Capítulo 4. El ángel

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—Tardaste demasiado. —dijo Gibbs a su Capitán, ya había oscurecido y apenas él volvía al campamento.

—Estaba ocupado... ¿Por qué? —lo cuestionó Jack.

—Por favor, dime que no te metiste en problemas.

—No hay razón para estar en problemas. No hay motivos para estarlo... Aún. ¿Ya llegó Scrum?

—Llegó mucho antes que tú, Capitán.

—¿Novedades? —preguntó Sparrow mientras él y Gibbs caminaban hacia los demás.

—No hay mucho, pero los muchachos atraparon a un cerdo y lo asaron, ya está listo, solo esperábamos por ti. —dijo el hombre mayor, mirando a su jefe, que parecía algo distraído. —¿Ocurre algo, Jack? Te noto extraño.

—En el pueblo, vi al pajarito...

—¿A la chica?

Jack sonrió y asintió.

—Su nombre es Constanza.

—¿Y qué hay con ella?

—Creo que algo le ocurre. Es una niña muy hermosa, una aristócrata, pero a la vez muy triste. Algo provocó que intentara suicidarse.

—Me refería a ti, Jack. ¿Por qué tanto interés en ella? ¿Qué piensas obtener acercándote a ella?

—No lo sé. De pronto surgió en mí la necesidad de protegerla. Es tan indefensa, tan frágil, tan asustadiza.

—¿Solo eso? ¿Quieres decir que de la nada han nacido en ti sentimientos de compasión hacia los demás? No lo creo.

Jack miró con algo de molestia a su amigo, pero tenía razón. Él casi nunca demostraba ese tipo de sentimientos. 

Llegaron a donde sus hombres se encontraban y todos devoraron el cerdo que habían preparado. Entre tragos y canciones piratas, el Capitán no dejaba de pensar en Constanza, la joven de bellos ojos verdes y profundos como un par de estanques en medio de la selva.
Debía de averiguar a qué le temía, por qué estaba tan triste. ¿Qué le ocurría?

Vivía en una hermosa casa, su vestimenta demostraba que su familia gozaba de una gran fortuna, ese vestido era digno de una reina, y si así se vestía para un día normal, no se imaginaba como sería en un día de fiesta. Estaba rodeada de sirvientes, envuelta en finas sedas y joyas; cualquier otra joven de su edad querría lo mismo. Aunque tener todo eso, no garantizaba ser feliz. Recordó lo que el niño le dijo, el padre de Constanza planeaba casarla con el Regidor de la isla. Tal vez a ella la idea no le agradaba, aunque su fortuna y posición en la saciedad crecieran, estar ligada para siempre a alguien a quien no amas, puede ser la prisión más insidiosa o incluso el mismo infierno.

 Tal vez a ella la idea no le agradaba, aunque su fortuna y posición en la saciedad crecieran, estar ligada para siempre a alguien a quien no amas, puede ser la prisión más insidiosa o incluso el mismo infierno

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A la mañana siguiente, después de ayudar a su padre a alistarse, Constanza y el Señor Gastrell desayunaron juntos. La joven traía puesto un vestido verde esmeralda que hacia juego con sus ojos, ajustaba mucho su cintura y su busto, las mangas eran cortas y muy esponjadas, la falda que también se esponjaba, al final caía con holanes, con algunos bordados en color negro decoraban la parte de arriba del vestido. Llevaba al rededor del cuello, un collar de perlas y esmeraldas y aretes que hacían juego. Su largo cabello estaba completamente recogido, acomodado con una peineta de marfil, Aunque su padre la trataba mal, a él le gustaba guardar las apariencias, vistiendo a su hija de la mejor manera, para que se pudiera notar su posición económica. 

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