*Tabita*
Sin abrir aún los ojos notaba las piernas de Carmen entrelazadas con las mías. Recordé cada una de las miradas que me dedicó anoche. Recordé cada caricia, cada suspiro, cada beso. Recodé cada momento en los que Carmen me hacía suya y yo la poseía a ella. Recordé todo lo ocurrido apenas unas horas y sonreí tontamente. Abrí los ojos y lo primero que vi fue la leve luz de una de las velas que anoche estaba encendida. Su luz se agitaba nerviosa, pero aún sobrevivía a las primeras horas de la mañana. A continuación me di despacio la vuelta para mirar a Carmen que estaba tumbada boca abajo, con las manos escondidas bajo la almohada. Su rostro reflejaba una tranquilidad que en ella es siempre difícil de ver. Su cuerpo se elevaba levemente al respirar y fue cuando me fijé en su espalda. Apenas se veía por la sábana, pero una parte dejaba entrever una de las marcas que le dejó su plan tan precipitado. Con cuidado de no despertarla, bajé la sábana hasta la cintura y la contemplé por unos segundos. Su espalda, aún llena de marcas, desprendía belleza. Anoche pude comprobar su tacto el cuál se sentía tan fuerte como su aspecto. Con mucho cuidado de no despertarla, recorrí su espalda con la yema de mis dedos, notando así sus cicatrices recién curadas.
Entonces Carmen se movió levemente y, sin abrir los ojos, habló.
-Buenos días -saludó con voz somnolienta.
-Buenos días -respondí sin dejar de acariciarla.
Volví la vista hacia su rostro y la encontré mirándome con una sonrisa afable que invitaba a besar sus labios en cualquier momento.
-¿Qué haces? -preguntó reprimiendo un bostezo.
-Mirar tu espalda -respondí frunciendo el ceño y bajando la vista otra vez hasta esas dichosas marcas.
Carmen guardó silencio esperando a que yo misma resolviera su duda.
-Cada vez que veo estas marcas me recuerda ese mal momento -explico con voz sombría.
-Olvida ese momento y piensa a partir de ahora todo lo que vivimos anoche cuando las veas.
Sonreí leve al escuchar sus palabras y me acerqué a sus labios para besarlos. Carmen se incorporó a mi lado y dejó reposar su cabeza sobre mi hombro. Se mantuvo en silencio un rato, pensativa. Yo la acompañé en ese silencio, si tenía algo que decir, lo diría sin que yo se lo preguntara.
Finalmente soltó un suspiro y no tardé en oír su voz.
-Hoy conoceré a ese hombre -dijo en voz baja.
-Lo sé -respondí tras un breve silencio.
No me hacía ninguna gracia que tuviera que verse con un desconocido y encima tuviera que casarse con él. Intentaré por todos los medios impedirlo. Sé que la fuerza no es lo mío, por lo que tendré que poner en marcha mi cerebro e idear un plan para acabar con el propio plan del Capitán Moreno.
-Me encantaría poder parar el tiempo y quedarme así, como estoy ahora, contigo -me sacó de mis pensamientos.
-No nos van a separar. Estoy convencida de eso -respondo queriendo creer mis propias palabras, aunque estoy llena de dudas.
Carmen me dejó un beso en la mejilla y después se levantó de la cama para ponerse la camisa, que le quedaba lo suficiente larga como para tapar todo su cuerpo.
-¿A dónde vas? -pregunté.
-¿No tienes hambre? -preguntó de vuelta.
-¿Vas a pedir el desayuno?
-No hace falta pedirlo, ya ha llegado solo -respondió de forma misteriosa.
Carmen abrió la puerta de la habitación y cogió algo del suelo. Cuando entró traía en sus manos una bandeja con nuestro desayuno.
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Piratas
RomanceCarmen, una joven de 27 años, hija de uno de los piratas más temidos de la época. Tras pasar toda su infancia en un convento, un día su padre va en su busca y la convierte en una pirata. Por otro lado, Tabita, una chica refinada, que siempre ha viv...