*Tabita*
Me había levantado temprano para llevarle el desayuno a Carmen y en la bodega encontré a Pepa charlando animadamente con Tragabuche.
-Buenos días -saludó nada más verme- ¿Cómo ha dormido Carmen?
-Ha dormido toda la noche, estaba agotada.
-No me extraña. ¿Vienes por el desayuno?
-Sí, cuando despierte estará hambrienta.
Pepa se acercó hasta la mesa donde había un cesto lleno de manzanas y me dio un par de las verdes.
-Gracias por todo, de verdad -le agradecí con sinceridad.
-Toma -me entregó una botella-, le encanta tomar ron para desayunar. Bueno y para comer y para cenar... -comenzamos a reír-. Y no me tienes que dar las gracias por nada. Ella es mi mejor amiga, podéis contar conmigo siempre que lo necesitéis.
Volví a la habitación donde Carmen seguía durmiendo plácidamente y dejé las manzanas y el ron en un lado de la cama. Después me senté en el borde y me puse a acariciar el rostro de Carmen. Se la veía tan tranquila y relajada que me daba pena despertarla. Sin embargo, Carmen comenzó a abrir los ojos poco a poco y al verme sonrió.
-Buenos días -saludé en tono dulce- ¿Has dormido bien?
-Sí. Contigo al lado, sí.
Sonreí y le di un beso. A continuación cogí las manzanas y le ofrecí una a Carmen. Ella quiso incorporarse rápidamente, pero el dolor le hizo cambiar de idea.
-Tranquila, yo te ayudo.
Tomé sus manos y tiré de ella muy despacio hasta lograr que quedara sentada sobre la cama. Después coloqué la almohada en su espalda y se apoyó en ella con cuidado.
-Gracias -dijo dándole un mordisco ansioso a la manzana.
-Te he traído algo más -llamé su atención mostrándole la botella de ron.
Al momento sus ojos se abrieron como platos y me la quitó de las manos, provocando mi risa.
-Pepa me dijo que te gustaría.
-Me encanta, gracias -respondió descorchando la botella y dando el primer trago.
Tras eso nos quedamos en silencio unos minutos, desayunando las manzanas y viendo como Carmen daba pequeños tragos de ron. Si sigue así acabará emborrachándose, pensé.
-Lo siento -hablé de pronto llevada por mis propios pensamientos.
Carmen me observó interrogativa, dejando la botella en el suelo. Al menos no se la acabaría en una sola mañana.
-No tenía que haber dejado que te fueras, has estado a punto de morir por mi culpa.
-Tú no tienes la culpa, la idea fue mía. Yo quise meterme allí y asumir el riesgo.
-Sí, pero si yo hubiera insistido...
-Me hubiera ido de igual manera- contestó interrumpiéndome-. No quiero que te sientas culpable de nada. Anda dame un beso -me pidió queriendo espantar cualquier sentimiento de culpabilidad que haya en mi.
Me acerqué para conceder su petición cuando sonaron unos golpes en la puerta acompañado de una voz de fondo.
-Tranquilas, soy Pepa -anunció ésta para no alarmarnos.
Tuve que aguantarme las ganas de besarla para abrir la puerta y dejar pasar a la amiga de Carmen. Ésta, nada más entrar se sentó junto a ella cogiendo sus manos de forma amistosa. Por mi parte, me asomé por el pasillo asegurándome que no había nadie allí acechando nuestra intimidad. Después cerré la puerta echando el cerrojo, como llevaba haciendo estos últimos días.
-Carmen, ¿cómo estas? -preguntaba Pepa.
-Bien, gracias -respondió con tranquilidad-. Tabita me cuida muy bien -me lanzó una mirada sonriente.
Cogí una de las sillas que había en la habitación y la puse al lado de la cama para sentarme junto a ellas.
-¿Sabe algo mi padre? -noté algo de temor en su pregunta.
-¿Que si sabe? -exclamó Pepa- Está furioso. Quiere hablar contigo cuanto antes y que le cuentes en qué estás metida. Incluso ha hablado con Puñales y con Rata, y ni imaginas como se ha puesto cuando le han dado la noticia de la muerte Wilson. También me ha dicho que me dejará en el próximo puerto que avisten.
Tras toda esa información Carmen guardó silencio unos segundos reflexionando sobre la decisión que va a tomar. Al final soltó un resoplido.
-Hablaré con él y le contaré lo que pasa.
-¿Estás segura? -pregunté alarmada.
-Tranquila, solo le diré lo que ha pasado con tu padre y que te estoy ayudando. Sé que me va a mandar al infierno, pero ya estoy acostumbrada.
-Bueno, pero lo importante ahora es que te recuperes -dijo Pepa queriendo dejar esas preocupaciones a un lado por el momento-. Ahora me vuelvo a la cocina, voy a ayudar a Tragabuche con la comida. Esta noche vuelvo a pasarme ¿vale?
Carmen asintió y Pepa se despidió con un beso en la frente. Al marcharse me dejó una caricia en el brazo a la vez que sonreía con dulzura.
-¿Qué crees que te dirá tu padre cuando le cuentes todo? -pregunté volviendo a sentarme junto a ella.
-Pues que estoy perdiendo el tiempo en ayudar a una pisaverde -comentó de forma divertida-. Pero me da igual, mientras sea contigo no me importa perder el tiempo.
Sonreí como una boba al escuchar aquello, Carmen estaba más romántica que nunca. La ayudé a que volviera a tumbarse en la cama y después me tumbé a su lado, abrazando su cintura y escuchando nuestra propia respiración. Creo que no necesitábamos más para ser feliz, simplemente momentos como este en los que estemos solas y tranquilas. A veces pienso que debería dejar las cosas tal como están, pero después sé que me acabaré arrepintiendo, no puedo vivir sin saber el porqué han matado a mi padre. Y tampoco pienso dejar que se lleven mi dinero; con él, Carmen y yo podríamos vivir sin problemas el resto de nuestras vidas.
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Piratas
RomanceCarmen, una joven de 27 años, hija de uno de los piratas más temidos de la época. Tras pasar toda su infancia en un convento, un día su padre va en su busca y la convierte en una pirata. Por otro lado, Tabita, una chica refinada, que siempre ha viv...