*Carmen*
Los días pasaron y yo ya me encontraba lo suficiente recuperada de las heridas como para incorporarme de nuevo a la rutina, así que empecé por mandar a Tabita a subir a la cubierta para hacer sus labores. También el que Pepa me contara que la gente ya empezaba a hablar sobre nosotras me impulsó a querer volver cuanto antes a la normalidad, no me hacía ninguna gracia que los tripulantes murmurara a nuestras espaldas, veremos si son capaces de hacerlo en mi cara.
Terminé de vestirme y me encaminé hasta el camarote de mi padre, tenía una conversación pendiente con él y suerte hemos tenido que no haya querido perder su tiempo en venir a pedirme explicaciones. Y si soy sincera, aún no sé qué decirle exactamente sobre todo lo que ha pasado. Creo que improvisaré, como de costumbre.
Cuando llego a la puerta tomo una gran bocanada de aire, mi manos comienzan a sudar de los nervios y llamó.
-¡¿Quién demonios es?! -vocifera mi padre desde el interior del camarote.
-Soy yo, padre -digo en un tono más relajado.
-Entra.
Dudo unos segundos antes de abrir, pero una vez llegado hasta aquí ya no hay vuelta atrás. Entro cabizbaja y me quedo apoyada en la puerta, mirando a mi padre que a su vez no quitaba ojo de encima al mapa que tenía sobre su mesa.
-Contigo quería yo hablar, Carmen. Ven, siéntate.
Le hago caso y sin mediar palabra me siento en la silla frente a él. Varios segundos de silencio hicieron aumentar mis nervios, pero cuando mi padre levantó finalmente la mirada y me habló, decidió no andarse por las ramas.
-¿Qué demonios te traes con la pisaverde?
-Nada que a ti te importe -contesto de manera impulsiva, temiendo al instante del inminente enfado que desataría en él.
-¡Puede que sí me importe! -grita dando un golpe en la mesa.
Acompaña el golpe levantándose de la mesa, dejando caer hacia atrás su asiento. Guiada por otro impulso me levanto enfrentándome a sus intentos intimidatorios.
-No entiendo por qué te interesa tanto lo que haga con esa chica -le respondo sin perder los nervios.
-No me interesa lo que hagas o dejes de hacer, lo que me interesa es ella en sí -contesta mi padre relajando el tono.
Me esperaba cualquier otra contestación antes que esa, atrajo totalmente mi atención, así que quise saber más.
-¿A qué te refieres? -pregunto con el ceño fruncido, temiendo algo malo.
-Esa chica vale millones -su voz sonó con un tono de lo más ambicioso, y sus ojos brillaban como si estuviera delante del mayor tesoro del mundo.
-¿Qué quieres decir con que vale millones?
-Esa chica es hija de un gran banquero millonario a quien ya nos hemos quitado de encima. Si conseguimos que nos firme un papel donde pone que la herencia se la cede a un amigo mío, repartirá el botín con nosotros.
Al escuchar eso me dejé caer en el sillón sin ser capaz de creer nada de lo que acababa de decir. Mi propio padre es amigo de un tipo que ha estado a punto de matarme solo por una herencia.
-Escúchame, Carmen -volvió a hablar tomando asiento en una esquina de la mesa, lo mas próximo a mi-. Con ese dinero nos podemos ir lejos y vivir tranquilamente, como siempre había querido ¿No es un plan perfecto?
-¿Y cómo piensas conseguir que la chica firme?
-Para eso te necesito a ti.
¿Cómo? Le miro incrédula. No. No pienso entrar en su juego y traicionar a Tabita.
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Piratas
RomanceCarmen, una joven de 27 años, hija de uno de los piratas más temidos de la época. Tras pasar toda su infancia en un convento, un día su padre va en su busca y la convierte en una pirata. Por otro lado, Tabita, una chica refinada, que siempre ha viv...