*Tabita*
-No llores -me pide Carmen hablando con esfuerzo. Acaricia mi mejilla, manchándola de sangre. Trato de taponar su herida, pero la sangre corre despavorida, buscando cualquier resquicio por donde escaparse. Las lágrimas me caen como cientos de gotas de lluvia sin control-. Sabes cuánto te he querido.
-No, por favor. No te despidas -digo acongojada-. Tienes que aguantar, ¿vale? Si no, ¿quién me va a proteger?
-Echaré de menos abrazarte -continúa forzando una sonrisa. De su ojo izquierdo resbala una lágrima que limpia como un río la suciedad de su rostro.
Me inclino sobre ella y beso sus labios, éstos están resecos como si les faltara vida. Carmen hace un esfuerzo enorme por devolvérmelo, pero le cuesta, no le quedan fuerzas.
-Te quiero -susurra cuando me separo apenas unos centímetros.
Sus ojos miran al cielo. Su pecho sube y baja al momento, exhalando su último aliento de vida. Su cuello comienza una caída hacia atrás, a la vez sus párpados caen ocultando los oscuros ojos de Carmen. Heizan posa su mano sobre mi hombro y me hace sentir un peso enorme caer encima de mi. Angustiada me aferro a ella, vuelvo a besarla afligida, siento su cuerpo sin vida y lloro sin consuelo. He perdido a Carmen para siempre, no es justo. ¡¡No es justo!!
Aprieto mis manos aferrada a la borda del barco, dejo una lágrima caer y abro los ojos, deshaciéndome de ese horrible recuerdo. La luz del sol me deslumbra y me obligo a entrecerrar los ojos. La calma del mar relaja el torbellino que siento en estos momentos en mi estómago, solo que esta vez no son nervios sino angustia. Acabamos de lanzar el cuerpo inerte de Carmen al mar, donde sé que hubiera querido estar. Heizan está a mi lado, me ha ayudado en todo momento, me ha consolado y me ha brindado su apoyo. La verdad es que he descubierto en él a un buen amigo. Pepa, Rata y Elena están desolados, aún no han asimilado lo que ha pasado, más o menos como me ocurre a mi. Apenas duermo por las noches, no dejo de soñar con ella, y durante el día, con tan solo cerrar los ojos, ya aparece en mis pensamientos.
Por otro lado no puedo evitar sentir remordimientos de culpa, podía haberla salvado, haber actuado antes y acabar con la vida del Capitán antes de que ocurriera la desgracia. Además, a esto añado que luchó por mi, cuando debería haber sido yo la que luchara por conseguir mi dinero. Que por cierto, al final lo he conseguido. Román, en su huida, se olvidó de llevarse el saco y Heizan no ha dudado de dármelo. Por su parte, se ha quedado con el barco y tripulación del Capitán Moreno, como había acordado con Carmen. En parte, él también se siente culpable, pues fue él quien, sin querer, había atraído a Román y a su vez al Capitán.
Por mi parte, ese dinero ya no me importa en absoluto, aunque sea de mi padre, pero si no están ni él ni Carmen no me sirve de nada. Simplemente lo invertiré en una modesta casa y me ganaré la vida de lo que pueda, en una nueva ciudad, lejos de los recuerdos, aunque sospecho que estos me seguirán persiguiendo por un largo tiempo. Mi nuevo destino serán las Bahamas, el propio Heizan me llevará hasta allí, ya que ha puesto su barco a mi disposición.
-No querría abusar de tu generosidad, Heizan, pero ¿podría pedirte un último favor?
-Claro -responde con voz afable.
-En la tripulación hay un chico -le comento sin dejar de mirar al mar-, un niño de unos diez años. Se llama Daniel.
-¿Qué hace un niño en un barco? -pregunta sorprendido.
-El día que llegué al barco fue por un ataque que hicieron en Port Royal, mi ciudad. Allí se encontraba Daniel, perdió de vista a su madre y se lo llevaron. La verdad es que no sé qué se les pasó en ese momento por la cabeza, pero conecté de una manera especial con él desde el principio. La verdad es que lo veo como un hermano pequeño al que cuidar y había pensado en llevarlo conmigo, este no es lugar para que pase su infancia -Esta vez le miro y le veo asentir con la cabeza.
-Tienes razón, así que no hay problemas, lo mejor es que te lo lleves. Además te hará compañía -dice esto último esbozando una leve sonrisa.
-Gracias -respondo devolviéndole el gesto-. Voy a ir a buscarlo.
Conociéndome el camino de memoria bajo hasta la bodega y encuentro allí a Daniel, limpiando el suelo con un cepillo. La verdad es que en todo el tiempo que lleva aquí no ha tenido más remedio que madurar, ya es todo un hombrecito, responsable y valiente.
-Daniel -le llamo sin elevar mucho la voz.
Él se vuelve en seguida y sonríe al verme. Rápidamente corre a mi lado y me agacho para estar a su altura, aunque me sorprende ver como ha pegado un estirón. Lleva la ropa sucia y hecha harapos, y su pelo ya le llega por los hombros.
-Tabita, ¿dónde has estado?
-Ocupada en Tortuga con unos negocios -No le miento, es la realidad.
-¿Y Carmen?
Su pregunta me hace notar una punzada en el pecho. Me muerdo los labios y bajo la mirada.
-No está -digo con voz trémula.
Daniel frunce el ceño.
-¿Ha pasado algo? -pregunta con seriedad.
-Carmen ha muerto, cariño -respondo haciendo un esfuerzo enorme por evitar que la voz se me quiebre.
Me ha costado la misma vida pronunciar estas palabras. Daniel me mira comprensivo y yo pongo mi mano sobre su pecho, reprimiendo las ganas de llorar que me entran siempre que la recuerdo. Él, sin decir nada, me rodea con sus pequeños brazos y me aprieta contra su cuerpo. Controlo el primer sollozo, consigo enviarlo de vuelta al interior de mi corazón, sin embargo el segundo logra esquivar la coraza y me es imposible reprimir un gimoteo. Entonces respiro profundamente y me separo lo suficiente para mirarle a la cara. Me sorprende ver como también se está haciendo el fuerte para no llorar.
-Nos vamos a ir juntos, ¿vale? -le anuncio controlando mi voz. Daniel abre los ojos alucinado-. Te voy a sacar de aquí y vamos a rehacer nuestra vida. Nos merecemos algo mejor, ¿no crees?
Daniel asiente efusivo, agrandando una sonrisa que me ilumina el alma. Sonrío a su vez y nos volvemos a abrazar, pero esta vez felices. Realmente no sé si tendré el valor suficiente para continuar con mi vida sin Carmen, pero de lo que sí estoy segura es que este chico será mi bastón cuando más apoyo necesite para continuar caminando. Porque hay algo que tengo muy claro: Correré. Sin mirar atrás y sin detenerme, porque si lo hago me atraparán los recuerdos, me engullirán, y no puedo permitirme eso.
-¿A dónde iremos? -pregunta cuando me pongo en pie y le cojo de la mano para salir a la cubierta, ya no tendrá que trabajar más en este barco.
-A las Bahamas, ¿la conoces?
Daniel niega.
-¿Es bonito?
-Tengo entendido que sí.
-¿Tendremos una gran casa?
-Si lo deseas, así será. Pero debes prometerme que te convertirás en un hombre de provecho.
-¡Lo prometo!
Fin
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Piratas
RomanceCarmen, una joven de 27 años, hija de uno de los piratas más temidos de la época. Tras pasar toda su infancia en un convento, un día su padre va en su busca y la convierte en una pirata. Por otro lado, Tabita, una chica refinada, que siempre ha viv...