún problema? - preguntó apuntándome con el cuchillo.
Creo que no me equivoco si digo que es el mismo que clavó en mi cuello. De hecho me parece estar viendo en la punta una pequeñísima gota de sangre seca.
-Ninguno -dije tras un momento en silencio, debatiéndome entre mandarla a la mierda o bajar las orejas y obedecer. Al final opté por lo segundo, le tengo demasiado aprecio a mi vida.
-Bien. Ahora sube ahí arriba y no bajes hasta que no sea el momento.
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Piratas
RomanceCarmen, una joven de 27 años, hija de uno de los piratas más temidos de la época. Tras pasar toda su infancia en un convento, un día su padre va en su busca y la convierte en una pirata. Por otro lado, Tabita, una chica refinada, que siempre ha viv...