Capítulo 27. Bahía de Cerdos

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—¿Qué tan lejos está la Isla Cruces? —preguntaba Constanza a Jack, mientras lo abrazaba por la espalda. 

Llevaban navegando casi dos meses y tenían la certeza de que el peligro había quedado muy lejos.

—Ocho días, tal vez más. Depende del tiempo... Es un lugar paradisíaco. —le respondió con un toque de sus acostumbradas mentiras.

—¿Ya has estado ahí?

—Una vez, hace muchos años.

—¿Vive mucha gente en ese lugar?

—Esa es el encanto de la isla, tú, Rosemary y nuestro hijo la tendrán para ustedes solos.

—¿No habrá nadie más? ¿Es una isla pequeña?

—De hecho es muy grande.

—¿Por qué está sola?

—Esa es una historia que luego te contaré. —respondió volviendo a mentir.

Se volteó quedando ambos de frente y abrazó a su amada. La miró a los ojos, de alguna manera, esos enormes orbes esmeralda habían cambiado, en realidad, Constanza ya no era la misma. Estaba distinta. El pirata sonrió al descubrirlo.

—Ya no eres más el pajarito asustado y herido que me cayó del cielo aquella vez

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—Ya no eres más el pajarito asustado y herido que me cayó del cielo aquella vez. —declaró.

—¿Crees? —estaba algo confundida.

—No. Recuerdo que temblabas todo el tiempo, eras insegura, tímida, miedosa. Cada que te abrazaba, sentía que te rompería de lo frágil que me parecías. Ahora te veo fuerte y muy decidida.

—Me siento fuerte y muy diferente a cuando estaba en Barbados —confesó —. Allá solo conocía el miedo que mi padre me inspiraba, mi nana Guillermina me quería y yo a ella, pero no era suficiente, la pobre no podía defenderme de él y eso la entristecía mucho. Ya no tenía motivos para vivir... Tenías razón. Salté de ese risco para quitarme la vida, pero afortunadamente, este pajarito cayó en los brazos de un pirata. Un pirata que la trató con cariño y curó sus heridas, no solo las del cuerpo, también las del alma y el corazón. Y por primera vez, supo lo que era ser amada de verdad. Tu amor me hizo fuerte, Jack, me dio ganas de vivir, de conocer el mundo, de amar. Y ahora, —soltó al pirata y puso las manos sobre su vientre —este bebé que viene en camino, quiero vivir para él y para ti. 

El Capitán estaba más que sorprendido, realmente ella había cambiado, Constanza era una mujer fuerte y valiente y la amaba más que nunca.

—Me hace feliz lo que dices. —reiteró —Y estoy muy orgulloso de ti, Pajarito. ¡Te amo tanto! 

La volvió a abrazar y a besarla. No dejaba de pensar en que en Barbados había encontrado una niña y ahora ya era toda una mujer. Si bien, ella aún tenía diecisiete años y le faltaba mucho por aprender, pero era eso no le quitaba mérito. La chica había madurado y le emocionaba saber que él ayudó a eso. Y lo mejor de todo era que no le quedaba ni una duda de su amor por ella ni de ella hacía él.

Little BirdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora