*Carmen*
Anoche dormí extrañamente bien, de un tirón, y además me había levantado feliz. No quise relacionarlo con lo ocurrido ayer con la pisaverde, pero no dejaba de recordar una y otra vez su mirada, su tacto, su piel suave, todo. Me costaba creer que por primera vez en mi vida estaba empezando a sentir algo por alguien. Yo, que nunca he recibido amor en mi vida, no me sentía preparada para recibirlo ahora, y mucho menos para devolverlo. ¿Cómo hacerlo si nadie me ha enseñado? Ella ha tenido el amor de unos padres, quizás hasta de unos hermanos, pero yo no he tenido nada de eso. A pesar de tener un padre lo veía más como un Capitán, pues nunca ha ejercido como tal.
Anoche antes de irse a la bodega para dormir, me devolvió la manta para no tener más conflicto con ninguno de sus compañeros. Yo le dije que podría resolver cualquier problema que tuviera con alguien con mi propia espada, pero ella desestimó la idea casi horrorizada. No le gusta la violencia, no le gustan las muertes, por eso no me permitió matar a Lucas ayer. Creo que va a tener que acostumbrarse a eso cuanto antes para no pasarlo mal el día que comencemos con los abordajes a navíos españoles.
Por otro lado pienso en que todo lo que hizo anoche fue debido al ron que bebió. Estoy segura de que era la primera vez que bebía alcohol y el efecto debió de ser tan grande en ella que le hizo cometer esa locura utilizándome a mi como juguete de diversión. A lo mejor hoy, cuando despierte, no recuerde nada. O peor, a lo mejor se arrepiente de todo lo que pasó. Y como no podía esperar a saberlo decidí ir a hablar con ella de inmediato, necesitaba resolver este conflicto interno conmigo misma.
Salí a cubierta con el primer rayo del sol y, normalmente cuando llego ella ya suele estar por allí haciendo alguna tarea. Sin embargo, hoy no fue así. Miré por toda la cubierta, buscándola entre todos los tripulantes que se encontraban en ese momento haciendo sus labores. Tampoco estaba con Rata en el mástil, ni con Puñales al timón, ni con Tragabuche en la cocina. Durante la búsqueda me encontré con un niño que estaba junto a Wilson aprendiendo a limpiar un cañón. En seguida me supuse que él conocería a Tabita y que sabría donde estaba, así que me acerqué a él para preguntárselo.
-Oye, niño, ¿conoces a la pisaverde? -dije llamando su atención rápidamente.
Al oír cómo la llamé puso cara de extrañeza y no supo qué responderme.
-Te pregunto por Tabita, ¿la conoces? -insistí.
-Ah, sí -se le iluminó el rostro-. Es muy buena conmigo -comentó alegre-. ¿Sabes qué significa su nombre?
Tanto entusiasmo del chico empezaba a molestarme y sobre todo a impacientarme. Yo solo quería saber dónde estaba la pisaverde, así que saqué a relucir mi lado borde.
-No. No sé qué significa ni me interesa. Solo dime dónde está.
Su sonrisa se desvaneció por culpa de mis palabras y bajando la voz respondió:
-Está en la bodega, no se encontraba bien, decía que le dolía la cabeza.
-Gracias -dije con cierta ironía, soltando el aire en señal de agotamiento.
Definitivamente no aguanto a los niños. Me marché entonces a la cocina donde Tragabuche seguro que sabe de algo que le pueda ayudar con ese dolor de cabeza. Estoy segura de que ese malestar es a causa del ron. Al pensarlo no pude evitar que me invadiera la mala sensación de que no se acordaría de nada de lo que sucedió ayer, lo que conlleva a lo siguiente: no sabía lo que hacía y yo soy una tonta por pensar que ella ha podido sentir lo mismo que yo sentí al tenerla tan cerca.
-Oye, Tragabuche, ¿tienes algo para calmar un dolor de cabeza? -pregunté nada más hacer aparición en la cocina.
-Bueno, tengo un jarabe que quizás ayude a calmarlo un poco.
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Piratas
RomanceCarmen, una joven de 27 años, hija de uno de los piratas más temidos de la época. Tras pasar toda su infancia en un convento, un día su padre va en su busca y la convierte en una pirata. Por otro lado, Tabita, una chica refinada, que siempre ha viv...