Capítulo 9

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*Tabita*

Tras varias semanas de viaje todo seguía igual, bueno, casi todo. Ahora mis días pasaban más felices junto a Carmen. Por las mañanas venía con un par de manzanas y me hacía compañía mientras yo limpiaba, en ocasiones se ofrecía a ayudarme, pero no quería volver a tener conflictos con mis compañeros, así que no la dejaba. Cuando tenía tiempo libre nos veíamos en su camarote: charlábamos de cómo nos había ido la vida a cada una, nos contábamos experiencias vividas, nos conocíamos, nos reíamos, etc. Ella cada vez es más cariñosa y atenta, aunque a veces es un poco torpe, como ella dice, pero está aprendiendo a tratarme, ya que nunca había estado con alguien así de enamorada. Yo soy un poco la que la va enseñando a como acariciarme lento y dulce, a besarme, a abrazarme. No he estado tan feliz en toda mi vida, y no quería que esa felicidad se fuera nunca. También me contó la charla que tuvo con Rata, desde entonces no hemos tenido tanta confianza como antes, pero nos sigue ayudando cuando se lo pedimos.

Mientras ella, tumbada en la cama de su camarote, y yo, con la cabeza recostada en su pecho y con mi mano acariciando su cintura, estábamos charlando sobre cualquier cosa cuando Carmen me dice que se ha enterado de qué significa mi nombre.

-Sé que significa Gacela y es un nombre hebreo. Lo que no sé es por qué te lo pusieron.

-Porque cuando nací mi padre me vio tan frágil como una gacela. Aunque Tabita es un mote, mi nombre real es Miriam, por mi madre.

-Eso es muy bonito. Ambos nombres son muy bonitos.

-Ahora me toca preguntar a mi. ¿Cómo te has enterado?

-Tengo mis informadores.

-¡Daniel!

Empezamos a reírnos, solo podía ser él, le gustaba contárselo a todo el mundo.

-Ese niño es un amor -dije-, me encantaría tener un hijo como él algún día.

De repente Carmen se quedó callada, como si la idea no le gustase.

-¿Te gustaría tener hijos? -preguntó en un tono curioso.

-Sí, me encantaría -dije levantando la cabeza y mirándola sonriente. Su cara era inexpresiva, así que no sabía qué podría estar pensando en ese momento-. Y ¿a ti te gustaría? -al oír aquello su cara pasó a ser de sorpresa, levantó las cejas y tomó aire para responder.

-Pues no sé, nunca lo había pensado.

-Piénsalo ahora, ¿qué prefieres: niño o niña?

Carmen rió ante mi pregunta y tras pensárselo unos segundos, finalmente lo decidió.

-Niña.

Yo sonreí de oreja a oreja y seguí insistiendo con el tema de los niños.

-Así que, ¿te gustan los niños?

-Algunos.

-¿Algunos? -pregunté con cara extrañada

-Solo me gustan aquellos niños que no pierden la ilusión, la inocencia, las ganas de vivir; algo así como Daniel.

-Te entiendo, pero algunos niños necesitan el amor de alguien para volver a tener esas cosas.

-No pienso lo mismo.

-¿Por qué?

-No sé, creo que porque yo nunca tuve de eso.

Su cara se tornó triste al recordar todo lo mal que lo pasó en el convento. Le hacían cosas horribles: las monjas la pegaban sin motivo alguno, y las demás niñas se reían y se alejaban de ella porque pensaban que al ser su madre prostituta ella tendría alguna enfermedad hereditaria.

No me gustaba verla triste, así que comencé a animarla.

-Olvida el pasado y todo lo malo. Ahora eres feliz, y no estás sola, tienes a Rata, tienes a esa amiga tuya, y me tienes a mi, que nunca te voy a dejar sola.

-¿Me lo prometes? -su voz sonaba inocente como la de un niño y a la vez melancólica.

-Te lo juro -le contesté claro y firme sin dejar de mirarla a los ojos.

Ella me respondió con una sonrisa.

Tenía más claro que nunca que quería pasar el resto de mi vida con ella. No me permitiría perderla nunca.

Carmen al oírlo acercó su cara hasta la mía y me dio un dulce beso en los labios. Estos son carnosos y le da un toque de sensualidad que va acorde con su figura. Puse mis manos sobre sus mejillas, que están tan marcadas como su mandíbula y parecen ser tan duras como una piedra. Sonriendo volví a bajar la cara hasta su pecho y nos quedamos así, abrazadas toda la tarde.

PiratasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora