Capítulo 12

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*Tabita*

Cuando abrí los ojos todo estaba oscuro, al no haber ventanas no entraba luz por ningún lado, pero sabía que ya era de día porque Carmen no estaba conmigo, así que me levanté y justo cuando me disponía a salir de la habitación me percaté que encima de la mesa había una bandeja con unas tostadas. Imaginé en seguida que había sido Carmen la que me lo había traído por lo que, me lo comí antes de salir.

El pasillo estaba vacío, pero desde abajo me llegaban las voces de algunas personas, entre ellas, la de Carmen. Caminé escaleras abajo hasta llegar al salón donde vi a Carmen sentada a la mesa hablando animadamente con Elena y otra chica más que no conocía.

Carmen, al verme sonrió y me hizo un gesto con la mano para que fuera hasta ella.

-Buenos días -saludé en general para las tres, pero mirando a Carmen en especial.

-Buenos días. Ven, siéntate aquí -respondió ella señalando una silla a su lado.

Al sentarme, Elena se levantó y dijo:

-Bueno, os dejo para que habléis tranquilas, yo me voy a mis quehaceres.

Elena subió las escaleras hasta el tercer piso y Carmen comenzó una nueva conversación.

-Ésta es Pepa, la amiga de la que tanto te hablo -se refirió a la chica que estaba a su lado.

Su aspecto era el de una mujer de unos treinta y algo, su pelo era rizado y de color rojo y estaba increíblemente delgada.

-Pepa, ésta es Tabita, mi amiga.

-Encantada -dijo ella amigable, parecía alegre de verdad de conocerme-. Carmen me ha contado lo que sucede, pero tranquila yo voy a hacer todo lo que pueda por ayudarte.

-Gracias. Carmen me ha contado que vas a ir a Port Royal.

-Sí, pero necesito saber más cosas de ti. Cómo se llaman tus padres, si tienes hermanos... Para poder conseguir más información.

-Claro. Mi padre se llama Bartolomeo y mi madre se llamaba Miriam, como yo, pero murió al tenerme.

-Vaya, lo siento. Podías haberme avisado -le dijo en voz baja a Carmen.

-Tranquila, no importa -contesté quitándole importancia-. Y no tengo hermanos -añadí.

-Vale, pues nos veremos en unas semanas y os cuento.

Carmen y Pepa se levantaron de la silla y yo las imité.

-Bueno, que tengáis buen viaje -comenzó a despedirse, cogiendo de los hombros a Carmen para al final acabar dándole un fuerte abrazo-. Cuídate ¿vale? Y no te metas en líos.

-Sí, tranquila -respondió Carmen separándose de ella. Como siempre haciéndose la dura.

Después se acercó a mi y me dio dos besos como si me conociera de toda la vida.

-Cuídate tú también, y cuídamela -me dijo refiriéndose a Carmen.

-Descuida, lo haré - respondí bastante convencida. Se ha convertido en el pilar más importante de mi vida, sin ella no soy nada.

Carmen no se equivocó al hablarme bien de ella, acababa de conocerla y ya me caía bien, se hace querer fácilmente.

-Despídeme de Elena de mi parte -dijo Carmen.

-¿Nos vas a despedirte tú de ella?

-No, ya sabes como se pone de pesada. Y dale las gracias por todo, y que nos volveremos a ver.

-Se va a enfadar, y lo sabes.

-Hazlo, ¿vale?

Carmen se dio media vuelta en dirección a la salida y yo la seguí diciendo adiós con la mano a Pepa. Comenzamos a andar por el callejón hasta salir a la calle, y de allí nos fuimos hacia los botes.

Al llegar nos esperaban puñales con cara de pocos amigos.

-Ya era hora, el Capitán y los demás hace rato que salieron con los botes. O nos vamos ya o nos quedamos en tierra.

-No creo que mi padre me deje aquí -respondió Carmen con gran seguridad.

Ella fue la primera en subir al bote para después ofrecerme la mano y ayudarme a subir. Por último subió Puñales y se puso a remar con prisas.

Al llegar al barco, inmediatamente me mandaron a hacer trabajos y Carmen se fue con Wilson al camarote del Capitán para hablar del camino que mejor les convenía tomar para llegar a las Bahamas.

Cuando llegó la noche en el barco me tocó turno de guardia junto a Rata y pensé que este podía ser un buen momento para hablar sobre Carmen, quizás consigo que me cuente algo. O quizás lo único que logro es que se enfade conmigo. De todas formas tengo que intentarlo.

-Oye Rata...

-Ya sé lo que me vas a preguntar -me interrumpió de pronto-. Y sí, me pasa algo con Carmen.

Hizo una pausa, apretando la mandíbula. No quise presionarlo, así que esperé a que él hablara.

-Me pasa que estoy enamorado de ella desde el primer día que la vi -confesó al fin-. Me pasa que desde entonces llevo tratando de enamorarla, cuidándola y siendo su amigo para que sintiera algo por mi. Pero de un día para otro, llegas tú y ella está loca por ti. Si hubiera sido un hombre lo hubiera entendido, pero ¿con una mujer? contra eso no puedo hacer nada.

Estaba tan sorprendida por lo que acababa de decir que no me salían palabras. Su voz sonaba nerviosa y le temblaba. Supuse que se habría quitado un peso de encima al contarlo, pero todo ese peso había caído directamente en mi, que sin tener porqué me sentí culpable.

-No voy a hacer nada por arruinar lo... -dudó- ¿Vuestro? Yo solo quiero que Carmen sea feliz, y si lo es contigo pues, que así sea. Solo te voy a pedir algo -me habló ahora mirándome a los ojos- y es que la cuides, que la hagas la mujer más feliz del mundo y que no dejes que le pase nada. Y por favor, no le cuentes nada de esto.

Asentí varias veces, asimilando todo lo que había. Sin embargo, para él no era suficiente.

-Prométemelo.

-Te lo prometo.

Nunca me hubiera imaginado que el secreto de Rata fuese este. No pensaba contarle nada a nadie sobre esta conversación; una promesa es una promesa. Ahora entendía ese cambio de actitud con nosotras. Lo debe de estar pasando mal, y me siento culpable en cierto modo, pero no por eso voy a dejar de amar a Carmen, y con esto me ha quedado bastante claro que tengo que enamorarla cada día más para que no me deje nunca pues, Rata no será el único chico que se pueda enamorar de ella.

PiratasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora