Capítulo 16

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*Tabita*

Agradecí que Pepa se quedara conmigo durante toda la tarde en el puerto, además de consolarme me ayudó a pensar distintas maneras de entrar a rescatar a Carmen. Sin embargo, hasta que no llegaron Puñales, Rata y Wilson no nos decidimos por ninguna de las ideas que teníamos.

-Yo subiré hasta la ventana de la que hablas, entraré en la casa por ella y os abriré la puerta del sótano. Puñales y Wilson irrumpirán por la puerta principal -explicó Rata.

-Sin problemas, la tiraremos abajo en un segundo -comentó Puñales con arrogancia.

-Debéis pelear con los que estén dentro para dejarme abrir el sótano y después me uniré a vosotros. Mientras tanto, vosotras dos romperéis el cristal de la ventana y entrareis por ahí y os quedaréis con Carmen hasta que os abra la puerta. Cuando esté abierta saldréis corriendo sin mirar atrás ¿entendido?

-¿Y vosotros? -pregunté.

-Nos veremos en el barco.

-No os voy a dejar solos.

-Lo vas hacer -rebatió Rata-. Me prometiste que cuidarías de Carmen, así que la sacarás de allí y cuidarás de ella hasta que se recupere.

Asentí a su decisión, no había otra manera y quedaba poco tiempo, pronto serán las doce y nos tenemos que dirigir a la casa para prepararnos.





*Carmen*

Los ruidos de los cañones me despertaron, pero no de un sobresalto sino poco a poco, como reanimándome de un largo letargo. Cuando recobré la conciencia y me di cuenta de que el ruido que me había despertado eran los de mi propio barco, el ataque había comenzado. Rápidamente, las esperanzas de que Tabita venga a rescatarme me hicieron sentir las fuerzas suficientes para imperdirme a mi misma volver a quedar inconsciente, ella debía verme fuerte a pesar de todas las heridas que puedan haber esparcidas por mi cuerpo. Y recordando mis años de clausura en el convento de Sevilla, le rezo a Dios para que Tabita no tarde en sacarme de este infierno donde me encuentro. Lentamente intento mover los músculos de mi cuerpo para despertarlos y compruebo que tengo los hombros agarrotados, los brazos agotados de sostener por tantas horas el peso de mi cuerpo y las heridas me escuecen como si fueran pequeñas llamas de fuego. Por otro lado, los pies también los siento cansados de ayudar a los brazos a sostenerme mi y soy incapaz de articular las rodillas sin soltar un alarido.

De pronto, un ruido totalmente diferente al de los cañones, me hace dejar mis pensamientos a un lado y prestar atención para saber de qué se trata. No logro descubrir de donde proviene, pero apenas unos segundos después escucho una voz que me resulta muy familiar.

-¡Carmen! -alguien dice mi nombre.

Delante se posan unos ojos verdes y unos cabellos rubios. La identifico en seguida.

-¿Tabita? -me doy cuenta de lo que me cuesta hablar, quizá estoy más débil de lo que pienso.

-Tranquila, cariño, te voy a sacar de aquí -me tranquiliza acariciando mi rostro.

No sabía si esto formaba parte de un sueño, quizás seguía dormida y esto no era más que mi desesperación por ver de nuevo a mi amada. En ese momento una sensación de mareo, acompañada por un fuerte dolor de cabeza, hizo que acabara por cerrar otra vez los ojos. Lo único que quería es que todo esto acabara de una vez y despertarme en mi cama con Tabita al lado.





*Tabita*

Al ver a Carmen es ese estado me tuve que morder el labio para no llorar, no había tiempo para eso y debía ser fuerte por ella.

Cuando me nombró se desmayó al instante y traté de reanimarla dándoles pequeños golpes en la mejilla.

-Carmen, despierta, por favor -le pedí asustada, pero no conseguí ninguna respuesta por su parte, parecía que había entrado en un sueño del que no quería despertar.

-Pepa, quítale las cadenas -ordené tomando el control de la situación.

-Se ha desmayado, ¿cómo la vamos a sacar? -preguntó Pepa mientras empezaba a desencadenar las manos de Carmen.

-Me la llevaré en brazos si hace falta -respondí agarrando su cintura para evitar que su cuerpo cayera al suelo tras el agarre que sostenía sus manos.

Cuando por fin su cuerpo descendió la abracé fuertemente contra mi cuerpo y descubrí entonces las heridas que tenía en la espalda.

-¿Qué le han hecho esos malnacidos? -comenté pasando la yema de mis dedos con cuidado sobre cada uno de los cortes que hacían sangrar la espalda de Carmen.

-¿Por qué tarda tanto Rata? -la voz preocupante de Pepa no me distrajo.

No podía dejar de mirar el cuerpo herido de Carmen mientras me maldecía por dentro.

-Todo esto es por mi culpa.

-No digas eso, Tabita. Tú no tienes la culpa de nada.

Con cuidado puse el cuerpo de Carmen sobre mi regazo mientras que Pepa se quitaba su chaqueta y se la ponía encima. Observé como de sus rodillas caían pequeños trozos de cristales, lo que hizo que sintiera una rápida impresión por el dolor que le debería de estar causando tener algo así clavado en la piel. Quería quitárselos, pero me daba miedo hacerle más daño.

De pronto la puerta del sótano se abrió y Rata entró apresurado.

-¡Venga, salid rápido! -nos apremió. De fuera llegaba un vocerío acompañado de golpes.

Entre Pepa y yo agarramos a Carmen por los brazos y salimos lo más rápido posible del sótano. Por un momento pensé que el cuerpo de Carmen me iba a pesar más, pero la verdad es que era más ligero de lo que creía, aunque también mis ganas de sacarla de allí me dio las fuerzas suficientes para cogerla sin problemas.

Cuando salimos a la sala principal de la casa vimos a Wilson y Puñales peleando entre ellos, y el cuerpo de un hombre con pinta de haber sido marino en el umbral de la casa, bajo un charco de sangre alrededor debido a un disparo en la cabeza.

-¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué pelean? -preguntó Pepa.

-Wilson es el traidor -apuntó Rata sin dejar de empujarnos fuera de la casa-. Ahora marchaos, nosotros nos ocupamos de él.

Por una extraña razón no me sorprendió descubrir que Wilson es el traidor, algo me hacía desconfiar en él.

Pepa y yo salimos por la puerta corriendo cuando un disparo me hace volverme para ver qué pasaba. Puñales yacía en el suelo con un tiro en la pierna y Wilson apuntaba a Rata con la pistola. Rata solo tenía un cuchillo en la mano y no podía hacerle frente y después de toda la ayuda que nos ha brindado no podía dejarlo solo, así que ordeno a Pepa que llevar el cuerpo de Carmen al puerto.

-¡¿Qué vas a hacer?!

-Ayudar a Rata. Nos vemos en el puerto.

Pepa se echó el cuerpo de Carmen a los brazos y salió corriendo. Yo saqué rápidamente el cuchillo que llevaba guardado en el traje y sin pensarlo dos veces me abalancé sobre Wilson clavando la punta del arma en su robusta espalda. Éste soltó un grito desgarrador y soltó la pistola buscando la manera de quitarse el cuchillo de la espalda. En ese momento de descuido por su parte, Rata se abalanzó sobre él clavando su cuchillo en el pecho del traidor.

Entre el tumulto de personas que corrían despavoridas de un lado a otro, mezclado con el griterío de la gente que se quedaban en nada frente al gran estruendo de los cañones, me fui abriendo paso a zancadas, buscando el puerto para poner a salvo de una vez a Carmen. Tras de mi, corría Rata con un Puñales cojo que ponía todas sus fuerzas en no entorpecer la carrera de su compañero de tripulación.

Los pulmones me ardían por el esfuerzo cuando llegué a a mi destino, y Pepa ya me esperaba dentro del bote, con Carmen aún inconsciente. Nada más entrar me hice con su cuerpo y lo arropé entre mis brazos. Finalmente decidimos esperar unos minutos a que Rata y Puñales llegaran para irnos todos juntos de vuelta al barco. 

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