Tras una feroz tormenta, el Perla Negra a sufrido daños e inevitablemente toda su tripulación se ve en la necesidad de esconderse en la isla más cercana mientras la nave es reparada. Ahí mismo e inesperadamente, el Capitán Jack Sparrow recibirá un r...
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La lluvia había azotado la isla toda la noche de una forma infame. El Capitán Jack Sparrow no pudo dormir ni un instante, permanecía en la cubierta del Perla Negra, caminando de un lado a otro, observando de vez en cuando hacia la playa, en espera de que su Pajarito apareciera.
Aunque el sol estaba oculto por las gruesas nubes, sabía que estaba por amanecer y eso le preocupaba. A esas alturas Constansa ya debería de estar ahí pero no había ni una sola señal de ella.
Gibbs contemplaba a su Capitán y amigo, morir de la desesperación. Sentía lástima por él. Sólo esperaba que la chica apareciera pronto.
Pasó un par de horas más y no había señal de Constanza. Jack estaba volviéndose loco. ¿Se habría arrepentimiento? No, no podía ser eso. Ella le había prometido que se iría con él, que estarían juntos, le había dicho que lo amaba y él estaba seguro de eso.
—¿Quieres que nos vayamos? —le preguntó el Maestre.
—Aun no.
—Jack... Tal vez no venga.
—Ella lo prometió... Algo pasó, estoy seguro. Tengo un mal presentimiento desde ayer, Gibbs.
—¿Entonces? ¿Qué hacemos?
—Iremos a buscarla.
Jack ordeno a algunos de sus hombres a que lo acompañaran, mientras Gibbs y los demás se quedaban en la nave preparándolo todo para salir huyendo en cuento llegarán con Constanza. Una sensación de alarma se acumulaba en su pecho. Si Constanza no había llegado aún, era por algo ajeno a ella. Le había dicho que lo amaba y él le creía por sobre todas las cosas.
La lluvia se hacía más pesada a medida que se acercaban a la mansión, al llegar, no encontraron a nadie afuera en los jardines, así la entrada a la casa les fue más sencilla. Lo difícil sería moverse en el interior sin que nadie los descubriera.
Trepó por la ventana de Constanza, estaba abierta y él agua había empapado parte del piso. Definitivamente algo no andaba bien, lo confirmó al encontrar algunos de los muebles destrozados y cosas rotas. Examinó más de cerca y sintió una terrible punzada en el pecho cuando descubrió rastros de sangre en el suelo. Temía lo peor. Rogaba en su mente que no fuera lo que pensaba. Volvió a la ventana y les hizo una señal a sus compañeros para que subieran con él.
Al llegar, los piratas salieron sigilosamente de la habitación, caminaban despacio y alineados. Jack encontró más huellas de sangre en las alfombras del pasillo, tembloroso las siguió, pero desafortunadamente en algún punto del camino, las manchas desaparecían. Seguía rogando que no se tratara de Constanza, que ella estuviera a salvo. Pero había comenzado a inquietarse y ya no podía más.
Escuchó la voz de unos mozos que hablaban de algo y puso atención a lo que murmuraban.
—¡Deja de llorar o van a regañarnos! —la voz de un hombre aconsejaba.